Hambre

CAPITULO 3

Caminaban en silencio, solo el crujido de las hojas y el suave aullido del viento los acompañaban. Pero cada vez que miraban de reojo, sentían que algo los seguía, acechándolos entre las sombras, esperando el momento perfecto para atacar de nuevo.

–"Tenemos que alejarnos lo más posible antes de que amanezca,"– dijo Lucas, con la voz apenas audible, mientras se ajustaba la mochila al hombro y trataba de ignorar el temor latente que seguía colgando sobre ellos como una sombra invisible.

–"Lo sé,"– respondió Lucían, sus ojos fijos en el camino frente a ellos. Sabía que esa noche aún no había terminado, y el verdadero terror probablemente estaba aún por revelarse.

Siguieron caminando por el sendero del bosque, avanzando con pasos rápidos y pesados mientras la noche seguía siendo un velo oscuro a su alrededor. El sonido de sus botas al pisar la tierra húmeda y las hojas caídas resonaba en la quietud opresiva del lugar. El aire estaba cargado de humedad, y el olor a tierra y madera podrida impregnaba cada respiración. Ambos estaban agotados, física y mentalmente, pero el miedo a lo que habían dejado atrás en la cabaña los mantenía en movimiento.

Lucían iba adelante, marcando el paso, mientras Lucas lo seguía unos pasos detrás, en un silencio inquietante. El camino que llevaban era apenas visible entre la maleza, una franja delgada y desdibujada por el tiempo, pero sabían que si seguían caminando eventualmente llegarían a la carretera principal. Necesitaban encontrar algún coche, alguien que pudiera ayudarlos a salir de ese lugar maldito.

A medida que avanzaban, Lucían no podía deshacerse de la sensación de que algo estaba mal. Había un peso extraño en el aire, como si el mismo bosque los estuviera vigilando, o peor aún, como si algo los siguiera a cada paso. Su respiración era irregular, y aunque el frío nocturno le entumecía la piel, un sudor frío le recorría la espalda.

De vez en cuando, Lucían giraba la cabeza hacia atrás, buscando a Lucas. Su hermano lo seguía de cerca, en un silencio absoluto, con el rostro sombrío y los ojos fijos en el suelo. Pero algo en su postura le parecía raro, algo no encajaba del todo.

–"¿Estás bien?"– preguntó Lucían con voz ronca, tratando de sacudirse la sensación de inquietud.

–"Sí,"– respondió Lucas, pero su voz sonaba vacía, distante. No levantó la mirada cuando respondió, y sus pasos eran mecánicos, como si apenas estuviera consciente de lo que estaba haciendo.

Lucían sintió un escalofrío que nada tenía que ver con el frío de la noche. Había algo en la forma en que Lucas lo seguía, en su silencio inusualmente profundo. Normalmente, en situaciones como esta, Lucas estaría hablando, discutiendo estrategias o desahogando sus nervios. Pero esta vez, no había dicho nada desde que salieron de la cabaña.

Mientras continuaban, otro sonido comenzó a destacar en la quietud del bosque. Al principio, Lucían pensó que era el crujido de las ramas bajo sus pies, pero pronto se dio cuenta de que era diferente, un sonido húmedo y rítmico, como... alguien masticando. Su estómago se revolvió de inmediato.

El sonido era suave pero persistente, como si estuviera muy cerca pero al mismo tiempo difícil de ubicar. Lucían intentaba ignorarlo, diciéndose a sí mismo que era su imaginación jugándole una mala pasada. Sin embargo, a cada paso que daban, el sonido parecía aumentar, como si algo, o alguien, estuviera masticando con intensidad justo a su alrededor. El ruido le erizaba la piel.

Lucían se detuvo de golpe, con el corazón palpitando en su pecho. –"¿Escuchas eso?"– preguntó en un susurro nervioso, volteándose para mirar a Lucas, que había frenado detrás de él.

Lucas, con la cabeza aún baja, no respondió de inmediato. Lucían lo miraba fijamente, esperando alguna reacción, pero lo único que obtuvo fue un murmullo incomprensible y ese maldito sonido de algo masticando. La sensación de irrealidad se hizo más fuerte, como si el aire a su alrededor estuviera cargado con algo perverso.

El sonido continuaba, más fuerte ahora, casi asfixiante en la quietud del bosque. Lucían sentía que provenía de todas partes, pero cuando miraba a su alrededor, no veía nada. Ningún animal, ninguna criatura. Solo la densa oscuridad del bosque. Y luego miró a Lucas de nuevo.

Lucas levantó la mirada, y Lucían vio algo que hizo que su sangre se helara. La expresión de Lucas era vacía, sus ojos opacos, como si no estuviera del todo presente. Su boca... había algo en su boca. Lucían dio un paso atrás, horrorizado al darse cuenta de que su hermano masticaba algo. Los labios de Lucas estaban manchados con un líquido oscuro que, en la penumbra, se veía como... sangre.

–"Lucas... ¿Qué demonios estás haciendo?"– preguntó Lucían, su voz rota por el miedo y la incredulidad. Dio un paso hacia atrás, alejándose de su hermano, que ahora parecía completamente ajeno a su propia humanidad.

Lucas no respondió. Solo se quedó allí, de pie, masticando con lentitud, como si estuviera consumido por una compulsión. El sonido húmedo y grotesco continuaba, y el corazón de Lucían latía a mil por hora. Todo dentro de él le decía que debía correr, que debía alejarse de allí lo más rápido posible.

–"Lucas..."– Lucían susurró una vez más, pero esta vez con un nudo en la garganta, sabiendo que algo estaba terriblemente mal con su hermano. Lo que fuera que habían encontrado en la cabaña, esa cosa, esa mujer... había hecho algo con Lucas. Y ahora, Lucían no estaba seguro de quién o qué estaba realmente frente a él.

Con el sudor frío recorriendo su frente, Lucían retrocedió lentamente, sin dejar de mirar a su hermano. El bosque a su alrededor se sentía cada vez más cerrado, más opresivo. Y el sonido de la masticación seguía, perforando la oscuridad de la noche.

Lucían retrocedió varios pasos más, incapaz de apartar la mirada de Lucas. El sonido nauseabundo de la masticación llenaba el aire, resonando como un eco que vibraba en su cabeza. El viento frío cortaba su piel, pero lo que sentía por dentro era mucho más gélido. Algo en su hermano estaba roto, cambiado, contaminado por esa presencia que los había acechado en la cabaña.




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