Esta mañana me he levantado con una adivinanza en la cabeza.
Hay de distintos tamaños, formas y colores, pero comparten el cuelgue, la flacidez, el encogimiento y la textura arrugada, más los dos amigos redondos que siempre les acompañan... ¿saben lo que es? A que no le atinan.
Sé que no lograron dar con la respuesta, pero yo se los diré.
Es un pene. El pene de Landon, para ser más específica.
Hay quienes se levantan por las mañanas y ven los pájaros cantar a través de la ventana; por otro lado, yo veo el pajarito de Landon balanceándose de arriba abajo y de un lado al otro. La diferencia es evidente.
¿Alguien sabe de alguna persona que haga abdominales y sentadillas en plena madrugada completamente en pelotas? Pues Landon lo hace, se los presento.
Me cubro la cabeza con una almohada. Apenas he podido pegar ojo, digo, uno no puede dormir tranquilo en una especie de cárcel repleta de potenciales delincuentes y asesinos, empezando por ahí.
La cama se remenea, Axton debe estar bajando de la suya y de pronto una serie de imágenes me rondan en la cabeza. ¿Estará en pelotas él también? Será una especie de ritual para comenzar el día que tienen aquí. ¿Tendrá el pene de Axton una matita negra alrededor como el de Landon? Digo, en su caso sería una peluquita rubia o yo que sé. O será de los que se depilan hasta que parece un pollo desplumado...
Pero la pregunta realmente importante es: ¿Por qué de pronto estoy pensando en el pene de Axton?
El pene de Axton no me interesa, el pene de Axton no es de mi incumbencia y por favor Jorden jones deja de usar la palabra pene de una buena vez por todas.
—Eh, novato —siento una mano que me remenea por la espalda—, arriba.
Balbuceo alguna cosa que yo misma no entiendo y abro un espacio bajo la almohada para ver quien me habla. Estoy tan adormilada que me cuesta mantenerme en la realidad. La voz de ese chico castaño de ojos aceituna parece lejana y su rostro se aclara y se emborrona mientras está inclinado a la altura de este cuerpo que siento pesado como saco de papas.
—No se despierta —le dice a alguien que está parado a su lado, detrás de ambos se nota la silueta del cuerpo desnudo de Landon que sube y baja, sube y baja.
—Novato, arriba, vamos —dice una voz áspera que ya reconozco mientras da unas fuertes palmadas sobre el colchón.
Novato yo. Estos sí que son unos novatos si piensan que unos golpecitos van a despertarme. Cuando duermo dejo de ser yo, si tengo demasiado sueño, como es el caso, no me despierta ni un taladro junto a mi oído.
Fastidiada, saco la cabeza de la almohada y echo un vistazo a la ventana. Apenas se puede ver nada por lo oscuro que está afuera, los grillos aun cantan y toda la cosa. Tiro una mirada al triste reloj a lo alto de la pared al que ya se le han caído varios números. Cuatro quince de la mañana.
Arrugo la cara y la dejo caer sobre el colchón nuevamente.
—¿Que mierda les pasa, ah? ¿Se volvieron locos? —me quejo.
Volteo la cabeza hacia la pared y me tapo con la sabana de pies a cabeza.
Uno de los dos suspira y los siento alejarse de mí.
—Que conste que te lo advertimos.
Finalmente me dejan en paz.
Hay algo más de movimiento de cajones y puertas y luego, cuando vuelvo a dar una mirada al cuarto ya no está ni el chico castaño, ni Axton ni las pelotas de Landon, lo que me hace muy feliz.
No me queda claro si ha pasado un día, medio mes o unas horas, pero se sienten como apenas unos segundos.
La puerta se vuelve a abrir.
Un baño de agua casi congelada me toma por sorpresa, todos mis sentidos vuelven de golpe. Ruedo hacia la derecha envuelta en la sabana ahora empapada y termino de cara al suelo en un golpe sordo.
Escucho que bajan el balde, pero después recibo otra descarga que me baña desde la espalda, agua caliente.
Me doy la vuelta como puedo mientras aun cae el agua tibia sobre mi cabeza.
No, esto no es agua, esto es.
Palpo la mesita de noche que está a mi espalda, cojo los anteojos y me los pongo. Aunque no los necesito realmente ya me he acostumbrado a llevarlos encima, como parte del personaje supongo.
—¡¿Qué diablos les pasa?! —grito.
Toda yo estoy empapada de agua y lo que sin duda huele fuertemente a orina.
Me invaden las arcadas.
—Arriba, no hay tiempo para eso —me dice Axton, mientras Landon y el otro chico me levantan cada uno de un brazo.
El del cabello marrón al menos intenta disimular la risa, pero Landon realmente disfruta este momento.
Cuando salimos, o más bien cuando me sacan al corredor, hay una cantidad bastante grande de chicos, todos con pantalones grises y camisetas blancas holgadas, trotando en filas hacia las escaleras.
Los que me pasan por el lado arrugan la cara, me dan un vistazo rápido de completo desprecio y hasta forman una curva con tal de esquivarme.
—A formación, novato, que vamos tarde—dice Landon.
Me da un empujón hacia el medio del pasillo hasta que estoy en una de las filas, la misma que se rompe desde que estoy en ella.
Ni siquiera recuerdo como se camina y aun no termino de procesar lo que pasa, pero respirando agitadamente busco la manera de salirme de entre el tumulto.
—Qué mala suerte —opina una voz detrás mío, una voz que recuerdo, aunque vagamente—, ¿Sabanas pegadas?
Me volteo torpemente para ver quien me habla.
Seth, el asiático de anoche me toma de hombros y me endereza en la fila. Gracias a él empiezo a trotar más o menos equilibrada, pero eso es solo porque sus manos me impulsan por la espalda.