—¿Seguirás con esa cara de ogro?
—Es la única que tengo —golpeó mi costilla con su codo—. Muy linda.
— ¡No tengo la culpa de que su madre haya enfermado! Papá llamó a una mujer, no a un hombre y tu estás siendo un completo imbécil.
— ¿Qué crees? Me gusta ser un imbécil.
— ¡Me di cuenta de eso desde que te conocí!
Mi forma de ser es muy complicada para algunas mujeres. La mayor parte del tiempo hago comentarios fríos y no soy muy detallista. Un día hice llorar a Victoria sin querer cuando me preguntó cómo le quedaba un vestido. Cuando dije "he visto cosas mejores", me refería a que para mí, se mira mejor con su sexy lencería que con ropa, pero mi comentario se interpretó mal. Obviamente fue culpa mía.
Ahora soy más cuidadoso pero en ocasiones, ambos dejamos salir nuestro mal carácter.
—Si soy tan imbécil, ¿Por qué estás conmigo? —la acorralé contra la pared, agachándome para quedar a unos centímetros de sus rosados labios.
—Por tu hija, ¿Por qué más? —Rocé nuestros labios, bajé a su cuello, depositando suaves besos—. Estamos peleando, no preparándonos para hacer el amor en público.
—Pensaba llevarte a un hotel pero esa idea me enciende más —murmuré en su oído, pegándome más a su cuerpo para que pudiera sentir lo que provoca en mi cuerpo—. ¿Te gustaría arriesgarte?
Se quedó en silencio y me separé de ella cuando sentí una gota de humedad caer en mi hombro. Sus ojos llorosos, la nariz roja, su expresión de dolor, todo me desconcertó y a la vez rompió mi corazón.
—No quiero una relación en la que todo se soluciona con sexo, Ian.
¿Nunca puedo dejar de ser un imbécil con ella? Parece ser que por mucho que te lo propongas, a veces no se puede cambiar ni por la persona que mas amas.
—Te llevaré a casa.
No hay relación perfecta aunque estés completamente enamorado.
"Julio, París"
Hay días buenos. Esos días en los que despiertas con mucha energía y con una enorme sonrisa en el rostro. Esos días son hermosos... Si no te lo arruinan.
— ¿Estás segura de esto? Eres muy joven y tienes toda una carrera por adelante —mamá agarró mis manos, obligándome a detenerme—. Hemos luchado mucho para que pudieras ser reconocida por tu talento, Victoria. ¿Vas a dejar que todo se vaya por que sí?
— ¿Vas a dejar que tome mis propias decisiones? Porque es mi vida, madre.
Me dolió ver su rostro lleno de decepción y dolor pero no iba a dejar que me convenciera. Estaba bien esta mañana, desayunamos juntos, papá jugó con Nicky y me obligó a jugar con ellos a un raro juego de unicornios, Ian me secuestró por media hora donde aprovechamos el tiempo juntos, estaba siendo un buen día.
—Espero que no te arrepientas el día de mañana o en unos meses.
Dio media vuelta y salió del edificio, dejándome sola por primer vez en mi vida."
Me senté debajo de un árbol, dejando salir todo el dolor que he ido absorbiendo durante meses. Esta relación me ha traído problemas, he llorado más que lo que he llorado toda mi vida... también he reído, he amado con mayor intensidad y los recuerdos bonitos nunca serán borrados de mi mente y corazón...
No me arrepiento de lo que he hecho, pero si me arrepiento de la forma en que lo hice.
"—Estoy en un punto en mi vida en el que quiero conocer otras opciones, ver el mundo desde otra perspectiva, viajar y poder disfrutar de la cultura o quedarme en casa y pasar el día en pijama. Desde que nací, me enseñaron que no podría ser como cualquier chica normal. El peso del apellido Hamilton está en mis hombros y aunque para muchos soy Victoria, la súper modelo, soy más la hija de Lucas Hamilton que una modelo —miré a papá de reojo pero él no me miraba—. Pero desde este día, ya no seré modelo. Seré Victoria Hamilton, aceptando ser la futura dueña de los hoteles Hamilton.
Ese día estaba tirando todo el trabajo a la borda..."
Sé que Ian intentó ponerse en contacto con todas las marcas, intentando que pudiera ser aceptada como la nueva imagen de alguna, pero no sucedió. Mamá no me habló por un tiempo, papá estaba más distante, Ian no podía pasar mucho tiempo conmigo, así que me aferré a Nicky.
Ella se volvió el sol en mis días de lluvia.
Irlanda... Otro país al que puedo agregar a la lista de "Lugares en los que fui un imbécil".
— ¿Tomando a las once de la mañana? ¿Quién te lastimó, muchacho?
Levanté la vista, topándome con un señor ya sin cabello y con una barba blanca. Si fuera gordo, sería el clon de Santa Claus.
—Más bien yo lastime al amor de mi vida —tomé un largo trago de cerveza.
— ¿Qué edad tiene ella? —preguntó acariciando su barba.
—Veinte años —respondí, dejando la jarra de cerveza medio vacía.
—Así que eres mayor que ella —asintió lentamente con rostro pensativo—. Es normal que ella sea más sensible que una mujer ya experimentada en el amor. La edad también sirve para ser más ruda. Mi mujer era muy ruda conmigo.
—Victoria es dulce, tierna, romántica, pero no es tan frágil. El problema es que hace mucho venimos teniendo pequeños problemas. Dejó su trabajo por cuidar de mi hija, se mudó de la casa de sus padres para vivir conmigo, en una casa grande que yo compré y en la cual sólo paso quince días con ella —lentamente, el dolor en sus ojos tuvo sentido—. Dejó todo por mí y yo no he podido dejar nada por ella.
Editado: 16.09.2020