Hakuouki: Mi amado capitán.

Misterio en Kioto

¡La mañana de invierno!, mi época favorita del año acaba de llegar y, finalmente la montaña de nieve cubrió con su grandeza a los pastizales que usamos para la siembra, los largos días calurosos del verano acabaron, es temporada de durar amplias horas descansando en casa, sin deberes en los campos, nada de trabajo extra, ya tendremos el resto del año para abocarnos a ello; ¡que llenó de júbilo me siento! Deseo aprovechar cada momento, situación, cada copo de nieve que nos regala esta época, pues, ahora que el año nuevo se acerca, debó emprender el típico viaje de año nuevo con quien considero es mi familia, mi maestro, mentor y, se puede considerar como mi tío.

Lo primero que hice al despertar, fue vestirme, empleé un Shitagi de tonos rojizos, recogí mi cabello en una coleta – mi maestro dice que es como ver el tronco de un cerezo, por su tono oscuro y lo largo que era, siempre me aconseja que lo cuidé mucho pero, la verdad poco me importa, al contrario del resto de chicas de mi edad pues, aquí en Japón, el cabello de una mujer se considera algo hermoso, representa la belleza de toda una nación, en mi caso prefería cortarlo – y me empleé a la salida que da al patio, tomé la misma deslizando la puerta a un lado, fue entonces cuando vi el esplendor del paisaje invernal, solo había transcurrido una noche pero, la nieve vestía toda la pradera de blanco y, algunos espacios aún verdes, que estaban decorados con orquídeas que aún no marchitaban. Al igual que las olas del mar en los malecones, quería ir a jugar con la nieve, sentía deseo de arrojarme a ella y envolverme con su deliciosa y placentera estabilidad, como hice cientos de veces en mi infancia, pero antes tenía obligaciones que atender. Me dirigí entonces a la alcoba de mi maestro, me detuve en su puerta, nuestro hogar no era tan amplio, dos habitaciones y una sala que hacía también de cocina; abrí la puerta con fuerza y para variar, él aún no se había levantado, no quise molestarle aún, retorné a mi habitación y salí de nuevo al patio, tomé un poco de nieve en mis manos y, me palmé la cara con ella, estaba fría y me encantó. Pasado un rato, volví a entrar a la habitación, aun con mi maestro dentro de su cómodo y cálido edredón, no dejaría que disfrutara más de su comodidad. Alcé mis manos y dejé caer la nieve helada que había traído conmigo sobre su rostro y en menos de lo que canta un gallo al amanecer, el hombre se despertó gestando un enorme alarido, solo superado en volumen por mi risa que fue causada por su reacción.

—¡Ryuujin!, ¿¡qué diablos estás haciendo!? – Exclamó furioso al tiempo que se levantó de su comodidad.

—¡Ya es de día y dijiste que harías el desayuno! Además, ya es invierno, ¿Recuerdas?

—No es para que me despiertes de esta forma, te dije que será cuando decidas madurar.

Una vez despierto y de pie, agitó su larga melena tan negra como el azabache, le caía a nivel de las caderas, al igual que el resto de los samuráis. Él en sí era una persona que no destacaba mucho, exceptuando por el color de sus ojos, eran tono ámbar, tenía una mirada que atraía a todo aquel que se encontrara con ella, su piel era clara, semi-bronceada por el sol del campo veraniego, al igual que la mía, sin duda se aclararía con el transcurrir del invierno.

—Maestro, usted lo prometió, dijo que iríamos a Kioto a comprar un nuevo Kimono para año nuevo – crucé mis brazos firmes como mis palabras, no titubeé, había dado su palabra y no lo negaría

—Aún falta mucho para año nuevo, ¿no puedes esperar?

—Lo sé, pero luego costarán más y la seda está a mejor precio, sin mencionar que será difícil conseguir uno decente, ¡por favor! — junté mis palmas frente a mi é incliné mi cabeza en forma de súplica.

—¡Bien!, pero nos quedaremos más tiempo, tengo cosas que hacer antes que vuelva tu hermano, así que prepara tus cosas antes que me arrepienta.

—¿Eh...?, ¿por qué nos quedaremos? — volví a bajar mis manos, aquella duda era clara y entonces razoné —no será que... ¿Nos mudaremos de nuevo?

—Lamentablemente, así es, necesitamos recuperar dinero, además, los superiores vendrán a preguntarnos sobre ya tú sabes y que hicimos al respecto, debemos ser cuidadosos — su mirada se mostró cabizbaja, estaba nostálgico y melancólico, siempre me preocupaba cuando se ponía así.

Mi maestro siempre se preocupaba por mí como mi padre lo hacía, cuando él tomó ese rol, supe de inmediato que las cosas serían diferentes, sobre todo si se trababa sobre aquel asunto.

—Está bien, maestro, haré lo que me pida, pero, ¿dónde nos quedaremos esta vez?, no tenemos un lugar donde vivir.



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En el texto hay: anime, romance, hakuouki

Editado: 07.03.2019

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