Hallazgo

4.2

4.2.
Año 1996
Ucrania. Óblast de Cherkasy

Zoryana volaba sobre el bosque, de vez en cuando sumergiéndose entre las ramas de los árboles, tratando de esconderse de Sashko, que con esmero fingía ser un depredador. Al menos ya no le dejaba arañazos en los hombros. Aunque, precisamente los moretones y arañazos que aparecían en su cuerpo después de las aventuras nocturnas no permitían atribuirlo todo a juegos mentales o alucinaciones colectivas.

Después de un par de semanas de práctica bajo los mordaces comentarios del chico, la chica casi se había adaptado a su nueva forma, había aprendido a batir las alas bastante bien e incluso a disfrutar del proceso. Aunque, a Sashko todavía le tocó salvarla heroicamente varias veces, ya fuera de una caída, de las garras del gato del vecino o de los dientes del mismo Bobik, a quien Zoryana tanto defendía. El malhumorado perro, ya fuera por miedo o por hambre, se lanzó sobre el pequeño mochuelo tan pronto como este cayó cerca. Claro, los pájaros normales no actúan así, pero el perro debería haberlo pensado dos veces antes de abrirle la boca. De inmediato entraron en juego las garras del búho real, que se preocupaba por el destino de su amiga en desgracia (después de todo, ¿quién más lo divertiría tanto?), y Bobik, gimiendo, se metió en su caseta, reconociendo su derrota total.

Yurko había ido a visitar al abuelo Havrylo, desapareciendo durante tres días en "esclavitud", y regresó con la expresión de un mártir y un puñado de cuentos sobre cómo el tesoro brillaba por las noches, a veces estaba maldito, no traía felicidad y, en general, pertenecía al pueblo y al Estado. Sobre los búhos metamorfos, el abuelo ni siquiera tenía idea.

Sashko y Zoryana visitaron a Yurko varias veces de noche, porque él insistía en ver con sus propios ojos a los "cambiaformas", pero la abuela Vira, al notar a los búhos, los ahuyentó con una escoba al grito de "¡Fuera, demonios!" y empezó a vigilar aterrada por la noche frente a la casa para "expulsar a los mensajeros del mal".

Sashko le contó a Zoryana que regularmente veía un destello en el momento en que la chica regresaba a su hogar. Sin embargo, Zoryana no podía ver eso, porque siempre se encontraba en el cuerpo del ave cuando su "compañero" ya la esperaba, sentado en algún árbol cercano. Él también descubrió que, en su tiempo libre de Zoryana, el mochuelo vivía en una casa semiderruida en las afueras del pueblo y se comportaba como un pájaro normal. Estas observaciones eran útiles, pero no explicaban en absoluto por qué había comenzado todo esto ni con qué propósito. Ni siquiera estudiar historias sobre búhos o la descripción de sus vidas ayudó demasiado. Pero a Sashko, al parecer, eso no le preocupaba mucho, porque volar le gustaba sinceramente.

—¡Mira lo que puedo hacer! —gritó el chico y, girando a la derecha, voló sobre el río, para luego lanzarse en picada y elevarse con un pez en las garras.

—¿En serio? ¿No cenaste en casa? —Zoryana rodó los ojos mentalmente.

—Sí cené, pero este cuerpo se lanza solo a la presa. Y además, cuando eres un búho, la comida se siente completamente diferente. ¡Intenta atrapar algo tú también!

—No, gracias. Yurko y yo leímos lo que comen los mochuelos, y ese menú no me entusiasma.

—¿Y qué hay en ese menú?

—Ratones, escarabajos, tijeretas, lombrices, ranas, pequeños pájaros o mariposas.

—Pff, qué cosas más diminutas.

—Mírame, yo misma soy pequeña. No como tú. Además, los búhos reales son más versátiles. Los investigadores han contado que esta rapaz puede cazar 110 especies de mamíferos y 140 especies de aves. O sea, puedes pescar una carpa, zamparte una serpiente, un cangrejo y luego comerte hasta una araña. En la naturaleza, solo tiene un enemigo: el ser humano.

—Ajá, contra un hacha o una escopeta, estas garras no sirven de nada —suspiró Sashko, posándose en una rama de sauce desde la que solían saltar al río Ros durante el día, y comenzó a devorar su pez. —Pero pescar así es increíble. ¡Inténtalo! Comer con el pico también es divertidísimo.

—Sí, claro. Mejor atrápalos y luego cocínalos.
—¿Y cómo los llevo volando? ¿Dónde los guardo?

—Deja un cubo en algún sitio desde la noche y recógelos por la mañana. O simplemente llévalos en las patas. ¿Tengo que enseñarte todo? Llama a Yurko para que se una a este tipo de pesca, le encantará.
—Mmm, no es mala idea. Tendré que intentarlo —dijo Sashko, rascándose el pico con una garra.

Algo brilló y Zoryana giró la cabeza hacia la luz. Parecía que una tormenta se acercaba rápidamente a su pueblo. Una nube negra emergía desde el bosque, anunciando su llegada con relámpagos y, por ahora, un trueno apenas audible.

—¿Y qué? ¿Nos probamos como dioses del trueno? —bromeó Sashko, sacudiendo su cabeza orejuda de forma graciosa.
—No me imagino este experimento —respondió la chica, observando pensativa la estepa ante ella. La vista de un búho era increíblemente aguda y, incluso con la tenue luz de las estrellas, le permitía ver con claridad.

Otro trueno retumbó, golpeando desagradablemente sus sensibles oídos nocturnos. Zoryana no quería mojarse, pero para cuando su amigo terminó con su pez, la nube ya había cubierto los barrancos. Y cuando los pájaros volvían al pueblo, el viento trajo las primeras gotas.

La lluvia ya repiqueteaba en las alas de Zoryana cuando algo brilló cerca y un estruendo la ensordeció. Se sobresaltó y se aferró a la primera rama que encontró, viendo con horror que un rayo había golpeado un gran pino, haciéndolo explotar desde dentro. Trozos de ramas y corteza salieron despedidos, y luego, parte de la copa del árbol cayó al suelo.



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En el texto hay: vida, aventuras, mistica

Editado: 14.03.2025

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