6.2.

§§§

Luz… Una gran hoguera.

Junto a ella, una mujer. Canosa, anciana, con ojos sabios y atentos, vestida con una túnica clara adornada con un complicado ornamento, con trenzas entrelazadas con hierbas florecidas. Extiende la mano y toca la cabeza de Zoryana.

— Te nombro… Mochuelo — declaró solemnemente la mujer, y la hoguera a su espalda adquirió un tono azul y estalló casi hasta el cielo…
La mujer dio un paso atrás e hizo un gesto invitador con la mano.

— Ahora tienes derecho a intentar sostener la voluntad en su forma más pura…

Zoryana se levantó y avanzó con decisión hacia la inusual hoguera en la que, sobre un pedestal de piedra oscura, brillaba como una estrella azul el colgante familiar. Ella se acercó más y extendió la mano. Sus dedos temblaban levemente, pero atravesaron el fuego y tocaron la piedra helada como el hielo. Al principio, su mano fue como golpeada por una corriente eléctrica, pero la joven se contuvo de apartar los dedos, y en un instante la piedra se calentó y el fuego alrededor de ella se disipó. La joven extrajo con firmeza el colgante, que brilló como una estrella en su mano levantada.

— La Estrella de la Estepa la ha reconocido… — exhaló la multitud con asombro.

Una casa de madera.

Las paredes cubiertas de hierbas, una pesada mesa de roble, bancos, y bajo el techo, una extraña construcción de astas de ciervo con velas encendidas. En la esquina derecha, casi oculto por las sombras, un gran búho observa con ojos brillantes.

Un hombre está sentado a la mesa. Alto, delgado, con penetrantes ojos negros, largos bigotes grises y el mentón afeitado. La mira atentamente, intentando una vez más convencerla de su razón.

— La "Estrella de la Estepa" te ha reconocido como su dueña, así que acepta tu destino…

— La "Estrella" es mi destino, pero no él…

— Si te niegas, tu camino será muy, muy largo.

— Pero será mi camino.

— La "Estrella de la Estepa" sigue siendo parte de él. Desde tiempos antiguos ha sido el amuleto y la ayuda de nuestra estirpe.

— Me ha elegido a mí, lo que significa que su confianza en tu estirpe se ha agotado.

— Piensa otra vez. Nuestra estirpe tiene el poder de someterla.

— Alguna vez dijiste que la "Estrella de la Estepa" respeta las almas sinceras y los corazones puros. Entonces, ¿por qué someterla? ¿Tal vez me ha elegido precisamente porque ustedes la limitan y la usan para mantener el poder?

— ¡Muchacha insolente! ¿Qué sabes tú sobre el poder, sobre la responsabilidad?

— Menos que tú, sin duda, pero estoy segura de que unas alas rotas en pleno vuelo son mejor destino que vivir toda una vida sin haber intentado alzar el vuelo.

— La arrogancia de la juventud… Vete y piensa. Aún tienes tiempo de tomar la decisión correcta. La voluntad que no se comparte con nadie es una maldición.

— Difícilmente peor que una jaula con un esposo sin alma y sin amor…

Noche. La estepa.

Un bosque en el borde de un barranco. La luz de la luna baña el espacio frente a los majestuosos árboles, pero dos hombres se mueven en la sombra, dificultando verlos con claridad.

Ella está atada. Estirando el cuello y frotando con esfuerzo la cuerda contra una piedra, intenta distinguir quién está ganando en el feroz combate.

Un salto de una sombra alta, el grito de un búho, un destello de acero y uno de los hombres cae.

Un dolor atraviesa su corazón con la certeza de quién ha sido asesinado…

— ¡No! — su grito desgarrador se extiende por la vasta estepa, asusta a las bestias nocturnas y se pierde en el barranco…

Desde la rama de un roble, una pequeña lechuza se lanza en vuelo…