Que un chico preocupantemente guapo me vea como si fuera a matarme, mientras un vagabundo ebrio que huele a vómito, ronca y balbucea cosas sin sentido junto a la bacinica, en esta celda fría y hedionda no es exactamente una escena que tenga en el top diez de mis fantasías sexuales.
Lo primero que quiero decir es, que no soy totalmente culpable de que esté aquí, aunque él me mira como si sí. Me mira como si fuese posible exprimirme hasta sacarme las entrañas solamente con observarme de esa forma. ¡Pues no, mi querido amigo! No puedes, aunque no diré eso en voz alta, pues la realidad es que temo por mi vida.
¿Alguien me puede explicar por qué este desconocido y yo estamos compartiendo celda? Ah, y el vagabundo, no olvidemos al vagabundo.
Le doy una sonrisa con todos mis dientes, más bien una patética mueca que puedo dar por hecho lo enoja todavía más. Por la cara que tiene podría ser un asesino psicópata saca tripas, así que más me vale hacer las paces ahora.
—Te…te compraré otra, no te preocupes —balbuceo, señalando su camiseta medio calcinada y llena de polvo de colores, aunque yo no estoy muy diferente.
Ambos parecemos salidos de alguna clase de marcha del orgullo lgbt, o tal vez que fuimos escupidos por un unicornio explosivo. La primera es más creíble.
Lo veo morderse la parte interna de los labios, en su cuello se le tensan los tendones y con ellos los tatuajes que le cubren la piel. Se comienza a hurgar el bolsillo de lo que le queda de chaqueta casi con entusiasmo.
Ay no, no, no. Va a sacar un cuchillo, un arma, un taladro, una sierra mecánica, la cosa es que este tipo me va a matar y no puedo permitirlo. Me rehúso a morir en esta jaula y mucho menos junto a la bacinica cagada. Juicio tengo poco, pero de dignidad aún me queda algo, creo.
Al final termina por sacar una cosa negra que me sube el corazón hasta la garganta, pero para mi suerte voy a vivir un poco más, pues es solo un teléfono. Le mete los auriculares y busca su lista de reproducción, todo eso sin dejar de mirarme.
Segundos más tarde se pone los audífonos, se recuesta en el banco de piedra, me da la espalda y sube su música al máximo. Hasta aquí puedo escuchar a Guns N' Roses con Welcome To The Jungle, es su demostración de mírame, soy un chico sexy, malo y muy oscuro.
¿Por qué de ley a los chicos malos les tiene que gustar el rock pesado? Luego no quieren que los metan a todos en el mismo saco, bueno amigo ¿has intentado escuchar pop alguna vez, o yo que sé, Barney y sus amigos? Digo, para variar.
Escucho que la puerta se abre, más tarde aparece un oficial, sosteniendo dos servicios de hamburguesa con triple carne, doble queso y mucha mayonesa, podría olfatearlo donde sea.
El tipo lanza las llaves de la patrulla sobre el escritorio, pone ambas bolsas sobre la mesa y se propone sentarse, eso es hasta que me ve.
—¿Jorden?
—Hey, Pit. —muevo mi mano en el aire para saludarlo.
Oficial Peter Walsh, 31 años, un metro sesenta y ocho. 2 hijos, Mary y Josh, y una esposa que estoy segura no se alegraría de verlo comerse esas hamburguesas. Su doctor, Greg, tampoco estaría muy contento, pero él mentirá en la próxima cita.
Toda esa no es más que la información recolectada en la interesante cantidad de veces que he estado de este lado de las rejas por delitos menores.
—¿Qué haces aquí? Y ¿Qué te pasó? —me mira de arriba abajo y de regreso, después mira al chico recostado, al vagabundo y de nuevo a mí, como si con solo vernos pudiera entender.
—Larga historia.
—Pues tengo tiempo. —dice.
Arrastra la silla giratoria hasta el otro lado de la mesa, se sienta en ella y comienza a abrir sus hamburguesas.
—Pues digamos que tuve un pequeño accidente con unos fuegos artificiales en el centro.
—¡¿La inauguración en el centro?! —se sobresalta.
Yo me encojo de hombros.
—¡Ups!
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Horas antes.
Tengo la teoría de que el karma se regresa bajo cualquier circunstancia, incluso si las cosas malas las hiciste en tu otra vida vas a pagar por ellas; y me pregunto ¿Qué es eso tan terrible que he hecho para merecer esto? ¿Ahogué un perrito? ¿Sacrifiqué un bebe al dios oscuro? ¿Pateé a una embarazada? ¿Empujé a una anciana?
—¡Cameron, vuelve aquí en este instante! —le grito, mientras hago malabares para que ninguna bolsa se caiga al suelo.
Ni puto caso, solo a mí se me ocurre esperar que este anormal me obedezca. Él sigue persiguiendo a las palomas, como si ellas tuvieran culpa de algo.
—Déjalas en paz ¿no ves que no les agradas? Es que eres feo y malcriado —si me pagaran por insultarlos me compraría un yate—¿No me piensas ayudar? —detrás de todas las fundas apenas puedo ver a Wyatt con Charlie en brazos, mientras se come un helado.