Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

34. Un solo día de paz (Part.2)

        —Eres una imbécil de mierda, pude haber muerto.

        La voz de Camille está ligeramente amortiguada desde dentro del vestidor. Con el ruido de la gente pasando frente a nosotros y el parque de atracciones de junto, con suerte puedo escuchar sus quejas.

        —Y tú una pedazo de exagerada —ruedo los ojos, aunque ella claramente no me puede ver desde ahí dentro.

         Hemos conseguido escapar de las garras del intenso de Landon, luego de un par de partidas de voleibol en las que por suerte no nos han roto la cara a balonazos. Camille me cogió del brazo y corrió tan lejos como pudo del lugar, conmigo a rastras, aparentemente ya no soportaba el disfraz, y pues claro, vestida para esquiar bajo el sol ardiente de la playa en pleno verano, había aguantado más de lo que considero humanamente posible.

        Voy recogiendo las piezas de ropa llenas de sudor que se va sacando y va tirando fuera.

        —Entonces ¿Qué pretendes? —pregunto, cogiendo el ultimo guante.

         Ella se para de puntillas y me mira por encima de la puerta color amarillo ofensivo.

         —Ahora vas a conseguir algo para ponerme, un bonito traje de baño que levante bien mis atributos ¡Ah, y una nieve! De coco —exige, mientras se hace una cola alta—Yo también quiero pasarla bien ¿Sabes? y ellos ya se tragaron el cuento del gemelo, así que les puedes decir que tu alter ego se ha ido a dar la vuelta, o no sé, no me importa, pero no volveré a ponerme eso en lo que queda de día, terminare sancochada.

         Camille vuelve a quedar oculta dentro del vestidor.

         —¡Vamos, perra, date prisa! —chasquea los dedos en repetidas ocasiones.

         Vuelvo a rodar los ojos, no puedo ver el día en el que se regrese a su casa. Pongo todas las prendas a colgar en el borde superior de la puerta y suelto un resoplido.

        —¡Nieve de coco, Jorden! —me grita, al ver que ya estoy alejándome del sitio.

         Después de ir a una de las tiendas locales por un traje de baño escandaloso—los favoritos de Camille—me entretengo viendo las atracciones de Pleasure Beach a mi lado mientras que el cono se llena de nieve de coco, de paso también preparo una de vainilla y chispas de chocolate para mí y disfruto del aire acondicionado que hay en la heladería.

        De pronto, se escuchan gritos, pero no están relacionado con la diversión de las maquinas, puesto que veo que la gran rueda se ha detenido. Me pregunto qué habrá pasado, la gente parece alarmada. Una nube de humo gris muy oscuro empieza a subir y las personas atrapadas en la rueda agitan los brazos con desesperación.

        La chica detrás del mostrador me regresa a la realidad cuando me devuelve la tarjeta de crédito. Le doy las gracias con una sonrisa forzosa y decido regresar a los vestidores.

         Los helados se han empezado a derretir tan pronto empiezo a caminar nuevamente bajo el sol.

         Escucho a tres hombres gritar, mientras salen de la multitud y tengo que esquivarlos antes de que me tiren a un lado cuando pasan apresurados junto a mí. Por poco y tiro mi helado de vainilla.

        —Imbéciles —mascullo para mí, al verlos pasar de largo sin siquiera mirarme—¡Imbéciles! —grito, de todas formas no me han hecho el mas mínimo caso.

         Giro en la esquina en dirección a las cabinas coloridas.

         —¡Mierda!¡¿Te quieres fijar por dónde caminas?! —ambos helados terminas estampados sobre la parte superior de mi bikini. Doy un salto hacia atrás, al tiempo que intento sacarme la maldita cosa fría de entre las tetas.

          Camille se me queda viendo. Aprieto los labios y empuño las manos a los lados. Ha dicho que no volvería a ponerse el traje pero sí que lo ha hecho.

           —¿Si te lo ibas a poner para que me has hecho ir a por esto? —me quejo, agitando la bolsa a la altura de su cara.

          No recibo respuesta, únicamente se me queda viendo en silencio a través de las gafas hasta que empieza a sentirse extraño de presenciar.

         —¿Acaso creciste? —pregunto, frunciendo el ceño; juraría que tiene un par de centímetros más que apenas hace un rato.

         —¡¿Jorden?! —escucho mi nombre venir de una de las cabinas, después un estallido, más gente gritado y los hombres de antes regresando por donde han venido.

        —¿Camille? —me inclino un poco para verla asomada sobre la puerta y después vuelvo a mi posición anterior para echarle un vistazo a la persona con la ropa de esquí, que ahora ya no tengo la más remota idea de quien sea.

         Camille empieza a señalarlo frenéticamente.

        —¡Atrápalo, no lo dejes ir! —esas son las palabras que necesita el desconocido para echarse a correr calle arriba.

         —¡Hey, vuelve aquí! —me voy detrás suyo.

*     *    *

         —¡Devuélveme eso! —luego de tanto correr colina arriba, debo detenerme y recargarme en mis rodillas para recuperar aire; o el maldito es muy rápido o Landon tiene razón sobre que debería ponerme un poquito más en forma.

         Le pierdo de vista en la curva, pero le escucho meterse entre los arbustos, así que aunque los pulmones no me dan para mucho, me apresuro antes de que realmente desaparezca con la ropa de Bruce.

         Atravieso torpemente las plantas y ramas, para encontrarme en un estacionamiento, y a unos pasos más adelante, al tipo disfrazado buscando nerviosamente las llaves de la pequeña moto azul que está al lado suyo.

          —¡Hey, tu! —lo llamo, con apenas aire—q-quédate justo ahí —suplico, teniendo que detenerme otra vez. Listo, empezaré a hacer el ejercicio, es un hecho.

         Como era de esperarse, apenas levanta la mirada para verme a través de las enormes gafas oscuras.

        Casi se sube a la moto, pero doy mi mayor esfuerzo para atraparlo y atraerlo sostenido del gran abrigo.




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