Halia

XVIII

Tomé su mano y la hice quedar frente sudor frío corría por su frente, ella lo presentía, tomé mi cuchillo y le corté cabello, guardándolo rápidamente en mi bolsillo trasero, su cara fue de coraje, sabía que tenía que presionar, que quedara tan arrinconada que quitara su fachada de chica mala que quiere ir en contra de otras chicas.

Volví a empujarla contra la pared, haciendo que su cabeza hiciera sonido, fue cuando su cara cambió, su mirada se volvió fría al igual que su semblante, me empujó fuertemente haciéndome retroceder y golpearme con una banca vieja de madera.

-¿Qué mierda quieres de mí, Fleischer?

Sonreí, ahí estaba, lo sabía, sabía que esa fachada de chica mala, de que rompe las reglas porque es joven y está aburrida, era falsa, su mirada es tan fría que me recuerda a Dylan, su cuerpo está completamente recto, lista para pelear, no como al inicio que tuve que golpearla sin más hasta este momento.

Ella sabía mi apellido, algo que solo pocos saben, la observé, tengo que actuar como si lo supiera todo.

-Ya sé lo que significa el tatuaje del águila que tienes.

-Ay, la niña ya recordó a su papi.

Hace un puchero falso y comienza a caminar más dentro del aula.

Que hiciera mención de mi padre del que poco he recordado y mucho he inventado en las sesiones con Prakash me provocó un escalofrío, o sea que el señor que vi besándome la mano, es mi padre.

-¿Qué? ¿Te comieron la lengua?

Su voz me volvió a la realidad después de revivir aquellas imágenes.

 -¿Por qué estás aquí si estás con ellos?

Su risa me hizo sentir un escalofrío repentino que ignoré cuando se giró a verme.

-Es obvio, niñita, por ti.

Sin darme cuenta estaba en el piso del empujón que me dio, la sentí arriba de mí.

-Terminaré el trabajo yo misma.

Sentí sus manos sobre mi cuello de una manera táctica, sintiendo la posición de sus dedos apretar. Un recuerdo vino a mí, era ese señor que parecía mi padre, viéndome mientras otro hombre está sobre mí y me da instrucciones de cómo quitármelo de encima, lo hago con facilidad y veo al hombre que se dice ser mi padre, sonriendo orgulloso.

Sentí cómo se me cortaba el aire y volví a la realidad, su mirada de determinación solo me dio impulso para quitármela de encima como alguna vez se me enseñó.

Me puse de pie cuando escuché su cabeza golpear el piso, estaba lista para su siguiente golpe pero vi que estaba desmayada. Sonreí.

Acomodé mis ropas y salí, sabía que era tiempo de ir con Prakash, no iría, no de nuevo, no después de cómo reaccionó la última vez.

 

Camino por el pasillo para llegar a mi habitación y lo veo recargado al lado de mi puerta, sus lentes caídos un poco, su cabello largo y ondulado tapando su lado izquerdo de su cara, las mangas arremangadas blancas, junto con su pantalón negro, lo hacen ver como un personaje que volvería locas a las adolescentes. Cuando llegué a su lado, sus ojos verdes intensos me observaron, sabía que estaba analizando todo de mí pero no me importó, estiré mi mano para abrir la puerta y me detuvo.

-¿Por qué no quieres seguir yendo a las sesiones? ¿Sabes que puedo reportarte, verdaad?

Voltee los hacia el lado contrario.

-No lo harás, sino ya estaría con Arcelia en este momento y no aquí contigo.

-Puedo hacerlo hoy mismo.

-Pues hazlo, no me interesa.

-¿Así que quieres llamar la atención?

Eso me hizo que volviera a verlo, en sus ojos se refleja la duda, mientras levanta una ceja.

-No y no sé por qué lo dices.

Volví a intentar abrir la puerta y se interpuso entre la puerta y yo mientras acomoda su cabello detrás de su oreja, su figura alta y delgada es más imponente así de cerca, pero si cree que va a intimidarme, no será así. Levanto mi cara para verlo a los ojos, algo que siempre solemos hacer los dos, observarnos a los ojos siempre que hablamos.

-Halia, tú sabes bien lo que pasó la última vez, tienes que cuidarte.

-Estaría más segura durmiendo que aquí en un pasillo solo.

-Estás segura conmigo.

-Lo sé, pero desconfío de los demás.

Cuando iniciamos esto de las sesiones, el primer día me convenció de que puedo contar con él, que estaba segura, después empezaron las sesiones y no hablábamos, el hecho de que nunca me dijera cosas como Patricia hizo que creyera en sus palabras.

-No faltes a las sesiones, Halia o tendré que venir por ti diariamente y no quieres eso.
Su voz fue de alguien quien no te está preguntando sino ordenando.

Se quitó de donde estaba y se fue sin más con pasos silenciosos, solo dejando ese olor a madera y café.

Suspiré, entré a mi habitación y calor llegó a mí, el cambio de clima ya es evidente dentro de la institución aunque en el patio central aún es fresco.




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