Intenté ponerme de pie para vestirme, pero un fuerte dolor en mi cadera me lo impidió. Caí de nuevo en la cama con un gemido ahogado. La puerta se abrió de golpe y Lilith entró corriendo en la habitación. Sus ojos estaban llenos de algo que no pude descifrar, algo como decepción me pareció vislumbrar en ellos, pero sólo fue por un instante. Luego vi cómo se transformaban, volviéndose negros como la noche.
El dulce perfume que portaba llenó toda la habitación, aunque arrugué mi nariz al percibir repentinamente un olor nauseabundo, como si el mismo aroma hubiera cambiado. Me quedé observando como la sonrisa que iluminaba sus bellos labios, se convirtió en una mueca que trató de disimular.
Al verme sentado en la cama, envuelto en mi toalla, mirándola desconcertado, se detuvo. No podía descifrar su cambio de emociones y de los olores que me llegaban. la expresión de su rostro cambió en un segundo, de una horripilante mueca a su belleza habitual. Me sonrió de nuevo y con su cantarina voz, dijo con tono inocente:
—Oh, ha tenido un accidente. —Aunque trataba de que su tono de voz fuera tranquilizador, no podía ocultar la frialdad de su mirada. Parecía decepcionada por verme allí.
—No ha sido nada, solo un pequeño traspiés —mentí, sintiendo que debía salir en ese mismo instante de allí.
—Me alegra mucho saberlo, señor —dijo, dando un paso firme a mi encuentro. Luego se giró hacia la puerta cerrada del baño—. He de confesar que me apena haber olvidado advertir sobre la situación del baño. Es algo que hacemos por las fiestas.
Mientras ella se acercaba, pude percatarme de que, sin proponérmelo, había caído en las redes de Lilith. Mi pesadilla estaba muy lejos de terminar. El viaje que había postergado tanto se estaba convirtiendo en un infierno, y todo por mi terquedad y avaricia.
Lilith caminó despacio, aunque a mí me parecía que levitaba. Sus pasos dejaron de escucharse y su velocidad me pareció vertiginosa. Aspiré profundamente sintiendo cómo su aroma ahora se había transformado en algo que no podía definir con claridad, era dulce pero a la vez desagradable, lo que hizo que retrocediera instintivamente.
Sin embargo, ella fue más rápida y con un movimiento fluido, extendió algo que parecía una mano con largas y afiladas uñas hacia mí, rozando mi mejilla. El contacto fue algo que aún no puedo describir, había provocado indescriptibles emociones en mí. Su mano estaba helada, haciendo que sin poder contenerme me estremeciera para su complacencia.
—Arthur —susurró, con una familiaridad que no teníamos—, ¿creo que ha llegado la hora de que enfrentes tus miedos? No has llegado aquí por casualidad, no te mientas más.
La miré desconcertado. ¿Qué demonios quería decir con eso? ¡Me había perdido en el camino de regreso a casa de mis padres! Levanté mi cabeza decidido a desmentir su afirmación, no era un profesor de tanta experiencia para dejarme engañar o jugar con mi mente por ella. Sin embargo, para mi completo desconcierto, mis palabras al mirarla a los ojos se quedaron atoradas en mi garganta.
Y sin que pudiera evitarlo, una duda se fue abriendo paso en mi mente. ¿Habría mi subconsciente hecho que me perdiera deliberadamente para no enfrentar los reproches y reclamaciones que me esperaban en casa de mis padres por su abandono? Todo parecía tan confuso en ese momento, y no sabría decir si era mi cabeza, o la habitación la que comenzó a girar de una manera horripilante.
Ante mis propios ojos que no podía cerrar vi cómo las paredes se derretían y sus cuadros comenzaban a moverse como si tuvieran vida propia. Hasta podría jurar que escuchaba los gemidos de placer de las horrendas criaturas que disfrutaban del amor. Levanté mi mirada para encontrarme con los ojos de Lilith que me observaban como si disfrutara de mi tormento.
—Has llegado a tu verdadero hogar Arthur, y lo sabes —afirmó sin pestañear—. Es el lugar en que debes enfrentar todo lo que te atormenta y a lo que tienes miedo enfrentar y de lo cual has estado escapando todos estos años.
Con horror comprendí que quizás todo esto estaba sucediendo en mi cabeza, aquello de lo que había escapado y a lo que me había negado regresar estaba surgiendo de manera arrasadora, bajo la influencia de Lilith. La cruel vampira que desde niño había perseguido en los libros.
No podía entender lo que me sucedía. Yo era un catedrático acostumbrado a investigar todo tipo de fenómenos, y ahora mismo estaba observando cómo los rostros de mis padres aparecían en las paredes, sangrantes y acusadores. Sus expresiones llenas de una tristeza que me atravesó el corazón. Pero lo peor era escucharlos, primero suplicando que volviera y otras veces reprochándome por no verlos. Todas ellas resonaban en mi cabeza como si estuvieran justo frente a mí:
—¿Por qué nos abandonaste, Arthur? ¿Por qué no volviste antes?
—No... no es real —murmuré, tapando mis oídos como si con ese gesto impediría que siguieran en mi cabeza—. Esto no puede estar pasando.
Cerré los ojos en mi intento de alejar la horrible alucinación en que Lilith me había inducido. Pero su mano helada en mi hombro con sus afiladas uñas rasgando mi piel mientras se clavaban en ella, hizo que los abriera para ver mi propia sangre correr. El dolor punzante hizo que mis dientes se apretaran tanto que empezaron a castañetear.
—Ja, ja, ja —rió Lilith, con una risa estridente casi un chillido que me lastimó los oídos a pesar de tenerlos cubiertos con mis manos—. Todo es real Arthur y no puedes escapar de la culpa que te consume. La misma que te ha hecho escapar, mantenerte lejos durante años. Ha llegado la hora de que enfrentes todo, ja, ja, ja..., ¡todo!
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Editado: 15.11.2024