Hally O´clock

Uno

El guardián número dos de Redwood rasga la parte superior de mi traje dejándome al descubierto, la venda que cubre mi pecho queda completamente visible, caigo de espaldas sobre las placas gravitatorias, todos en el partido quedan completamente inmóviles, como si el tiempo se hubiese detenido, el chico regordete y con acné grita de nuevo desde la grada.

-ES UNA CHICA- Todos me observan sorprendidos y anonadados comprobando tal acusación, el tiempo se reanuda y siento como la explosión de voces inunda al Gravitadio.

Me pongo de pie y observo como sus llamativos tacones rojos se giran hacia la escena, subo la mirada hacia su rostro ovalado y una sonrisa se escapa de sus pequeños labios carmesí perfectamente perfilados, lo noto de inmediato, ella no puede ocultar el aura de malicia y victoria que la rodea. En ese momento sentí como desaparecían los demás a mí alrededor, era como si un reflector enfocara su piel blanca de porcelana, cualidad que la hacía una de las asiáticas más irresistibles de toda la élite. Ella había conseguido una de las cosas que tanto deseaba.

Tenía que suceder en algún momento, era obvio que yo iba a ser descubierta, las miradas me examinaban de pies a cabeza, no todos los días puedes ver en vivo y en directo como se descubre a una chica infiltrada en un equipo solo de hombres.

Es allí cuando lo veo acercarse, me toma de la cintura y en un movimiento suave y protector me rodea con sus brazos, impidiendo que las miradas vacilantes, furtivas y de desbordante imaginación, atraviesen la delgada venda que me separa de la desnudez.

Retrocedo unos cuantos pasos y cansada de los estereotipos retiro el casco, mis voluminosos y cortos rizos negros hacen que sea reconocida al instante. Escucho a las voces sorprendidas decir mi nombre.

Hally.

Pone su mano derecha sobre mi mejilla atrayéndome hacia él, entonces estampa sus labios contra los míos, mis ojos se cierran al contacto.

¿Qué diablos estaba haciendo?, ¿Por qué no intenté detenerlo?, pienso en el momento en que me separo de sus labios.

Las miradas recelosas de la mayoría de las chicas se clavan en mí.

Él me observa fijamente con una arrogante y pícara sonrisa.

-I-DI-O-TA. –Expreso con dificultad.

-Deberías agradecerme, ahora tendrán un tema más escandaloso para hablar. -Dice sonriente.

Sus viles artimañas de chico deseado por todas me repugnan, intento abofetearlo, pero me detiene en el intento, llevando mi mano hacia su cuello como si lo deseara. Me contengo para no hacer una llave profesional de lucha en frente de todos. Aunque ganas no me faltan para dejarlo en ridículo.

Veo a Tobías abrir paso entre la multitud mientras retira la elegante chaqueta de su cuerpo. Coloca su mano izquierda sobre mi hombro, haciendo que gire hacia él, delicadamente deja caer la chaqueta de seda sobre mí.

Veo su rostro moreno con alivio, sus ojos verdes vacilan inquietantes con una ligera impotencia que me hace recordar sus advertencias.

Por fin se digna a decir algo…

-Deberían conseguir un cuarto de hotel

En ese momento, otra sonrisa pícara se asoma en el rostro de aquel arrogante y presumido chico, mientras observo con seriedad la escena.

Tobías y yo salimos del lugar en silencio.

 

...

 

Oye… tú.

No esperes que esta solo sea una historia de romance como pensaste ingenuamente al comienzo, porque no me gusta que tengas esas expectativas destructivas.

Te aseguro que al decirte otra de las tantas cosas que me sucedieron no podrás dejar de escucharme.

A veces partimos a una mejor realidad o nos perdemos en la fantasía.

Serás manipulado y amarás, te encontraras en un círculo vicioso en donde serás desarmado y construido, como un rompecabezas, justo como me sucedió a mí.

Deberías irte y dejarme con las palabras en la boca, porque podrías terminar destruido a cada párrafo o reconstruido en cada verso.

¿Qué sucedería si te dijera que existen reglas que desconoces y estas rigen el universo?

Preceptos que solo una minúscula parte de los humanos somos capaces de experimentar alimentados de un ardiente fuego insaciable, marcados, destinados, atrapados y malditos.

 

...

 

Me encuentro al borde del puente, la brisa constante por unos segundos me hace tambalearme entre la tangible y conocida realidad de la acera y lo desconocido, lo vacío, mis piernas tiemblan mientras mi corazón retumba con fuerza en mi pecho.




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