La cama tiembla, y no, no es un terremoto, pero ojalá lo fuera.
Escucho sus maquiavélicas risitas venir de alguna esquina del colchón, aunque no logro identificar de cual.
—Niños, bájense de la cama —me quejo mientras tiro de la cobija para taparme la cara de los rayos del sol—, ¿Cuántas veces les tengo que decir que no los quiero en mi cuarto? —más que un regaño es un suspiro, me pesa la lengua.
Nada, solo más risas descaradas.
Hay un sonidito cerca de mi cabeza, uno que creo reconocer pero no del todo. Esta vez, no es viscoso, como cuando meten las manos en pintura y las arrastran por mis paredes, es claramente el filo de unas tijeras, estos hijos del demonio deben estar cortando mis sabanas, mis cortinas, mi ropa, mi alfombra o tal vez…todo lo antes mencionado.
Me olvido por completo del infernal dolor de cabeza y del sueño que tengo hasta en los huesos y me levanto de un salto.
—¡Ustedes, malditos renacuajos! ¡¿Por qué no entienden?! —los dos se echan para atrás en cuanto me ven.
Aprietan los labios para contener sus risas de dientes de leche y esconden las manos detrás.
Miro a mi alrededor. Todo está intacto.
Tengo autentico miedo. Siempre que estos niños entran aquí es con algún plan macabro en la mente.
Entorno los ojos y miro a Charlie, después a Cameron y viceversa.
—¿Qué hicieron, ah?
Si pudiera extirparle sus minúsculos cerebritos y abrirlos para saber la respuesta lo haría…bueno, no, de hecho lo haría por simple placer.
Cameron es el primero en explotar en una carcajada. Se quita las manos de estrás y se las pone sobre los labios, pero aún está empuñando alguna cosa que no reconozco de momento.
Vuelvo a entornar los ojos, sospechosa.
—¿Qué tienes ahí, maldito engendro?
Le tomo la mano rápidamente y le abro el puño aunque se resiste, pero la risa le puede, así que no me cuesta mucho trabajo.
—¿De quién es este…
Tengo una especie de click mental. Los aparto de mi camino de literalmente una patada, caen al suelo en un golpe sordo. Sé que aterrizaron sobre la alfombra acojinada pero si se hubiesen roto el cuello hubiese sido todo un triunfo.
Aunque tengo un mal presentimiento que me revuelve las tripas y me provoca ganas de cagar me arrastro sobre el colchón para ver mi propio reflejo.
—No —suspiro—, nooooo, no, no, no, no, no, no, no, no, no, ¡NO!
Apenas me doy cuenta de cómo los mechones de mi cabello están desparramados en el suelo, sobre la alfombra, sobre la cama y encima de mis hombros.
Lo que queda sobre mi cabeza es sencillamente ridículo.
—¡Hoy se mueren! —grito.
Me lanzo hacia ellos impulsada por una rabia que es como un palo metido en el culo. Empieza una persecución sin demasiada estrategia para atapar a estos dos mini monstruos.
Por más que intento dar con uno de ellos no lo consigo. Son dos apestosas ratitas bastante escurridizas.
Lo que más me molesta son sus risas, ellos lo disfrutan, jugar con mi estabilidad mental es su entretenimiento favorito.
Arrastro el brazo de un lado al otro intentando sacar a Charlie de debajo de mi cama, mientras Cameron me pica una teta con las tijeras.
—¡El aborto es legal para no traer desgracias como ustedes al mundo! —gruño, aun sin poder atraparlos—, debí envenenar a Janna mientras estaba embarazada de ustedes.
Escucho a uno de ellos deslizarse.
Salto sobre la cama.
Mis habilidades de ninja me permiten coger un almohadón enorme, lanzarlo en su dirección y atinarlo a la primera. El mostruito y el cojín salen disparados de la habitación.
Cameron no se mueve después del golpe.
Finalmente lo maté. Es lo primero que me viene a la mente.
En ese momento Charlie también sale del cuarto.
—¡Vuelve aquí, maldito, eres el siguiente!
Cameron, el maldito mocoso inmortal se levanta como si nada y se escabulle por las escaleras.
No saldrán con vida de esta, lo juro.
Brinco fuera de la habitación. Ya no están en mi rango de visión de hermana asesina pero les escucho correr en alguna parte de la casa.
—Pero que carajos…
—¡Tú cierra la puta boca! —rujo—, ni una palabra.
Wyatt me mira con los ojos bien abiertos, está congelado como una estatua, mientras lo señalo amenazantemente con el dedo.