Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

31. Partículas de metanfetamína.

          Aunque desperté pasados más o menos diez minutos no me he encontrado con la suficiente fuerza de voluntad como para dejar de contemplar a Landon, lo que me resulta genuinamente perturbador.

         La energía eléctrica ha vuelto así que el resplandor de las bombillas atraviesa las sabanas del fuerte, pero eso no parece molestarle en lo más mínimo. Sus pómulos y nariz siguen un poco sonrojados y sus largas pestañas oscuras están húmedas, supongo que ha llorado un poco más mientras dormía. Su respiración es muy suave, su semblante está bastante relajado y tiene los labios un poco abiertos. No planeo negarlo, parece un ángel, pese a que me dé nauseas solo pensar en ese hecho.

        El sonido de la pesada puerta metálica arrastrándose hace eco en el lugar. Landon se retuerce un poco y hace adorables muequitas antes de volver en sí. Adorable, acabo de usar la palabra adorable para referirme a alguna acción realizada por Landon; sin duda necesito replantearme el estado de mi salud mental.

        El corazón me retumba, mi primer instinto es volver a cerrar los ojos.

          Lo siento moverse sobre las bolsas que nos hacen de cama, luego su mano se posa en mi hombro y remenea mi cuerpo con insistencia. Me tomo unos segundos antes de hacerle caso, se supone que estoy tan dormida como el lo estaba, o al menos es lo que debe parecer.

         —Eh, novato —murmura, sin dejar de moverme—, arriba.

        Me quejo y retuerzo.

        —¿Qué quieres? —rezongo.

        Abro un solo ojo para mirarlo desde abajo. Landon se inclina hacia adelante y echa un vistazo hacia el pasillo entre contenedores.

        —Creo que han abierto ya —dice—, hay que largarnos.

          Él tira de mi muñeca y en poco tiempo ya estamos saltando hacia el corredor, de donde vienen voces y sonidos variados, incluyendo el eco de la irritante campana.

         Después de un rato caminando nos colamos en una de las hileras de chicos adormilados que salen de sus dormitorios y empiezan a trotar escaleras abajo.

        —Oye, Jorden —empieza a hablar Landon detrás de mí, una vez cruzamos el marco de la puerta hacia el inundado y oscuro campus—ayer en la cafetería, ¿tu tomaste las fotos que usamos para el ritual?

        El recuerdo de ese momento me regresa todas las ganas de golpearlo en la cabeza con una enorme roca, sin embargo, siento que sé a dónde quiere llegar con esa pregunta.

          —No, pensé que era la única...—me aclaro la garganta y remeneo la cabeza, sin dejar de avanzar. Quiero que mi cerebro regrese a su lugar de origen— el único, pensé que era el único que había notado que no estaban, quiero decir, en la oficina de la Madre Aurora.

          —Eso fue raro ¿no crees? —continúa—, al principio pensé que podría ser solo casualidad, quizás no las había encontrado, pero después ella intentó echarte la culpa y entendí que tal vez no era coincidencia después de todo.

          Quien iba a pensar que Landon tenía señales de vida de un par de neuronas en su cerebro, sin duda no deja de sorprenderme.

         —¿Crees que tenga algo que ver? —pregunta.

          —Pues...ella salía en una de las fotos ¿no?

          —¿Intentará ocultar alguna cosa?

         —No tengo idea, pero creo que algo raro sucede —razono.

         —Si, no hay duda. Habrá que averiguarlo —propone.

          —Escúchame bien, como se te ocurra montar otro circo de los tuyos juro que.

          Su mano aterriza sobre mi cabeza. Desacomoda totalmente mi cabello y luego da un salto que lo deja a unos pasos delante de mí.

          —Estoy hablando muy enserio, no más pactos con el dios oscuro ni nada similar ¿te queda claro?

            Me da una media sonrisita que no podría reflejar más malicia porque sería imposible y me guiña un ojo antes de correr lejos de mí, que ya he perdido del todo el aliento.

           Aunque mis pulmones aun no son lo suficientemente fuertes como para soportar las marchas de la mañana—es un hecho, voy a morir joven—por todo lo demás la adaptación no ha sido tan complicada        

           Aunque mis pulmones aun no son lo suficientemente fuertes como para soportar las marchas de la mañana—es un hecho, voy a morir joven—por todo lo demás la adaptación no ha sido tan complicada. Un día normal aquí consiste en: luego de recorrer el campus hasta saciar la sed de las monjas con nuestro dolor y sudor, escabullirme hacia la ducha secreta y tomar un baño rápido. Vestirme sintiéndome frustrada porque no consigo hacer un maldito nudo en mi corbata, ir a por mis cosas y luego correr hasta la primera clase de la mañana, que suele ser siempre la más difícil de manejar para todos, pues más de uno lucha por no quedarse dormido encima de los libros.

           Todo eso acostumbro a hacerlo junto a Shawn, quien se ha convertido en la única persona de aquí de la que realmente disfruto su compañía, cosa que hoy curiosamente no tengo. Como efecto colateral de su ausencia, comparto la mesa de química con Austin, quien por cómo van las cosas, parece tener un futuro prometedor en la fabricación y distribución de metanfetaminas.

          Al ver a mi alrededor consigo localizar a Grayson, junto a Liam, ambos muy concentrados en los apuntes en la pizarra y en sus tubos de ensayo. Por lo general, Landon debería ser su compañero, pero Grayson lo ha bateado y aterrizó junto a un chico que si no recuerdo mal se llama Nathan.

         Landon parece concentrado, o al menos lo finge muy bien. Al sentir que lo estoy mirando levanta el rostro y compone una sonrisa. Extrañamente me encuentro teniendo un subidón en el estómago; es un hecho, debo conseguir una cita médica lo antes posible, tal vez sea un derrame cerebral y lo esté pasando por alto.




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