El movimiento de las manecillas del reloj es el único sonido en todo el cuarto y honestamente eso me asusta. Shawn y yo estamos sentados en los muebles frente al escritorio, mientras que la madre Aurora está del otro lado de la mesa, mirándonos con los brazos cruzados.
—Esa no es una buena forma de comenzar aquí —empieza la mujer, después de haber estado totalmente en silencio, analizando nuestras caras.
Pues no señora, a diferencia de la creencia popular, yo tampoco considero que vomitar papel desintegrado sobre las manos de alguien sea precisamente una buena tarjeta de presentación, aunque si lo que quieres es no ser olvidado, supongo que va de maravilla una táctica del estilo.
No digo ni media palabra.
—Madre Aurora, no ha sido intencional, nosotros... —Shawn es el que interviene en mi lugar.
La religiosa levanta su mano y eso representa un rotundo cierra el puto hocico para Shawn.
—Señor Prichard, estoy muy impresionada con su actitud —le dice ella.
Shawn se deja caer en la silla nuevamente y se encoje de hombros.
—Su deber como antiguo estudiante de este centro es orientar, principalmente, a los nuevos; no ser partícipe de las fechorías.
—Madre Aurora, le juro por Dios que... —es como si Shawn no pudiera evitar exaltarse, pues cada vez que intenta interponerse en la conversación se recarga de los posa brazos y se eleva un poco del asiento.
—¡Jovencito! —ella lo vuelve a interrumpir—¡nada de jurarme cosas, mucho menos pronunciar el nombre del señor en vano! '
Shawn se vuelve a dejar caer. La señora también se calma.
—Ha sido un estudiante ejemplar todos estos años, ¿Por qué empezar a meterse en problemas a estas alturas? —los ojos de la mujer se pasean con dureza sobre él— ¿Qué diría tu padre? ¿Crees que estaría contento?
En cuestión de segundos a él le cambia la cara, su expresión pasa de indignación a sorpresa y viceversa; después intenta abrir la boca para decir algo pero se traga las palabras con tanta fuerza que casi veo las letras bajando por su garganta.
Todo él se tensa y regresa a su posición anterior.
—Y usted, señor Jones —una corriente me recorre la columna al escucharla mencionarme.
Paso de ser un total cero a la izquierda en esta conversación a estar totalmente paralizada bajo la mirada acusatoria de la madre Aurora.
—¿Qué es lo que tiene para decir sobre su actitud? —sigue.
¿Qué pasaría si yo respondiera a esa pregunta? ¿Y si mi voz me delata?
Una cosa es estar frente a tipos malitos de la cabeza que no identificarían una vagina ni teniéndola en la boca, pero ¿Qué hay de esta mujer?
¿Me delataría si hablara?
—¡Dígame! —exige, toda yo me estremezco.
Abro la boca para decir algo pero otra cosa que se abre en ese preciso momento es la puerta.
Ella mira hacia la entrada, yo me giro un poco para ver de quien se trata y Shawn ha estado con el ceño fruncido desde que la mujer le mencionó a su padre, así que no parece interesarle nada más.
—Oh, discúlpeme ¿está ocupada? —Sor Beatrice mete la cabeza por la puerta entreabierta.
Aurora suelta un suspiro.
—No, pasa por favor.
Finalmente dentro podemos verla cubierta de polvo, mientras abraza una caja de trofeos y papeles. Sus brazos están un poco rasguñados y tiene rastros de sangre.
Aurora la mira de arriba hacia abajo con los ojos bien abiertos mientras rodea el escritorio.
Ambas se encuentras a nuestro lado, la mayor le quita la caja de las manos, la pone sobre la mesa y se regresa para ver las heridas más de cerca.
—¡¿Qué sucedió? —pregunta.
—Fue la bodega del ala sur —responde Beatrice—, parece que las repisas ya estaban muy podridas y se desplomaron de solo tocarlas.
—¡Por todos los cielos! —exclama Aurora—pero, ¿Qué hacías tú allí? No hemos abierto ese cuarto en años.
Sor Beatrice guarda unos segundos de silencio. Al mirar a su lado, mientras la madre Aurora continúa inspeccionando sus heridas, se da cuenta de que Shawn y yo estamos allí, bueno, más yo que Shawn, porque él ha dejado de prestarnos atención hace tiempo.
Su mirada se posa en mi cara.
—Estaba...buscando algo —murmura. Ella y la otra se ven al rostro—, el lugar quedó hecho un completo desastre, tuve suerte de no quedar del todo atrapada entre los escombros.
—Que milagro —comenta Aurora.
—Sí, pero no sé cómo haremos para arreglarlo, hay mucho que limpiar y cosas que salvar —señala la caja sobre el escritorio—, solo pude traer esto conmigo, son algunos de los trofeos y certificados de las generaciones pasadas.
—Esa es nuestra menor preocupación ahora mismo —dice Aurora—, encontraremos como resolverlo.
Beatrice le sonríe ligeramente.
Nos vuelve a mirar.
Hay una cosa en esta mujer que no me da buena espina, jamás he sido una fanática de los símbolos religiosos—creo que hasta me causan un poco de trauma, para ser honesta—pero no tiene que ver con eso, es esa mirada suya, como si supiera algo que nadie mas sabe y se siente superior por eso.
—¿Qué hacen ellos aquí? ¿Metiéndose en problemas otra vez? —pregunta.
Me volteo rápidamente como si no fuera la reina del chisme y no hubiese estado escuchando cada detalle de su conversación hasta este momento.
—¿Como que otra vez...? —habla Aurora.
Beatrice asiente.
—Esta mañana han llegado tarde a la clase del maestro Kast —le cuenta.