Hambre

CAPITULO 7

El bosque, que alguna vez había sido su refugio, ahora se sentía como una prisión interminable. Los árboles pasaban volando a su alrededor mientras corría a través de la maleza, sus pies tropezando con raíces y ramas caídas. El frío de la noche cortaba su rostro, y el terror le hacía arder los pulmones con cada respiración desesperada.

Pero Lucas estaba cada vez más cerca. Lucían podía oír el sonido de sus pasos justo detrás de él, el crujido de las hojas secas y ramas que su hermano pisaba con cada zancada. No podía correr lo suficientemente rápido, y lo sabía. Algo oscuro había poseído a Lucas, algo que no podía entender ni combatir.

–"¡Lucas, por favor!"– gritó Lucían, su voz casi ahogada por la adrenalina y el pánico. Pero no había respuesta, solo el persistente sonido de su hermano acercándose, como una bestia desatada.

En su desesperación, Lucían divisó algo entre los árboles: las luces de un coche en la carretera. Era débil, apenas visible a través de la densa maleza, pero estaba ahí. La salvación.

Con renovada energía, Lucían corrió hacia la carretera, sintiendo cómo sus piernas ardían por el esfuerzo. La respiración se le cortaba, y su corazón latía con tanta fuerza que sentía que iba a estallar. Pero no podía detenerse ahora.

Justo cuando llegó a la orilla del bosque, Lucían dio un último salto, cayendo pesadamente sobre el asfalto. Las luces del coche que se acercaba lo cegaron por un instante. Se levantó tambaleante, agitando los brazos desesperadamente. –"¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda!"– gritó con la voz rota.

El coche frenó en seco, y Lucían apenas pudo mirar atrás para ver la sombra de Lucas detenida justo en el borde del bosque, observándolo desde las sombras. El coche se detuvo con un chirrido de neumáticos sobre el asfalto húmedo, y Lucían, jadeando, apenas pudo mantenerse en pie. La luz de los faros lo bañó, cegándolo momentáneamente, mientras los grillos y el viento del bosque susurraban a su alrededor, como si nada perturbador hubiera ocurrido.

La puerta del coche se abrió con un leve chirrido, y una figura masculina emergió, silueteada por las luces brillantes. Era un hombre alto y fornido, de rostro curtido por los años, con una barba corta y desaliñada que le daba un aire de experiencia. Se acercó a Lucían, entrecerrando los ojos mientras lo miraba de arriba a abajo, evaluándolo.

–"¿Estás bien, muchacho?"– preguntó el hombre con voz profunda, mientras avanzaba hacia él con pasos medidos. Había una mezcla de preocupación y desconfianza en sus ojos. –"¿Qué te pasó?"–.

Lucían, todavía con el corazón latiendo a mil por hora y la respiración entrecortada, levantó la mirada hacia él. Sus piernas temblaban y su mente seguía nublada por el pánico, tratando de ordenar sus pensamientos. –"Mi... mi hermano... está en el bosque..."– respondió, su voz apenas un susurro entre jadeos. El sudor frío le corría por la frente, y sus manos temblaban incontrolablemente. –"Algo... algo le pasó. Necesito ayuda. Tenemos que encontrarlo."–

El hombre frunció el ceño, su mirada fija en los ojos asustados de Lucían. Desde el coche, una mujer delgada y de rostro amable se inclinó hacia adelante desde el asiento del pasajero, observando la escena con cautela. Llevaba una chaqueta de lana gruesa, y sus manos descansaban nerviosamente en el volante. Parecía preocupada, pero también inquieta por la situación.

–"¿Qué diablos estás diciendo, chico?"– insistió el hombre, su voz endureciéndose con un tono de incredulidad. –"¿Tu hermano se perdió en el bosque? ¿Por qué estás solo aquí?"–.

Lucían tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas. –"No lo entiendes... algo está mal con él. Estábamos en una cabaña... y luego... había una mujer... y él cambió. Algo lo cambió. Ahora no sé dónde está, pero no es él. ¡No es mi hermano!".– Su voz se quebró al final, y Lucían sintió cómo sus rodillas amenazaban con ceder bajo el peso de la desesperación.

El hombre entrecerró los ojos, claramente confundido por lo que Lucían estaba diciendo. Volteó brevemente hacia su pareja, que seguía observándolos desde el coche, y luego se volvió hacia él nuevamente. –"¿Una cabaña? ¿Qué cabaña? Este bosque ha estado vacío durante años, no hay cabañas por aquí. ¿Qué estás intentando decir?".–

Antes de que Lucían pudiera responder, el hombre dio un paso hacia el borde del bosque y miró entre los árboles, escrutando la oscuridad. El bosque estaba en un silencio casi sepulcral, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. No había señales de Lucas, ni del sonido escalofriante que lo había perseguido momentos antes. Todo estaba inquietantemente tranquilo.

El hombre se giró de nuevo hacia Lucían, quien seguía allí, temblando de frío y miedo. –"Mira, muchacho, no podemos dejarte aquí. Pero si tu hermano se perdió, tendríamos que llamar a la policía para que lo busquen. No podemos arriesgarnos en medio de la noche en este bosque."– Su tono era más amable ahora, pero aún escéptico.

Lucían asintió con torpeza, consciente de que explicar lo que realmente había sucedido no serviría de nada. Nadie le creería. Ni siquiera él entendía del todo lo que había pasado. Solo quería salir de allí, lo más lejos posible de ese lugar maldito.

–"Está bien," dijo Lucían finalmente, con la voz baja. "Solo... llévenme de aquí, por favor."–

El hombre lo miró fijamente por un momento más antes de suspirar y asentir. –"Sube al coche, te llevaremos al pueblo más cercano. Desde allí podemos llamar a la policía."–

Lucían no necesitó que se lo repitieran. Con movimientos torpes, se dirigió hacia el coche y abrió la puerta trasera. La mujer lo miró con una mezcla de lástima y preocupación, pero no dijo nada mientras él se acomodaba en el asiento trasero, cerrando la puerta detrás de él con un temblor en las manos.

El interior del coche estaba cálido en comparación con la fría noche exterior, y Lucían sintió cómo sus músculos tensos se relajaban un poco al sentir el aire caliente del sistema de calefacción. Suspiró profundamente, dejando que el cansancio lo invadiera mientras el miedo aún latía en el fondo de su mente.




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