Hemos esperado junto a la puerta de la enfermería unos veinte minutos en los que Shawn no ha dicho ni media palabra y yo tampoco he mencionado nada. Finalmente Sor Beatrice sale y nos mira a ambos sentados en los asientos del corredor.
Ahí está esa mirada otra vez, pero por alguna razón a mí es a la única persona a la que observa de esa manera; con los otros es dura, con la madre Aurora es hasta simpática o al menos dócil, pero conmigo, a mí me mira siempre como si pudiera ver mi alma. Yo solo le advierto que ese es un lugar muy oscuro, en el monasterio a usted no la prepararon para tratar con entes malignos de mi nivel.
—Síganme —ordena.
Caminamos detrás de ella hasta que llegamos a la famosa bodega, un cuarto alejado de los salones clases, junto al salón de actos.
—Me tienes que estar jodiendo... —suspiro muy bajo al ver el interior.
Empiezo a creer seriamente que estas malditas monjas pretenden ahorrar dinero en empleados haciendo que nosotros estemos limpiando los rincones más desastrosos de este lugar a cambio de absolutamente nada.
Esto no luce como unas simple repisas que se cayeron, por aquí indudablemente pasó una manada de elefantes y pisoteó todo. Un estante calló contra el otro ya si hasta formar un efecto dominó, los cuadros de las paredes se desplomaron y los aparadores de trofeos se hicieron añicos.
—Sé que no podrán terminarlo hoy, así que empezarán recolectando la madera de este lado y organizando todo lo que encuentren debajo en esas cajas —señala la pila de cajas recargadas de la puerta.
¿Esta me vio cara de sirvienta o qué? No limpio del todo en casa y pretende que me enfrente a esta ruina, porque le sale de sus ovarios cristianos.
Tengo muchas intenciones de quejarme pero la actitud de Shawn me distrae. No intenta defenderse, ni siquiera parece interesado en lo que pasa. Se llena el pecho de aire y se mete al cuarto poco iluminado.
Le doy una mirada cortante a la monja antes de seguirlo y ella levanta una ceja, me da la impresión de que hasta intenta retarme, pero lo dejaré pasar esta vez, principalmente porque el asesinato es un delito...al menos si te descubren.
Ella desaparece detrás de nosotros.
—Esto es un cagadero —suspiro.
Ni siquiera tenemos una idea de por dónde comenzar así que nos quedamos unos segundos a la orilla del caos analizando la situación; un rato más tarde Shawn empieza a levantar el primer trozo de madera.
Aunque esto me apetece poco, empiezo a hacer lo mismo.
* * *
La tención en el ambiente es tan densa que si yo me levantara en este momento me golpearía la cabeza con ella. Después de un rato hemos conseguido quitar las tablas de esta área y alcanzar a ver documentos, cuadros rotos y trofeos. Shawn estira el brazo para alcanzar una de las cajas y la pone en medio de ambos.
Después barre algo de polvo y escombros con la mano, para hacerse un lugar en el suelo donde poder sentarse y yo hago lo mismo.
Me pregunto porque un comentario como el que le hizo la madre Aurora lo ha dejado de esta forma. Quiero decir ¿Cuántas veces no he escuchado el típico "¿que diría tu madre sobre esto que has hecho?" y me ha valido tres hectáreas de excremento?
Cuando Shawn levanta la mirada y me ve directo a los ojos, es en ese momento cuando apenas recuerdo que ya llevo un tiempo mirándolo sospechosamente.
Con mis habilidades de disimulo en un cero por ciento aparto la vista, eso lo hace volver a sonreír un poco.
—Los siento —dice en voz baja.
Levanto la mirada nuevamente, con el ceño un poco fruncido.
Él sigue enfocado en lo que hace, o tal vez solo huye del contacto visual.
—¿Por qué?
—Por hacer incomoda la situación incómoda allá.
Termino de juntar las cejas por completo.
—Disculpa pero... —me señalo el rostro al tiempo que él levanta la cabeza— ¿Se lo dices al que vomitó en las manos de la maestra? Yo si que sé de hacer situaciones incómodas.
Se le sale una risa. Shawn es un chico fácil de hacer reír y empiezo a sentirlo extraño si no lo está haciendo.
Sonrío.
—Tienes razón, eres el dios de las vergüenzas.
—Gracias, gracias, es un don —le guiño un ojo.
Aprieta los labios y sus mejillas se colorean un poco.
Contengo las ganas de lanzarme a él y pellizcarle esos cachetes gorditos, rosados y con un par de lunares perfectamente situados.
Otra vez el silencio, pero la tensión se ha disipado casi por completo.
Volvemos a lo que hacíamos.
—Entonces tu padre...murió —comento sin parar de sacudir papeles y meterlos en la caja.
—Algo así —hay un rastro de amargura en su voz.
—Es un zombi, en ese caso —agrego.
Nos miramos, él estalla en una carcajada momentánea.
—¿Por qué exactamente? —pregunta.
—Porque hasta donde ya sé la gente no puede estar medio muerta o medio viva. —ruedo los ojos.
—Eso es verdad —asiente sin dejar de sonreír. Suspira después de serenarse y hace un mohín—, mi padre está vivo, aunque no sé cuál sería la diferencia.
Lo que en resumidas cuentas significa que es una mierda, claro.
—¿Y tú? —habla después de ver que me quedo callada—, ¿Qué clase de padre tienes? Si estás aquí es porque el tuyo tampoco es lo mejor, voy a suponer.
—Mi padre es un hijo de la gran puta y sin dudarlo se lo diría si lo conociera —levanto una ceja.
—Entiendo —murmura—, que envidia.
Se me sale una risita con su comentario.