Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

2. Depresión post-expulsión.

 

          ¿Para que necesito despertador si tengo a estas dos abominaciones?

          —Juro por Dios que voy a asesinarlos —el primer reflejo que tengo es rodar hasta caer sobre el suelo cubierto de alfombra peluda, tan rápido como lo puede hacer alguien que recién acaba de abrir sus ojos, o sea, con una agilidad similar a un pez nadando fuera del agua.

          Me lanzo con complejo de Superman, y aunque me golpeo la cara contra el piso logro sostenerlos a cada uno por un pie, así que caen también, con sus infernales risitas.

          Luchan por escapar de mí, pero me arrastro hasta estar sobre ambos. Se revuelcan, agitando sus cabellitos rubios, mientras sus caritas pálidas enrojecen de la risa y sus ojos verdes están entre cerrados. Charlie y Cameron son una pesadilla, después de que mi madre se casara con Bruce estas dos alimañas nacieron y vinieron desde las entrañas del infierno solamente para fastidiarme la vida.

          Es sin duda obra del karma. Yo le jodo la vida a mi madre y ellos me la joden a mí, lo peor, es que ellos sí se parecen a ella. Son dos diablillos con mucha jodida suerte.

          Miro a mi alrededor para darme cuenta de que han vuelto a pintar en mis paredes, la alfombra se ha llevado una buena parte de pintura también, eso sin hablar de mi gavetero y de las cobijas de mi cama.

Maldito hijo de…

          Cameron me da una patada justo en el estómago y sale de debajo de mí, con esa risa chillona que solo puede tener un niño de cuatro años.

          —¡Vuelve aquí, escoria! —suelto como puedo, es pequeño, pero me ha dejado sin aire.

          Abre la puerta y sale corriendo, mientras tanto, Cameron intenta hacer lo mismo, se resbala hasta que queda fuera de mi alcance y se arrastra para seguir a su hermano.

          Respiro hondo y salto hasta él. Se ríe como loco mientras lo giro en el suelo, hasta que estamos cara a cara, con el torso en el corredor y las piernas aun en el cuarto.

          —Escúchame bien, fruto del averno, no te quiero ni a ti ni a tu clon haciendo desastres en mi cuarto ¡Estoy cansada de repetirlo! Y esto es lo que va a pasar —pongo mis manos en sus hombros, calvándolo al suelo, aunque no lo suficiente como para lastimarlo. Aunque ganas no me faltan —, vuelvan a entrar aquí y los decapitaré —se sigue riendo—, ah ¿Te parece gracioso? Luego de que los decapite les sacaré los intestinos y haré que sus cabezas se los coman, malditos mini monstruos.

          El bastardo me escupe en la cara, me pega un rodillazo casi tan atinado como su hermano y se escapa por igual, sonando sus asquerosos piecitos en el piso de mármol pulido.

          Espero ambos resbalen y mueran.

          Me recuesto boca arriba en medio del pasillo frente a mi recamara, limpiándome con el antebrazo, oficialmente derrotada.

          —Tengo miedo de preguntar qué haces —ruedo un poco la cabeza, y después de quitarme el cabello alborotado de la cara puedo ver a Wyatt saliendo de la recámara de los engendros.

          —Ah, con que tú los invocaste y los mandaste a joderme la vida —entorno los ojos—, por cierto, no eres nada lindo desde este ángulo —miento, claro que lo es, no entiendo por qué trabaja aquí cuando podría ser modelo si quisiera.

          —Pir cirti, ni iris nidi lindi disdi isti ingili. —repite con una mueca—lo dice la que está en el suelo, en piyamas, despeinada y le apesta la boca.

          —No puedes saber si me apesta la boca desde ahí.

          —Créeme, ya siento que me voy a desmayar.

          Cruza sus brazos y la camisa blanca se aprieta sobre su pecho. Suspiro y vuelvo a mirar hacia arriba.

          —¿Has visto a tus hermanos? Tienen que bajar a desayunar. —dice, mientras me rodea.

          El tacón bajo de sus zapatos resuena hasta quedar justo sobre mi cabeza. Se inclina un poco y me mira, aun con los brazos cruzados.

          Señalo las escaleras, sin más.

          Se dispone a desaparecer de mi vista, pero antes se detiene unos pasos a la distancia.

          —Casi lo olvido, te felicito —vuelvo a rodar la cabeza para mirarlo. Él se gira sobre sus propios pies hasta que quedamos frente a frente, o algo así.

          —¿Por?

          —Resulta que esta casa es muy grande y las paredes son delgadas. Oficialmente nadie quiere recibirte, ningún instituto para señoritas quiere a Jorden Jones.

          Abro la boca impresionada, y luego eso se convierte en una sonrisa—¡No me jodas! Tienes que estar jugando.

          Aunque claramente intenta contenerlo, se asoma en su boca una media sonrisa.

          —No lo hago —levanta una ceja—, tu madre estuvo tratando de conseguirte algo desde anoche, y nada, solo mencionaba tu nombre y simplemente colgaban el teléfono. Eres una leyenda.

          —Shit —dejo salir una risa.

          —Sí, eres un monstruo.  —dice.




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