Las cosas se han normalizado y la semana llega a su fin sin ningún tipo de contratiempo, lo que para ser honesta me pone de los nervios, sin embargo, no planeo quejarme. Lo único que quiero ahora mismo es ir a casa. Llevar esta doble vida se ha vuelto catastróficamente agotador, por lo que dos días sin tener que ser el novato no me caerían para nada mal.
Estos dos días son para mí y solo para mí. Tengo que reorganizar mis objetivos, recuperar energía y sobre todo, hay un par de cosas que tengo que saber y no sé cómo lograré que Janna me las digas, pero lo hará, si aprecia su vida, su bonita casa y la salud de su porsche.
Camille y Wyatt han estado discutiendo todo el camino sobre alguna cosa estúpida que ni siquiera me he interesado en averiguar, les he estado ignorando casi todo el tiempo, así de altos están mis niveles de paz mental el día de hoy.
Cuando nos estacionamos, me echo mi bolso al hombro y me dispongo a entrar a casa, Camille se saca la peluca y se arranca la red que contiene su verdadero cabello, que empieza a caer sobre sus hombros en increíbles ondas café. Se saca la máscara, los guantes y el ridículo suéter enorme, poco a poco Caín deja de existir y Camille aparece del todo en escena.
Me guiña un ojo y pinta una sonrisita burlona al notar que he estado mirándola durante el proceso y eso solo me recuerda las ganas que tengo de patear su bonito culo de zorra cómplice y traicionera.
La mano de Wyatt aterriza en mi cabeza y alborota mi cabello justo como Landon lo ha hecho antes. El corazón me da un repentino vuelco. Intento apartarlo de un guantazo, aunque sin mucho éxito.
Me toma de los hombros por la espalda y se inclina cerca de mi oído por atrás.
—Estás muy callada, pequeña, me asustas —dice en voz baja. Su aliento me roza el cuello e inevitablemente la piel se me pone de gallina, a la vez que una incómoda cosquilla arremete contra mi espalda baja— ¿estás bien?
Aprieta un poco los dedos sobre mis hombros.
Desde que fue por nosotras a la academia no le dirigí ni un momento la palabra, tampoco tenía muchos planes de hacerlo hasta, no sé, la segunda venida del señor tal vez. La sangre bajo mi piel corre como aceite caliente.
Aprieto los puños a los lados y me muerdo el interior de la mejilla.
Wyatt chilla un poco y me suelta de inmediato al momento que mis dedos se introducen en su cabello y le agarro los mechones con fuerza. Con el otro brazo le suelto un codazo en la costilla que lo deja inmóvil por un par de segundos, sosteniéndose el torso.
Aunque está recargado del coche recuperando la fuerza, estira el brazo para volver a agarrarme antes de que me pueda escapar.
—¿Soy yo o realmente te empiezas a creer que eres un muchachito? —Me mira de pies a cabeza con una sonrisita burlona, mientras me retuerzo para soltarme de su agarre—por más que lo intentes siempre vas a ser mi pequeña.
—Muy bien, ya está, como vuelvas a decirme pequeña voy a estrangularte —gruño.
Wyatt se ha recuperado de mis ataques.
—Por Dios, si has vuelto más gruñona que nunca —me atrae a su cuerpo de un tirón, me envuelve la cintura y se acerca repentinamente a mi rostro. El estómago se me tensa, por un momento me da la impresión de que va a besarme, incluso a Camille le relampaguean los ojos de impresión.
Al final, sus labios aterrizan en mi mejilla, donde suelta un fuerte mordisco. ¿Por qué todos los hombres en mi vida tienen una discapacidad cerebral?
—¡Listo, te mataré! —chillo.
—Ugh —Camille rueda los ojos y deja salir el aire contenido con algo de decepción—, ustedes son repugnantes. ¿Por qué no van a un motel?
Ella empieza a caminar hacia la entrada.
Le meto ese rodillazo entre las piernas que tanto había fantaseado con darle toda esta semana, eso es lo único que consigue que me suelte por completo y que se contorsione como el maldito gusano pegajoso que es.
Entro detrás de Camille, pisando como dinosaurio, con el corazón a punto de hacer un agujero y salirse de mi pecho y con las mejillas en llamas. Maldito Wyatt hijo de pu...
Camille se queda paralizada al igual que yo al entrar al vestíbulo, todas las sensaciones que estaba sintiendo hace apenas un micro segundo se esfuman y son remplazadas por un nudo en las tripas y un terrible amargo al fondo de la garganta.
—Buenos días —masculla Camille, como si en un principio le costara encontrar su propia voz.
Alrededor de la pequeña mesita de cristal hay cuatro personas, pero en la única que tenemos puesta nuestra atención es en la semimomia rubia, impoluta de pies a cabeza y de aire vampírico que nos mira por encima de la taza humeante con sus profundos ojos verdes.
—¿Cariño? —el tío Conall parece sorprendido de ver a Camille.
—Hola, papá —responde ella, evidentemente actuando la sonrisa.
—Ah, ya están aquí —habla Janna, en un tono de alegría tan fingido que resulta incómodo.
Wyatt viene aun quejándose, pero al cruzar la puerta y ver a las personas en la sala de estar se queda casi tan tenso como nosotras.
Yo soy la única que no ha dicho ni media silaba, ni tampoco planea hacerlo. Aprieto ambas manos del tiro de mi bolso deportivo y me giro para seguir mi camino hacia las escaleras.
—Buenos días —agrega Wyatt, haciendo una ligera reverencia con la cabeza.
—Jorden —empieza Janna, no puedo evitar rodar los ojos, aunque siento que las piernas me han empezado a temblar no dejo de caminar—Jorden —insiste.
Me paro en seco y me doy la vuelta con una absoluta cara de fastidio.