Mientras lanzo patadas y puñetazos a Wyatt—las cuales no consigo atinar a su cara puesto que es más ágil de lo que pensé—Camille solo disfruta del espectáculo y luego la pantalla de su teléfono se ilumina.
—¡Eres un imbécil, que sepas que no te extrañé ni un poco! —alego mientras intento treparme en él.
—Yo sí que no te extrañé ¿Quién iba a extrañar a una maldita loca como tú —responde mientras se intenta zafar de mí.
Camille suelta un pequeño gemido de emoción; levanta la mirada por un momento, bufa y después sigue texteando.
—Si lo que quieren es echar un polvo me puedo salir, eh —se ríe—, mientras no les moleste el cuerpo de papá.
—¿Con quién? ¿Con esta desquiciada? —Wyatt me da la vuelta y me hace una llave que me deja incapacitada de seguirlo golpeando—, no gracias, aprecio mi pene.
Me dobla un poco más el brazo detrás de la espalda y yo chillo entre los dientes.
—Sí, mejor que sepas lo que te conviene —gruño.
Empiezo a creer que tal vez Wyatt sí llegó a dar al menos un bocado del guiso del tío Conall, solo así llegaría a entender por qué anda tan pesadito.
Me remeneo para que me suelte, hasta que finalmente me deja y me voy de cara contra la alfombra, aunque eso no significa que él haya ganado.
Le doy una última patada y después le muestro el dedo.
Él me mira desde arriba, suelta una sonrisa diabólicamente atractiva y bajo la luz tenue de las lámparas en las paredes las mejillas se le colorean ligeramente.
—Quita esa cara Wyatt —le ordeno—, o yo te la quitaré.
Camille se ubica a su lado y ahora ambos me miran.
—Jorden, ¿podrías...cerrar las patas? —Wyatt aparte la mirada con malicia en el rostro.
—Sí, cariño, te vemos hasta la conciencia —agrega Camille, dándole una mirada cómplice a Wyatt—, es muy oscura, por cierto.
Cierro las piernas de golpe y me meto la falda del vestido entre ellas.
—Y ¿Me puedes explicar por qué usas calzones de cerditos? —pregunta Camille, con las cejas justas.
Su teléfono vuelve a soltar un sonidito y ella no tarda en sacárselo del bolsillo. Mientras observo a Wyatt con los ojos entornados y las mejillas cosquilleándome Camille sonríe de oreja a oreja.
—Bueno, hay que cambiarnos —suelta, metiéndose el teléfono en el pantalón.
—Quítate —le suelto un guantazo a la mano de Wyatt cuando me la extiende para ayudarme a levantarme— ¿Para qué?
—Un viejo amigo del centro me acaba de invitar a una fiesta en casa del amigo de un amigo de un amigo —mueve los dedos en el aire, después se posiciona con una mano en la cintura—, hay que ir.
—¿Es enserio? —Pregunta Wyatt—, ¿Causan este desastre y pretenden irse de fiesta?
—¿Cuál desastre? ¿No ves que duermen como unos angelitos? —Camille señala a su alrededor.
—Bueno, pero es media noche, no es seguro que anden por ahí
—Por supuesto que no es seguro —confirma ella, colocando la cabeza sobre el hombro de Wyatt—, por eso tú irás con nosotras.
—Ni lo piensen —ahora es él quien me mira a mí con los ojos entornados—, lo mejor que pueden hacer en este momento e irse a la cama y rezar para que mañana no las saquen oficialmente del testamento —sugiere—, bueno, eso aplica para tí —mira a Camille sobre su hombro—, porque a Jorden ya la sacaron —el muy cretino me guiña un ojo.
Le pinto el dedo.
—Venga, no seas un aguafiestas —Camille le toquetea sobre la camisa sucia—, eres muy guapo para ser tan gruñón.
Wyatt se cruza de brazos, lo que en su idioma corporal significa un rotundo y definitivo no silencioso.
—Aparte son las... —Camille se vuelve a sacar el teléfono—, doce y cuatro minutos, lo que quiere decir que es oficialmente tu cumpleaños —me mira con los ojos bien abiertos y una sonrisa enorme y perfecta, como toda Camille—¡Feliz cumpleaños! Eres formalmente legal ¿Qué mejor regalo que tu primera borrachera? —Camille baila mientras se acerca a mí.
—Cierto, es el cumpleaños dieciocho de la hija del anticristo —Wyatt medio sonríe y se llena el pecho de aire—, muy bien, las llevaré.
—¿De verdad? Sabía que eras un amor —salta Camille y después se para a mi lado emanando puro entusiasmo.
—Con una condición.
—La que quieras —dice Camille.
—Que Jorden se ponga de rodillas y admita que está celosa.
Pedazo de descarado de porquería.
Abro mis ojos más de lo normal y bufo.
—Ni en tus sueños, maldito —aseguro.
De pronto, Camille me mete una patada en la parte trasera de la pierna y vuelvo a terminar en el suelo.
* * *
Aunque han logrado que me arrodille no han podido conseguir que le confiese a Wyatt que estaba celosa, porque no lo estoy, en lo absoluto, y no pienso admitir una tontería de esa magnitud ni aunque me amenacen con arrancarme la lengua de tajo.
Camille me ha obligado a ponerme un pedacito minúsculo de tela al que ella llama falda, la que evidentemente no puedo llenar ni la mitad de bien que ella pero que no se ve para nada mal en mí, aunque no es algo que me pondría por voluntad propia. No me malentiendan, es solo que me parece una prenda muy poco práctica. Junto a eso me pongo un suéter ancho color crema que me deja los hombros de fuera y unas deportivas blancas que son lo único patrocinado por mi propio guardarropa. El suéter ha sido mi elección, porque lo que mi querida prima pretendía que llevara se lo ha puesto ella y en lo único que puedo pensar es en tetas.
—¿Y? ¿Qué tal? —pregunta. El cabello se le menea en la cola alta y sus labios piden a gritos ser besados con ese intenso labial rojo.