Me lo merezco. Yo le oculté lo de Mérida, ella me ocultó lo de los hoteles. ¡Listo! Estamos a mano.
Entonces, ¿Por qué me está viendo con furia?
—No me dijiste.
—Fue por tu bien, amor —retrocedí un paso más, intentando mantener la distancia.
—¿Mi bien? —Se acercó a paso peligroso, justo como un depredador acecha a su presa—. Si me hubieras contado que esa perra estaba difundiendo chismes falsos míos desde el principio, no estuviéramos discutiendo.
—No estamos discutiendo...
Sólo estoy a punto de ser asesinado por esas bonitas manos hidratadas por una costosa crema de rosas.
—Pues no estoy feliz así que tampoco estamos festejando —acortó la distancia, intimidándome con su pequeño cuerpo pero ojos furiosos de gatito—. ¿Qué dirás en tu defensa?
Pues estamos solos en la casa, Lucas y Lucy se llevaron a Nicky y no regresarán hasta mañana, la situación me está poniendo caliente, posiblemente Victoria me mate si se da cuenta que estoy pensando en hacerle cosas sucias en la bañera... ¿Qué puedo decir?
—Te amo, mi amor.
Bien, eso no funcionó. Solo logré que me empujara a la cama y se subiera encima de mi, para golpearme con la almohada.
—Eres un imbécil, hijo de tu amable madre, pervertido, calenturiento... —paró de golpearme para mirarme aun mas furiosa— ¿Qué es lo que siento en mi muslo, Ian?
Mierda...
—¿Una paleta? —dije inseguro, esperando mi muerte.
Sonrió... ¡Victoria sonrío! ¡No moriré esta noche! Es una suerte porque no quería morir en mi noche de bodas.
—Creo que tengo antojo de algo dulce —murmuró, mirando hacia la puerta y luego miró hacia mí con ternura—. ¿Puedes prepararme fresas con miel?
¿Esto es relacionado al embarazo? Dios, esto lo está volviendo más real. Mi vida, mi relación con Victoria, todo está volviéndose más real conforme pasan los días. No es un sueño, ya no estoy a mil kilómetros lejos de ella. Estamos juntos, casados, tendrá un hijo mío, es la madre de mi Nicky, seremos una familia feliz.
—Dime que esto no es un sueño —le rogué con la voz temblorosa. Todo esto es muy hermoso para ser real.
Ella se inclinó sobre mí y besó mis labios con ternura y delicadeza. Me dejé llevar por los sentimientos y llevé mi mano a su vientre plano. Ahí adentro, está creciendo una pequeña personita gracias a nuestro amor y a una gran lucha.
—Es real, Ian. Nosotros, Nicky, este bebé —puso su mano encima de la mía. Su voz se entrecortó y las lágrimas de felicidades me conmovieron—, todo es real.
Es hermoso...
Ella se lo buscó, yo solo estoy siendo buena persona al hacerle el trabajo más fácil... el trabajo de vérselas conmigo,cara a cara.
—Cuando me dijeron que había una emergencia, creí que sería algo más importante.
—No sé tú, pero yo vine con un bate de béisbol.
Pero no contaba con el hecho de que papá me obligara a venir con Gregg y Alex, quien apareció tranquilamente en la cocina, preparando un pastel de queso.
—¿Un bate? —Preguntó Gregg confundido— ¿A qué vienes tú?
—A pelear por mi pequeña princesita de azúcar y la fresita —sacó el bate de la parte trasera del auto y nos lo enseñó—. Mejor armado que cobarde y débil.
Es por esto que estoy muy bien con el hecho de no haberle dicho nada a mis primas ni a mis tías. Suficiente locura con dos personas...
—Muy bien, ella está en la suite número tres —entramos al hotel, el cual estaba repleto de personas—. Yo iré y ustedes me esperan afuera.
—Ni lo sueñes —respondieron al mismo tiempo, caminando hacia los elevadores.
¿Qué nadie me puede hacer caso por una vez en la vida? ¡Ya no soy una niña! Tengo casi veintidós años, aun que siempre digo que tengo veinte y obligue a Ian a decir que tengo veinte cuando le preguntan. Tengo el derecho de hacer lo que quiera, cuando quiera, como quiera y a quien quiera. Sobre todo cuando se trata de darle su merecido a la arpía que dejó abandonada a mi niñita en una noche helada, sin abrigo.
¡Por suerte mis suegros estaban en casa o la pequeña hubiera...! No, no voy a pensar en eso porque me pondré a llorar en medio de toda esta gente.
—¿Qué tal si hacemos esto de una forma más civilizada? —Preguntó Alex, deteniéndonos del brazo para que no entremos al elevador—. Tengo un buen plan.
—La última vez que participé en un plan, no terminó nada bien para mí —hizo una mueca de dolor, llevando su mano a su mejilla.
—Nadie te obligó a besar a Cristal —respondimos Alex y yo.
—Como sea, cuenta tu maravilloso plan, hermanito.
Alex sonrió y tiró el bate al sofá, donde una señora lo miró asustada. Pobre señora...
—Todos sabemos que Mérida es una interesada y la única razón por la que está peleando por Nicky es para tener algo de Ian e intentar re conquistarlo —Gregg me agarró de la cintura cuando vio mis intenciones de agarrar el bate de Alex—. Pero yo conozco a alguien con más dinero que Ian.
—¿Quién? —pregunté intentando controlarme y Alex señaló a Gregg.
—¿Qué? ¿Quieres que me prostituya o qué? —miró a Alex con decepción cuando este asintió—. Sueña.
Posiblemente sea un plan descabellado, como la mayoría de nuestros planes, pero en algo tiene razón. Si quiere pescar un pececito... ¿Por qué no le pones un tiburón en el anzuelo? Se dejará llevar por la codicia, pensará que Gregg le dará más que Ian y se rendirá.
—Empieza a quitarte la camisa, Gregg —palmee su espalda y Alex lo empujó hacia el elevador—. Eres nuestro tiburón favorito.
Editado: 16.09.2020