Hamilton Princess

Capítulo 18

—Veamos, ¿Qué podemos hacer hoy?

Me senté en el sofá mirando a Ian caminar de un lado hacia otro, pensando en algún plan súper romántico para este día. Lo más probable es que, con este clima, nos quedemos en la casa viendo unas películas y comiendo pancakes.

—¡Lo tengo! —Me agarró de la mano y me levantó de un tirón, llevándome hacia la puerta— Quédate aquí.

Me quedé enfrente de la puerta de entrada, viendo cómo salía y la cerraba detrás de él. ¿Pero qué?...

Tock, tock... ¡Está tocando la puerta! ¿Qué le pasa? ¿Se golpeó la cabeza en algún momento del día?

—Cariño —abrió la puerta y asomó su cabeza, mirándome con vergüenza—, tienes que abrir cuando toque.

Volvió a salir y de nuevo, tocó la puerta. Respiré hondo, tratando de no arruinarle lo que sea que quiere hacer y abrí la puerta.

—¡Hola! Disculpe que la molesta, hermosa dama, pero tuve un problema con mi auto —señaló a su espalda donde estaba el "auto"—. ¿Me permitiría usar su teléfono para llamar a una grúa?

—Lo siento pero mis padres me enseñaron a no dejar entrar a extraños.

Cerré la puerta y me apoyé en ella, riendo en voz baja por su expresión. Ian no tiene remedio.

—La próxima vez, asegúrese que la ventana también esté cerrada, señorita —se apoyó en el marco de la ventana, mirándome con una sonrisa de burla—. Le tengo una pregunta.

—¿Cuál es su pregunta, señor? —pregunté, siguiéndole el juego.

—¿Sus padres le dijeron algo acerca de salir con extraños a dar una vuelta? —Se inclinó hacia adelante cuando me paré enfrente de él. Sus ojos quedaron a la altura de mi boca, donde no quitaba su vista de mi labio inferior, el cual mordió levemente antes de que entráramos a la casa—. Porque me gustaría invitarla a un bonito lugar.

—¿Ese bonito lugar es su entrepierna?

Me reí a carcajadas cuando perdió fuerza en sus brazos por la sorpresa de mis palabras y se golpeó el estomago con el marco de la ventana. Me sentí culpable pero a la vez fue muy gracioso.

—Más bien pensaba en que ese fuera el postre —golpee su hombro con suavidad—. ¿Qué dice?

Estamos locos.

—Está bien, vamos.

Caminamos en silencio por la montaña que estaba atrás de casa. Miraba el cielo, que de milagro estaba despejado después de una leve lluvia, intentando no tropezar en mis plataformas. No traje zapatos bajos ya que no son mucho de mi agrado, salvo en ocasiones que los ameritan los suelo usar. Por ejemplo: cuando tengo que pasar un día completo que toda mi familia.

—Oh vaya, aun no me he presentado —se detuvo e hizo una reverencia—. Soy Ian Collins, un príncipe a medio tiempo y un imbécil a tiempo completo.

No voy a llevarle la contraria por este día ya que parece ser que ambos necesitamos esto. Un nuevo comienzo, diferente y divertido.

—Soy Victoria, sin apellidos por el momento —agarró mi mano y besó mis nudillos.

—Un placer, Victoria.

Quitando el hecho de que estoy enamorada de él, creo que podría volver a enamorarme de Ian una y otra vez. Ambos hemos actuado mal anteriormente, no somos la pareja perfecta como Asheron y Demi o como Nicolás y Hollie. Ni siquiera tenemos una relación como mis padres o mis tíos, somos diferentes pero eso no quita el hecho de que nos amamos.

Por eso esta idea es la mejor.

—¿Y de dónde eres? —pregunté, retomando nuestro camino hacia ningún lugar en especifico.

—Naci en Alemania pero crecí en Nueva York. Mi madre se separó de mi padre en una pelea, le dejó a mis hermanas y se fue —lo miré sorprendida. Ese era un dato desconocido...—. Al mes de estar en Alemania, se enteró que estaba embarazada cuando se desmayó en un restaurante. Papá llegó al día siguiente y cuando el doctor les dio la noticia, no volvió a dejar que se separara de él.

—Eso significa que seguían enamorados —me agarré de su brazo cuando me deslicé en el lodo—. Lo siento.

—¿Siempre usas zapatos altos? —pasó su brazo por mi cintura para que no volviera a deslizarme.

—Sí, me acostumbré hacerlo y ahora no puedo dejar de hacerlo.

—¿En que trabajas? —me miró de reojo.

—Era modelo pero lo dejé cuando ya no me sentía muy feliz con ello.

—¿Qué haces ahora?

—Cuido a una dulce niña que amo como si fuera mi hija.

Me pegó más a su costado y apoyé mi cabeza en su hombro cuando se detuvo. No es el tipo de cercanía que tuviera con un extraño pero tampoco puedo alejarme de él. Es mi Ian, mi imbécil.

—¿Te gustaría hacer algo más? ¿Regresar a modelar tal vez?

Ahí está el tema que tanto me preocupa... Bueno, es hora de soltarlo.

—En realidad, hace unas me decidí por volver a trabajar —llevé mis manos a su boca, no dejándolo hablar hasta terminar lo que quiero decirle después de tanto titubeo—. Quiero ser fotógrafa en la agencia de modelaje de mi tío o tal vez podría enseñarle a las modelos nuevas a desfilar y a posar. No sé... ¿Tu qué dices?

Quite mis manos de su boca, mirándolo con nerviosismo ante su silencio.

—Ian...

Sin previo aviso, me cargó en brazos y besó mis labios con desesperación. Sus manos bajaron a mi trasero y enrollé mis piernas en su cadera, devolviéndole el beso con la misma pasión que él.

Definitivamente, no haría esto con un extraño.

—Lo que sea que decidas, siempre te apoyaré, princesa.

— ¿Princesa? Ya agarraste mucha confianza, extraño —hizo un puchero cuando desenrollé mis piernas, volviendo al lodo—. Sigo siendo, Victoria, para ti.

—Y que yo pensaba invitarte a comer un postre debajo de ese árbol —voltee a ver el árbol a unos pasos de nosotros. Es el único árbol en esa colina—, pero como sigo siendo un extraño...

—Siempre quise probar el postre de un extraño.

Caminé hacia el árbol, moviendo mi trasero con sensualidad, sabiendo que eso lo vuelve loco. Grité de sorpresa cuando me cargó como un saco de papas sobre su hombro y azotó mi trasero.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.