Halia

XXXII

-Es cuestión de tiempo para que ella se de cuenta de todo, es increíble que hayan perdido esos objetos, si los tenía aquí era por seguridad y ahora que ella está aquí, desparecen. No pueden ser tan idiotas, bueno, ya vi que lo son.

Su mirada es helada, todos de pie frente a él mientras él se recarga sobre el escritorio viendo a cada uno.

-Hicimos todo por cuidarlo.

-Ella logró recordar que tiene un padre pero es todo.

Un bufido salió de aquél hombre de ojos oscuros.

-No hay tiempo, tengo que hacer lo que se necesita.

-No puede hacerlo señor.

La mirada que él le dio, la dejó helada y se quedó en silencio.

-¿Por qué?

Levanto su ceja esperando ser confrontado por aquella mujer que agachó la cabeza con la mirada hacia sus pies.

Pero no fue ella quién le respondió.

-No se puede porque sospechamos que aquí está Divinito.

La mención de aquél nombre lo hizo ponerse rígido, se puso de pie con sus manos sobre el escritorio.

-¿Aquí dónde?

Su mirada ahora era helada, bien podría cortar una hoja de papel solo con mirarla, su respiración era fuerte, esos tres que tenía enfrente lo veían sin saber contestar.

-Es lo que hemos estado intentando buscar.

-¿Intentando?

Su tono de voz cambió, era tranquilo, se acercó hacia la mujer.

-Te pregunté algo.

Se puso frente a ella.

-Sí, señor.

Un golpe resonó por toda la habitación, él le dio un puñetazo en la cara.

La mujer cayó al piso y nadie le ayudó a incorporarse, sangre recorría su mejilla y sus ojos estaban rojos de las lágrimas.

Él caminó hacia un lado, observando por la ventana un amanecer amarrillo rojizo, el día aún no comenzaba, el único sonido que se escuchaba era de aquella mujer sonándose la nariz cada tanto contra su camisa.

-Creo que no he sido lo suficientemente claro con ustedes, o me resuelven este asuntito o lo haré a mi manera, sin importar si se provoca aquí un desmadre.

Eso fue suficiente para que los tres dejaran la habitación, sabían que de su parte, no recibirían un adiós. Cuando cerraron la puerta, escucharon un vidrio romperse pero no hicieron caso de aquello y dejaron el lugar.




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