Halia

Oscuridad

Un golpe resonó en mi cabeza ocasionando que esta duela y me pulse al mismo tiempo, una sola luz me encandila en este pequeño círculo alrededor mío.

Me arrastré como pude y me sostuve la cabeza con ambas manos, decir que estar aquí es una locura, era poco a comparación de lo que sentí cuando desperté de un golpe en el estómago.

El hombre encapuchado sale a la luz, la bata roja no permite que se vean sus pies ya que esta arrastra, sus manos se ven viejas pero no tanto como para tener arrugas. Su rostro no se ve.

Sangre recorre mi cien y lágrimas de mis ojos, sé que no puedo pelear, ya lo intenté pero fui tomada con fuerza por varios brazos fuertes mientras esta persona me golpeo.

Ya me rendí, intenté que hablara y no lo logré, pedí que me dejen en paz y no funcionó al igual que mi intento de defenderme, no traigo mis cuchillos en mis piernas, me siento desnuda a pesar de traer mi bata de dormir.

-Por favor, no sé quienes son pero lo que sea que quieran, no viene de mí.

La voz ronca salió de mí como casi un último suspiro. Siento frío, miedo y mucho coraje, si tan solo tuviera conmigo mis cuchillos, al menos hubiera provocado algo de daño, pero así, y con personas atrás mío en la oscuridad, no hay muchas oportunidades, me tiene sangrada, golpeada y sofocada.

Se acercó a mí, voltee la mirada hacia arriba ya que me encontraba sentada en una orilla contraria a él. Se acercó y me levantó del piso tomándome de la garganta. El aire me faltaba con desesperación, la ansiedad apareció en mí de inmediato y comencé a patalear y agarrar sus manos tratando tontamente de que me soltase.

-Sino tuvieras esta marca, dudaría de ti, de quién eres, pero esta es la marca que me dice que eres la maldita asesina.

Me soltó aventándome hacia otro lado, dentro de la misma luz. Su voz ronca no se me hace conocida. Lo que me tiene sorprendida es que sepa de mi marca en el cuello, esa que siempre tengo oculta hasta para Andrea.

Tosí duramente tratando de que mis pulmones se llenen de aire pero mi garganta arde, siento el sabor de la sangre en ella pero paso saliva rápidamente.

-No sé quién eres o qué quieras pero no lo vas a obtener, menos de esta manera, tendrás que matarme porque no hablaré.

-¿Matarte? ¿De nuevo?

...

Abrí los ojos y me puse de pie rápido, estoy de nuevo en mi habitación, todo está como la última vez que estuve aquí ¿O la última en que me dormí? Fui al baño, mi ropa está bien, no tiene manchas de sangre, no está rota pero mi cuerpo duele, levanto la mandíbula y ahí esa horrible marca blanca y gruesa en el cuello, solo que ahora tiene una ligera marca de dedos rojos.

Comencé a tocarme el cuerpo, mis costillas duelen al respirar mi cabeza me pulsa cuando me agacho pero los típicos mareos por falta de medicina, no están.

Sentí un picor en mi pierna izquierda, levantó mi bata de dormir y me veo una herida pero con las siglas LA, la toco y arde pero no como recién hecha, esto tiene al menos tres días.

Me bajé la bata y aunque mis manos comenzaron a temblar, respiré varias veces. ¿Por qué de nuevo Hassan? ¿No fue lo suficientemente malo la última vez?

Me puse mi uniforme a pesar que mi cuerpo duele, lo siento como si un camión me haya aplastado varias veces, el simple hecho de levantar mis manos para hacerme el moño, hace que mi torso duela.

Abrí el cajón de mi mesita de noche y ahí estaban mis cuchillos, los puse en mis piernas con cuidado en la izquierda, porque aunque no es una herida nueva, escose mucho.

Puse seguro en mi habitación y bajé a buscar a Hassan.

A pesar de la oscuridad y lo poco que alumbra mi linterna, llegué a la cueva, no está, no hay nadie, me acerqué a su mesa donde solo hay una hoja amarillenta y sucia, cuando veo que tiene algo escrito, la tomo en mis manos y la leo.

Si eres tú H, por favor ten cuidado, no debería decirte esto pero estas en problemas. Sino eres H, ya sabes qué pasará. Adiós.

-H

Fruncí el seño ¿Acaso era una despedida?

Doblé la hoja y la guardé, observé a mi alrededor, el sillón no está, las sillas tampoco, los costales viejos y ruidos tampoco se ven por aquí, lo único que hay es una vela por acabarse, no le queda ni quince minutos para que se apague. Solo queda la mesa y la nota. Ver el lugar así me da un escalofrío, como si estuviera yo sola en un lugar no habitado jamás y con poca luz.

Me regresé con la sensación extraña.

Abrí la puerta de la habitación cerrando tras de mí. Cuando lo sentí, fue como cuando bajas un escalón sin saber que este existía, como un vacío, como cuando sueñas que te caes pero esta vez solo se sintió por unos segundos, caminé despacio cuando todo llegó a mí.

Sangre, mi padre, Dylan, Los Águila, mis cuchillos, el Dolch ¿Quién tiene mi Dolch?

Un vago recuerdo, como si de otra vida se trataba, me llegó la voz de Hassan diciendo que él lo tenía. Mi corazón se acelera. El libro negro, tengo que ir por él.

Me giro pero me encuentro con Beatriz.

-Señorita, ya estuvo descansando demasiado, a clases, ahora.




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