Halia

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Mis manos manchadas de pintura me dieron cierta calma después de haber seguido con mi obra, sé que Andrea está por despertar, así que camino a mi habitación mientras mis ideas vagan de un lado a otro.

 

Entro a la habitación abriendo la puerta y sintiendo el calor de aquí, mis pies recorren la madera vieja mientras camino directo a mis cómodas, empiezo a buscar mi uniforme de hoy, tarareando una canción de manera muy tranquila, cuando escucho la voz somolienta de Andrea.

 

-¿Te podrías callar, Hal?

Su voz es demasiado cansada, que no dudo en hacer silencio, aunque en mi mente se repiten las mismas estrofas una y otra vez.

 

Después de tener todo, tomé una ducha fría y salí, lista para hacer lo de todos los días.

Andrea ya está lista, con su uniforme para el invierno y una coleta alta con su listón azul, me hace una media sonrisa, su mirada se ve cansada, pero así es ella o al menos lo que me ha dejado conocer de ella.

 

Salimos despacio al frío y caminamos al comedor, dónde nos tienen el desayuno esperándonos.

 

-¿Cómo te fue ayer?

Susurra Andrea mientras nos sentamos en una de las grandes bancas del comedor, ignorando a todas las demás chicas.

Ellas, las enfermeras, nos tienen prohibido hablar entre nosotras de las enfermedades que tenemos, nadie puede hablar de ello, de cualquier otro tema sí, pero de ese no.

Niego lentamente y me acerco a ella.

-No quiero hablar de eso.

Andrea asiente, sabe que de eso se trata, no hablamos de lo que no queremos.

 

Después de esa comida, tenemos clase de deportes, que solo se trata de usar el viejo gimnasio, hicimos el ejercicio que estamos obligadas mientras que las enfermeras nos observan con aburrimiento y la profesora nos ve con el ceño fruncido, como si siempre estuviera pensando en problemas.

Acabamos y el gimnasio se empezó a desocupar solo Andrea y yo nos quedamos cambiándonos el uniforme de gimnasia.

Andrea es la chica más lenta que puedas conocer, a veces, y al parecer es cuando más ocupas.

El vestidor poco a poco se siente más chico y mi desesperación comienza.

-Andrea tienes que salir ya- Ordené mientras agarro fuertemente mi camisa- En serio necesito que salgas ya.

-No hagas drama, Hal, ya voy, solo me faltan los tenis.-Contesta de manera casual mientras yo veo al espejo y siento como deja de haber aire poco a poco.

-Andrea, te los pones afuera -Mi respiración se acelera y siento mi pecho apretarse, de pronto siento que el aire no existe y tengo miedo de tener un infarto mi mente repitiendo una y otra vez que no quiero morir.

Andrea sale por fin mientras me ve y yo con la mirada borrosa, corro al escusado mas cercano y vomito toda la comida sin pensarlo. Andrea camina hacia mí, agarrando mi cabello sin decir nada, cuando acabé, sentí una tranquilidad inmensa, el espacio se veía de nuevo de tamaño normal. Caminé a la banca más cercana mientras Andrea me pasa una botella con agua y bebo para quitar el acidez de mi boca.

El silencio se apodera del lugar, observo los ojos de mi amiga que están llenos de arrepentimiento y confusión.

-No digas nada por favor, me harán tomar medicina y no quiero más.

Ella asiente en comprensión y salimos hacia el gimnasio, de pronto, escuchamos unos pasos venir hacia nosotras, era él, el Dr. Prakash.

Su mirada y la mía e encontraron, el olor a su perfume llenó mis fosas nasales y sus ojos verdes profundos me miran directamente mientras su cabello largo y ondulado cae a sus lados, me sorprendo al verlo, normalmente no suele estar aquí y menos a estas horas.

-¿Por qué se han tardado tanto? Me han mandado a buscarlas. -Se acomoda su camisa blanca de mangas largas hacia sus codos y después de haberme observado mis facciones, niega.-Vayan a clase, chicas.

Sus palabras no dan pie para contestarlas, es su efecto, es imponente, las chicas suelen tenerle miedo, pero no yo. Simplemente camino por su lado, ignorando su mirada y su suspiro de desaprobación mientras paso por su lado.

La noche cayó y la clase de literatura francesa fue igual de tediosa que siempre, la señora Felix se emociona al hablarnos pero eso nos pone más aburridos.

La habitación de nuevo está caliente, como es usual y las pastillas nos esperan en la mesita de siempre, pero ahora hay más agregadas, pastillas que me relajan, me giro un poco molesta con Andrea mientras ella se sienta sobre su cama con su bote de pastillas y su vaso en mano.

-Te dije que no hablaras. -La miro seria mientras le muestro las pastillas extra, su ceño se frunce al verme- Ve, no quiero más pastillas solo fue un episodio más, no se volverá a repetir.

-Yo no hablé, Hal, he estado todo el día contigo y solo me alejé de ti para ir al baño y te juro que no lo hice, no me gustaría que me hicieras lo mismo.

Me giré, le creo pero no hay más nadie que pudiera darse cuenta, aún así, tomo todos mis medicamentos y tomo mi bata de dormir para ir a mis sesiones con el Dr. Prakash.

Toqué la puerta y sin esperar respuesta, la abrí y ahí estaba con los lentes más abajo de lo común sus manos tecleando en su máquina de escribir y su respiración fuerte, en señal de concentración, solo le tomó un segundo reconocerme y hacerme una señal de que pasara.

Lo hice cerrando la puerta detrás de mí y sintiendo lo frío de la habitación, me abracé para evitar un poco el frío, el Dr. Prakash se quita los lentes y los deja junto a la máquina de escribir.

 

-¿Estás lista para tu siguiente sesión?

Su voz suena ronca, como si tuviera mucho tiempo sin hablar.

Solo asiento lentamente sin emitir sonido, con él no es necesario, él prefiere el silencio.

Me hace una señal para que me recueste sobre la camilla mientras observo su oficina, es demasiado limpia y ordenada, sus libros de medicina se agrupan en un mueble atrás de él y un monitor junto a esta camilla hacen que parezca un cuarto tipo hospital, lo único bonito e este lugar es su escritorio donde tiene su máquina de escribir que casi nunca la veo por aquí y su laptop, los papeles se juntan con muchos garabatos que a simple vista no se entienden.




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