—¡Hija, levántate! ¡Llegarás tarde al trabajo! —el irritante llamado de mi madre me saca violentamente de mi éxtasis y debería estar acostumbrada, se repite mañana tras mañana, pero no es así y no creo que lo sea en los años que me restan de vida. Tengo el sueño tan pesado que es mejor obedecerle a la primera, casi nunca escucho la alarma de mi teléfono, por lo que ese grito es algo así como su último recurso legal para despertarme.
Soy Corinne Hailmark y hoy no es un día cualquiera. ¡Hoy es Halloween!
Recordarlo me hace saltar como un resorte de mi cama, darme un baño y prepararme para ir a trabajar. Conseguí un empleo de medio tiempo en una tienda por departamento y justo estoy asignada a la sección de artículos para el hogar que incluye insumos para eventos y fiestas. En un día como hoy… ¡Mi trabajo es un sueño hecho realidad!
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Voy caminando… Ok, en realidad, estoy corriendo.
La tienda está a pocas cuadras de mi casa, pero, con todo y el llamado de mi madre, me levanté tan tarde que no creo llegar a tiempo, aun así, en un último y temerario intento, decido cortar camino por un callejón que normalmente suelo evitar ya que es muy poco transitado, pero… A situaciones difíciles medidas desesperadas.
Recibo un mensaje de mi novio Jim y sé que él está tan emocionado como yo, esta noche iremos juntos a la fiesta que se realiza en mi ciudad, toda la comunidad participa en los preparativos y decoraciones, pero debo destacar que este año los organizadores se lucieron.
¡Será una mega fiesta!
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Mientras avanzo y respondo el mensaje, voy riendo con cada una de las locuras de mi novio cuando, muy de repente, escuché bocinas de un vehículo que rápido y peligrosamente se acercaba. Ni siquiera me percaté del momento en que crucé la calle sin mirar a los lados.
Entré en tensión, mis ojos se abrieron más de lo normal y juraría que incluso mi respiración se detuvo, lo próximo que escuché fue el rechinar de los cauchos contra el asfalto y, de la impresión, hasta me olvidé de mi celular. Por un instante, sentí mi cuerpo siendo atravesado por una fuerte descarga eléctrica que hizo a mi corazón palpitar con violencia.
Temblando, continuaba de pie frente aquel vehículo dentro del cual podía vislumbrar a dos figuras masculinas, pero, al conductor no pude detallarlo porque todo mi interés se centró en su extraño acompañante quien me miraba sin siquiera pestañear. Sus ojos estaban enrojecidos con grandes y oscuras manchas a su alrededor, con una piel tan pálida y carente de vida como su mirada, pero con una sonrisa burlona atravesando todo su rostro y mostrando parte de sus dientes. Mi piel se erizó, mi corazón se estrujó como nunca antes, mis ojos ardían y me atacaron unas inmensas ganas de llorar, el sonido de mi celular me sacó del trance y, rápidamente, decidí continuar con mi camino.
Me sentí tonta, como una niña cobarde que sólo quiere correr y ocultarse entre los brazos de su mamá.
¡Qué tontería! ¡Es Halloween! Hoy todos usan disfraz.
Me burlé de mí misma y corrí para llegar a mi destino.
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Me escabullí en la tienda para que no se fijaran en mi hora de llegada, aunque dudo mucho que alguien lo notara cuando aquí dentro reinaba el caos y algarabía. Me fui acercando despacito a mi área de trabajo, siempre procurando no llamar la atención. Saludé a mi amiga Agatha, pero la pobre estaba tan ocupada atendiendo a una familia completa que elegía sus disfraces que apenas si miró en mi dirección, por lo que preferí dejarla trabajar y buscar algo en qué entretenerme.
Sonreí al visualizar a mi primer cliente del día y me apresuré en acercarme para atenderlo, pero me detuve en seco al escuchar el sonido de mi celular, nerviosa, busqué en mis bolsillos, me encontraba en un pasillo donde cualquiera de los supervisores podía ir con la queja a mi jefe, va contra las normas usarlo en horario laboral por eso siempre lo mantengo en vibracall. Y por más que busqué no lo encontré, lo que me pareció muy extraño, odié pensar que lo perdí en el camino, después de semejante susto cualquier cosa era posible.
Haciéndome a la triste idea de no gastar ni un centavo y ahorrar mis próximos salarios para comprarme otro, decidí organizar el desastre que los clientes iban dejando en las estanterías, pero me sentí incómoda, observada. El sonido se volvió a escuchar y no tuve dudas que se trataba del repique de mi celular. Una vez, otra vez… y varias veces más, lo escuché resonar, quise pensar que no era el mío, pero que otra loca enamorada usaría la contagiante risa de su novio como sonido principal de su teléfono.
Los minutos pasaban y yo continuaba igual, siquiera pude atender a ningún cliente, sentía que mi cabeza iba a estallar en cualquier momento. Los repiques no cesaban, así como tampoco dejaba de sentirme observada, cerré mis ojos y respiré profundo, pero un escalofrío me recorrió completa al visualizar el rostro preocupado y lloroso de mi madre lo que me impresionó al punto de abrir impulsivamente mis párpados… Y él estaba frente a mí, el mismo hombre que vi esta mañana en el vehículo, estaba con su horrible rostro maquillado a escasos centímetros del mío.
—¡Me perteneces! —habló con una voz tan rasposa y macabra que mi pulso se aceleró y mi respiración se detuvo. Mis labios temblaron al querer y no poder gritar, sentí mi cuerpo tan pesado que ni siquiera podía levantar mis brazos por lo que tuve que hacer un gran esfuerzo para aspirar el suficiente aire, cerrar mis ojos y gritar muy fuerte, asustada, aterrada.