¿Cómo sabes exactamente que te gusta alguien? Esa es una pregunta que me resulta muy complicada de responder. Yo no soy precisamente una experta en el amor ¿Qué experta? Es que un bebé en el útero ha tenido más experiencias románticas que yo, pero digamos que cuando tiras de alguien para que te bese porque te ha frustrado la idea de que no lo ha hecho él mismo, algo se anda moviendo por ahí, está más o menos por ese camino.
Pero no, a mí no me gusta Landon Miller, porque pudo haberme gustado desde el primer día en que lo vi, cualquiera con dos dedos de frente estaría loco por ese tipo, yo...bueno, a mí me pasa algo peor, creo que...creo que me estoy enamorando de él.
De todas las enfermedades que fácilmente podría adquirir al pasar cada día rodeada de chicos descuidados y sus desechos, yo tenía que contraer esta.
Me retuerzo por segunda vez mientras me quejo por la punta del zapato que me ha estado dando golpes en la costilla desde hace un par de segundos. Finalmente me quito la franela de la cara y miro al chico castaño desde el suelo.
Resoplo, fastidiada, me saco la ropa de debajo del cuerpo y se la tiro sobre los pies. Me doy la vuelta y planeo recuperar mi sueño, pero el chico de primero ya me lo ha arruinado. Lo siento marcharse detrás de mí.
Viernes al fin, pienso, aunque eso no signifique una mierda, lo siento como si fuese el final de alguna cosa, aunque no es así. Suelto un largo suspiro al tiempo que mantengo mi vista fija en una de las bombillas blancas de la lavandería, o más bien, de mi nuevo hogar. Así es, desde aquella catastrófica noche de lunes en la que cometí aquella estupidez monumental, no he regresado al dormitorio, al menos no cuando alguno de los chicos ha estado allí.
Aun no me queda claro si ellos se dieron cuenta de lo que pasó o si Landon el bocotas les comentó al respecto, y tampoco me apetece averiguarlo, así que evitarlos ha sido mi principal misión esta semana. Hasta ahora la cosa ha ido bien, aunque eso implique cambiar todo en mi rutina en este lugar.
La campana vuelve a sonar por segunda vez esta mañana, me asomo a una de las pequeñas ventanitas que dan al suelo del campus y veo las piernas de los chichos moviéndose de regreso al interior de la academia. Me vuelvo a sentar sobre toda la ropa amontonada que he usado de cama, lo que me trae a la mente la noche que pasé encerrada con...con Landon Miller. Por un carajo.
Me froto el rostro. Bien, si los muchachos ya están de camino a las duchas quiere decir que ya son las seis treinta de la mañana, y cuarenta, quizás, por la posición del sol; sí, una habilidad que he adquirido en esta semana de cautiverio voluntario.
Ahora ellos tomarán un baño, luego irán de regreso al dormitorio por su ropa, desayunarán en el comedor, irán a su casillero y entonces Liam y Grayson irán a Filosofía, mientras que Axton irá a Historia, Seth y Shawn irán a Biología y Landon irá a Francés, por lo que si me doy prisa, iré a Matemática sin toparme con alguno de ellos, lo que es maravilloso.
Cojo el uniforme limpio que saqué de la habitación ayer en la tarde y lo pongo a un lado de una de los grifos antes de ir a cerrar la puerta de la lavandería. Aparte de mi recamara, este lugar también se ha convertido en mi ducha personal, he descartado la ducha secreta de Shawn por razones evidentes: tener que ver a Shawn después de lo que hice.
¿Sabe alguien lo jodido que es tomar un baño con detergentes para ropa? Bueno, yo definitivamente no lo recomiendo, pero es esto o no bañarme en definitiva.
Una vez lista, bueno, listo, en realidad. Saco la cabeza y miro cuidadosamente hacia ambos lados del corredor antes de aventurarme a salir. Nadie por aquí o por allá, así que es un excelente momento para echarme a correr.
Me topo con un par de monjas de camino al dormitorio, cosa que me hace recordar que desde la última vez, no he visto a Sor Beatrice en ningún lado, incluso cuando me he saltado las tareas de mi castigo por lo de la ouija y más de cuatro clases esta semana, lo que me hace pensar que en definitiva no está en el edificio; un problema menos, uno menos de mil.
Después de ir al dormitorio, corro a mi taquilla y cojo mis cosas para pasar por la cafetería y engullir algunas sobras, lo que es asqueroso, pero tampoco es que tenga muchas opciones ahora mismo.
Aun con la boca sucia con migas de pan llego al salón de matemáticas en unas largas zancadas y me sorprendo un poco al ver a Kast de pie en la puerta y a los otros chicos saliendo en fila hacia las escaleras.
—Mierda, el estúpido trabajo comunitario —razono.
Claro ¿Cómo pude haber olvidado eso? De hecho si se cómo, teniendo que vivir escondida deslizándome por lo putos corredores como una cucaracha, así fue como lo olvidé. Definitivamente no puedo, no puedo ir a ese lugar, no con los chicos dando vueltas por ahí.
Reflexiono en la posibilidad de regresarme justo por donde he venido pero Kast me atrapa con la mirada antes de que eso pase.
—Jorden, llegas tarde —me recuerda desde lejos.
Quiero golpearlo con mis libros para que deje de mencionar mi nombre en voz alta.
—Creo que...que no podré ir con ustedes, es que me duele muchísimo el estómago —aseguro, frotando mi barriga a la vez que miro histéricamente hacia los lados.
—No creas que vas a escapar —dice mientras ve salir al último chico. Se acerca a mí y me quita las cosas que llevo en el brazo, voy detrás suyo hasta quedar a solas en el salón, junto al escritorio.
—Es que usted no entiende, yo no puedo ir allí, mi integridad está en riesgo con todo esto —me llevo las manos a la cabeza.
—¿Y eso por qué? —pregunta Kast.
—P-porque, bueno, porque...