Amo esto, y también lo odio, no, lo detesto. Nunca había sido tan contradictoria como en este momento. Disfruto mucho los aromas que nos rodean, la cálida sensación del lugar, es definitivamente lo más cerca del cielo que voy a estar en la vida—por como me he portado, tal vez en la muerte también—al menos lo había estado disfrutando hasta que...no sé cómo accedí a hacer esto, o mas bien a que me lo hagan. Esto no es un trabajo estético, esto es oficialmente pagar por tortura.
Estoy segura de que mis lamentos han salido a la calle. Estoy llorando, las lágrimas vuelven a humedecer la mascarilla café que me hace sentir la cara como un maldito muro de concreto y las dos rodajas de pepino han caído en no sé dónde porque no puedo dejar de moverme. No sé cómo la gente puede. Me atrevería a irme con el coño a medio depilar en este mismo momento, no me importa, y cuando me vaya juro que será para nunca regresar. De ahora en adelante, cada vez que vea por la calle a una chica con las piernas perfectamente depiladas y brillantes, me acercaré como una maldita lunática, la tomaré de las manos y le diré, sin dejar de mirarla directamente a los ojos, claro: te admiro y te quiero, ídola, porque yo nunca jamás. Elijo ser un oso.
—¡Maldita hija de la puta que te pario! —espero que las pobres chicas del spa tengan terapia psicológica luego de cada día, porque estoy segura de que no soy la primera ni la última que le grita todos los insultos habidos y por haber durante las sesiones de depilación con cera.
Camille se salió con la suya al traerme aquí para tener un supuesto día de relajación, pero debí imaginar que se refería a su propia relajación, mientras que a mí me había hecho cita para esta tortura medieval.
Camille se levanta una de las rodajas de pepino y me mira de reojo, suelta un suspiro gracioso al ver como llego a ella caminando como un maldito pingüino y me siento como puedo en el sillón junto a ella, deslizándome lentamente. Está decidido, no volveré. Fuera del dolor infernal, no he dejado precisamente una muy buena impresión en ese cuarto, debería no volver a la ciudad a partir de hoy.
Por otro lado, Camille se menea un poco en su sillón y se quita ambos pepinos colocándolos delicadamente en el platillo a su lado, procurando no arruinar su nuevo esmalte en las uñas. La maldita luce como una diosa, yo soy una historia aparte.
Ni siquiera sé que decir, me limito a mirarla desde donde estoy con la mejor cara de desprecio que le puedo dar, aunque con la mascarilla de barro debo parecer una llorona cubierta de estiércol.
—Vamos, deja de mirarme así. Créeme, cuando Landon te meta la mano entre los pantalones y se deslice por esa bonita piel de bebé me lo vas a agradecer, te lo aseguro.
Esa simple idea me revuelve las tripas. Landon se ha convertido en una enfermedad, un parasito que cada que es mencionado me da ganas de ir a cagar. De todas maneras, siento que la piel del rostro se me calienta. Landon metiéndose en mis pantalones, que pensamiento ni mas absurdo.
Ignoro por completo el comentario de Camille. Desde que conocí a Zoe y Camille me contó la historia no he dejado de pensar en ello, sin embargo, el tema no se ha vuelto a tocar entre nosotras. No te involucres, Camille fue muy clara, y sería mucho más fácil no querer hacerlo, si tan solo me pudiera sacar el tema de la cabeza.
Ella regresa a su posición anterior cuando una chica entra al cuarto. Se sienta en un pequeño banquito frente a Camille y comienza a trabajar con sus pies. Otra chica entra y se posiciona de la misma manera frente a mí, me recuesto ignorando el ardor y el trauma para que comience a masajear mis pies, al menos algo bueno debo obtener este día.
—Entonces son amigas de hace años —empiezo luego de unos minutos, tratando de sonar lo menos interesada posible.
—¿Quiénes? —responde Camille, sumergida en un absoluto estado de relajación.
Me aclararo la garganta.
—Este...tú y esa chica, Zoe.
—Sí, eso ya te lo había dicho.
—Sí, por supuesto.
Pasa un rato antes de que se me ocurra otra cosa para decir que no haga saltar sus alarmas, me lo repitió una y otra vez: deja el tema, no tiene caso.
—¿Y los padres de ella están de acuerdo con esto? Digo, no parece justo. Sí, Landon se portó como un cretino ¿Cuándo no lo hace? Pero quizás haya cambiado ahora, lo digo porque...
—Jor —Camille interrumpe mi descontrolado balbuceo. Tal vez me he puesto un poco más nerviosa de lo que quería demostrar.
Se arrastra hacia arriba para enderezarse un poco, se vuelve a quitar los pepinos de los ojos y suelta un suspiro de fastidio.
—¿Qué hablamos? —refunfuña.
—¿Sobre qué?
Frunce el entrecejo ahora perfectamente depilado.
Suelto el aire lentamente, resignada.
—Que no haría mas preguntas porque no es mi problema —mascullo.
—¿Y por qué sigues averiguando cosas que no son nuestro asunto?
—Porque quiero.
—Además ¿No que quieras venir aquí para descansar un poco de todo el tema de Landon?
—Sí —ruedo los ojos.
—¿Entonces?
Me quedo callada. Aunque no suele pasar con mucha frecuencia, Camille tiene toda la razón, me he obsesionado con todo esto, tal vez porque parece todo un cuento sacado de una dramática telenovela, o es lo que quiero pensar en lugar de admitir que tal vez me importa, este asunto, porque tiene que ver con, bueno, con él, pero eso ni de cerca significa que me importe él, por favor. Vine aquí porque todo en la academia y mi vida en general en casa se ha vuelto una locura y necesitaba reorganizar mis objetivos, pero en lugar de eso me he metido en un nuevo embrollo sin siquiera intentarlo, maravilloso.