Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

29. Los cazadores de fantasmas.

          Aunque las cosas se han puesto realmente tensas entre Landon y Grayson la situación ha llegado a más. Aun cuando los imbéciles a nuestro alrededor gritaban sedientos de sangre, Liam y Seth no han dejado que Grayson le rompiera la cara a Landon, a pesar de que tal vez debieron dejar que lo hiciera.

          Luego de eso nos hemos visto en la necesidad de separarnos. Shawn y yo hemos ido a por una ducha, y a los demás les hemos perdido de vista desde entonces. Aunque todo lo demás parece avanzar con normalidad, noto lo lejos que están las demás mesas de nosotros.

          Aquí los rumores se riegan más rápido que una flatulencia, así que lo de la ouija y demás es el tema de conversación del día y, para ser tan alborotadores y fastidiosos, son bastante cobardes, puesto que tan pronto se enteraron pasaron a tratarnos como si fuéramos los portadores de alguna peste, porque según la mayoría ahora estamos malditos o algo del estilo, vaya quejicas y supersticiosos.

         Siendo honesta, estoy demasiado agotada como para que me importe, y por la cara de Shawn, quien está casi sucumbiendo al sueño y cayendo sobre la libreta, veo que a él tampoco le importa mucho.

           La clase de hoy es particularmente aburrida. Los números en la pizarra son garabatos que no comprendo, aunque eso se lo atribuyo a mi estupidez para la matemática más que a mi fatiga. A pesar de eso, he de admitir que en lo que va de clase he aprendido una cosa: Kast es un disimulador fatal.

          Ha estado violentamente desconcentrado, a tal punto de que las cosas se le caen de las manos, mientras tiembla como una deliciosa gelatina, mientras me mira desde el pizarrón, con sus ojos azules un poco más abiertos que de costumbre. Incluso ha sudado un poco la camisa crema que lleva bien pegada al cuerpo el día de hoy. Me queda claro que no sería un buen cómplice para un asesinato, lo que me hace preguntarme ¿Por qué siquiera se me he venido a la cabeza esa posibilidad?

           Suelto un enorme bostezo y me propongo transcribir una que otra cosa en mi cuaderno, o al menos fingir que eso hago, así tal vez pueda liberarme de la mirada nerviosa de Kast por un rato. Shawn ni siquiera lo ha intentado, terminó por ceder al sueño y ahora babea la página del libro, mientras suelta unos ligeros y tiernos ronquidos, similares al ronroneo de un gatito castaño.

         Repentinamente, la atención de todos los tipos a mi alrededor, que había estado sobre mí y mi diabólico compañero, se mueve hacia delante cuando unos pasos detienen la danza de la tiza sobre el pizarrón.

         Levanto los ojos, pero no el rostro, por si la mirada de Kast todavía sigue por aquí, aunque no es así. Por un momento el corazón se me detiene al ver el hábito oscuro de la monja en la puerta, pero al darme cuenta de que no es Sor Beatrice la que está de pie bajo el marco, todos mis sentidos se vuelven a calmar.

           La religiosa y Kast intercambian un par de oraciones que resultan imperceptibles para mi audición agotada. Al final, Kast asiente con esa encantadora y ardiente sonrisa suya y hace una seña hacia dentro del salón, a lo que uno chico hace acto de presencia.

          La mujer desaparece, mientras que Kast le dice unas cosas al muchacho antes de que ambos terminen de pie junto al escritorio.

          —Chicos, dejen de escribir un momento, por favor —sonríe Kast, poniendo las manos en los hombros del muchacho—, él es Caín, un nuevo estudiante de intercambio que viene a pasar lo que queda de año aquí con nosotros.

          Los otros y yo compartimos la misma expresión de absoluta confusión. Caín es un chico no muy alto, con la piel bronceada, algo regordete y con un cabello alborotado y pelirrojo. Lleva unos inusuales anteojos oscuros y una máscara negra que le cubre la boca y nariz. Aun no lleva el uniforme de la academia, sino un suéter café sobre una camisa blanca y unos vaqueros azules que parecen ser mucho más largos de lo que le conviene. No dice ni media palabra, solo se mantiene ahí de pie sorbiéndose los mocos.

          —¿Algo que quieras agregar? —Le pregunta Kast con amabilidad, inclinándose un poco hacia él.

         El tipo niega rápidamente con la cabeza, aferrándose a su mochila.

          —Ah, Caín sufre de rinitis alérgica, es por eso que lleva estas cosas en la cara, así que más les vale que se ahorren sus comentarios burlescos ¿queda claro? —agrega Kast con autoridad, aunque no le queda nada, pues es más suave que un pudin, y se ve igual de delicioso.

        Se cruza de brazos y recorre el salón con la mirada.

         —Pregunté que si quedaba claro —insiste.

        —Sí, señor Kast —decimos todos de mala gana.

          —Así me gusta. —Medio sonríe al final—Bueno, ponte cómodo, Caín, y bienvenido —dice mientras localiza algo y finalmente me señala—, puedes sentarte detrás de...J-Jorden —le indica al chico, atragantándose con su propia saliva cuando nuestras miradas colisionan.

         El pelirrojo asiente y se apresura por el angosto corredor de mesas y sillas. Su suéter se engancha de uno de los bordes de mi libreta, haciendo que se deslice y termine en el suelo.

          Me inclino para levantarla y él hace lo mismo. Nuestras manos se rozan y su cara y la mía quedan frente a frente. De él emana un aroma a perfume masculino, uno que me resulta particularmente familiar, aunque no logro asociarlo con alguien en especial, no de momento.




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