Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

33. Mierda, mierda, mierda y mil veces mierda.

     Bien, debo admitirlo, ha sido mi error pensar que este fin de semana iba a ser para mí; relajación, felicidad y otras falacias, pero de todas las cosas que me imaginé podrían pasarme esta vez—porque sí, soy totalmente consciente de que no dejan de pasarme cosas íntegramente catastróficas—jamás me pasó por la cabeza esta opción, ni por un segundo, así que me cuesta saber cómo reaccionar.

     Por un par de segundos no me puedo mover, pues realmente he olvidado como caminar. La chica en la entrada se hace un lado y me deja a la vista de los cuatro chicos en la puerta.

      Me giro sobre mis propios pies, quedando de cara a Janna, quien está bastante interesada en nuestros nuevos visitantes.

     —¡Eh, novato! —la voz de Landon recorre el interior de la casa—¡¿Qué no piensas salir a recibir a tus amigos o qué?!

      Me pregunto: ¿Qué tan sospechoso será si me echo a correr escaleras arriba? Mucho, pero todavía no proceso que ya es tarde para mí, siempre me ha costado aceptar la derrota, estoy acabada. Si un gran agujero se abriera en el suelo en este momento y me tragara yo sería indudablemente feliz, aunque todos sabemos que eso no va a pasar, las cosas que me benefician nunca pasan.

       —¿Ellos quiénes son? —pregunta Janna en voz baja.

      —¡Échalos! —mascullo, aun abrazada de las bolsas de frituras.

     —¡Novato! —Landon sigue gritando como el maldito mono descerebrado que es.

     —¡É-cha-los! —exijo, en un hilo de voz muy chillona. Puedo sentirlos acercándose a nosotros, mientras que mi corazón está a muy poco de ser vomitado sobre la bonita blusa verde manzana de Janna.

     Ella se queda viendo mi cara de absoluta histeria con el ceño ligeramente fruncido. Me voy a morir, voy a morir aquí y ahora.

     Ya puedo sentir la presencia de ellos a mis espaldas, sus sombras tapan la luz en la cara de Janna. Tal vez, y solo tal vez, si no me muevo ni siquiera se den cuenta de que estoy aquí.

     —Buenas noches —Janna extiende una sonrisa amable por encima de mi cabeza—¿En qué podemos ayudarles, chicos?

     Oh santo cielo ¿Por qué esta mujer hace lo contrario de lo que le digo que haga?

     —Pero ¿Qué tenemos aquí? —la mano de Landon toca la de mi madre y la levanta a la altura de mi cuello, donde de reojo, alcanzo a verlo acercarse y besar suavemente sus dedos—¿Acaso he muerto y estoy viendo un ángel?

     Janna arruga ligeramente el entrecejo con los pómulos ligeramente coloreados.

     —La vi aquel día en la reunión con la directora y quedé flechado —sigue Landon. Siento el estómago revuelto y unas ganas exponenciales de girarme y pegarle en toda la cara—, pero no tuve tiempo de acercarme para confesarle mi amor.

     —¡Oh, por supuesto! ¿No son los chicos de...la ouija? —Janna aún no desdibuja su sonrisita, pero ahora abre sus ojos verdes más de lo normal.

     —Landon Miller, para servirle —empieza el descerebrado, y por lo que veo, planea volver a besar su mano, pero afortunadamente Axton llega al rescate.

     A través del reflejo de uno de los floreros plateados alcanzo a ver sus reflejos deformados. La larga figura rubia tira de Landon hacia atrás por el cuello de la franela verde aceituna sin mangas.

     —Creo que ya fue suficiente —refunfuña Axton—Lo siento, se nos ha quedado la correa —comenta en voz baja, aunque es casi un gruñido—Axton —lo veo forzar una ligera sonrisa—, Axton Brander.

     Mi madre aprieta su mano.

     —Un placer, cariño —Janna tiene que inclinar su cabeza hacia atrás para verlo del todo.

    —Lamento mucho todo esto —Axton se aparta para dejar el camino libre al chico pálido de suéter gris—soy Seth —él también procede a alargar el brazo hasta ella.

     —Liam —dice la última voz, un cuerpo delgado con camiseta negra de estampado militar. Solo levanta la mano derecha en el aire unos segundos y luego se peina el cabello marrón claro hacia atrás.

     —Es un placer conocerlos a todos —Janna da una de sus ensayadas y perfectas sonrisas—, soy Janna, la madre de

     Mi instinto me obliga a soltar una pisotada sobre la punta de unos de sus tacones dorados.

     —¡Jorden! —chilla ella, echándose para atrás.

     Mierda.

     —¿Jorden? —Liam y Landon hablan a coro.

     Por un momento tuve la impresión de que mi plan de ser una estatua sin movimiento estaba funcionando, pero es claro que no iba a ser tan fácil.

      Janna está bastante concentrada en su zapato, mientras que un silencio se ha elevado en el lugar, todos están esperando a que me dé la vuelta puedo sentirlo.

      Listo, esta farsa termina aquí.

      Me empiezo a girar sobre los pies muy lentamente, por alguna razón no logro evitar mantener los ojos cerrados, apretando los parpados. Una vez cara a cara a ellos nadie parece decir nada, imagino que deben estar alucinando. Después de un par de segundos abro un ojo y después el otro.

        Todos ellos me están mirando con el entrecejo sutilmente arrugado. Ellos me observan y yo a ellos, pero nadie dice una sola palabra, supongo que procesar todo esto les resultará tan incómodo como a mí, pero el silencio me pone de los nervios. Me quedo encogida de hombros, con los labios apretado y los ojos entornados, esperando lo que sea, desde alguno de ellos desmayándose por la impresión hasta soltándome un puñetazo en toda la cara, estoy abierta a cualquier posibilidad.

     Los chicos se dan una mirada los unos a los otros y luego me vuelven a ver a mí. Landon es el primero en acercarse, se inclina repentinamente hasta que su cara y la mía quedan a la misma altura. Casi doy un salto hacia atrás y me escondo detrás de Janna, que todavía sigue preocupada por la salud de su zapato.

     Landon entrecierra los ojos.

     —Yo te conozco —razona frente a frente a mi rostro. Se endereza y procede a acariciar su barbilla entre el dedo índice y el pulgar.




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