Para: Mi ángel.
Hola, ha pasado mucho tiempo ¿No? Aun así para mí parece que fue ayer cuando nuestras miradas se encontraron por primera vez en aquella guardería, cuando tú y yo entrelazamos nuestros destinos por primera vez, en ese entonces tú eras un llorón sin remedio, aún recuerdo con gracia el día en que ese tímido chico rubio y de hermosas zafiros que llevabas por ojos se presentó tartamudeando frente a toda la clase y con gracia callo mientras se dirigía a su asiento, supongo que desde entonces el destino ya había preparado este martirio, te toco sentarte junto a mi ¿Lo recuerdas? En ese momento comprobé que para los niños también aplicaba el dicho que tanto se empeñaba en repetirme mi padre "Las apariencias engañan, no juzgues a un libro por su portada" y es que no resultaste ser tan tímido como aparentabas, o al menos conmigo no te comportaste así nunca, aún recuerdo con nostalgia como te escondías a mis espaldas cuando te molestaban por tu tartamudeo cuando te ponías nervioso, ¿Sabes? Al principio creí que solo eras una molestia que se aprovechaba de mi fama de problemático para que no te molestaran, sin embargo me regalaste mil y un sentimientos nuevos para mí, tú fuiste mi primera sonrisa real, mi primer abrazo sincero, mi luz, mi esperanza ¿Cómo podría no llegar a quererte? Si cuando sonreías y decías con tu infantil voz "Todo estará bien" parecía que de verdad nada malo pasaría en el futuro, cuando eras un ángel enviado del cielo ¿Cómo podría tacharte de molestia si eras mi salvación? Más bien yo debí ser la molestia para ti, pues fue mi mera presencia la que hizo que muchos no se acercaran o se alejaran de ti, y aun así parecía que nunca me abandonarías, dime Joseph ¿Tú me odias? No sabes que, mejor no me lo digas, aun me da miedo la respuesta.
¿Sabes? Al destino le encanta jugar con nosotros ¿No crees? Después de todo los papeles se invirtieron cuando entramos a cuarto de primaria, te volviste sorprendentemente alto y tus facciones y cuerpo se volvieron bastante varoniles, en cambio yo me volví el chico tímido ahora era yo el que se escondía a tus espaldas y tú eras el que se peleaba por mí, yo de verdad deseaba ayudarte, juro que más de una vez estuve a punto de saltarme a golpear a todos aquellos que nos molestaban sin embargo en cuanto daba un paso volvía a sentir en mi cuello el cuchillo de mi padre y en mis oídos se repetían una y otra vez las palabras de mi madre que contenían la muda amenaza de ambos "Eres un asesino, no puedes ir por ahí mostrándole a los demás tus habilidades" lo que más odiaba de todo esto es que tenían razón, no podía dejarme al descubierto y más que por mi seguridad o mi propia vida, por tu seguridad, por tu vida, después de todo el mundo al que pertenecía era tan oscuro que no dudaba que por vencerme alguien decidiera matarte, no eso sí que no, no me lo perdonaría después de todo tú eras mi mejor amigo, debía de cuidarte así como tú me cuidabas en la escuela.
¿Recuerdas la primera vez que fuiste a mi casa? Estabas tan emocionado que realmente me fue difícil escaparme un momento de ti para llamarle a mis padres y decirles que escondieran todo aquello que no concordara con un hogar normal, extrañamente lo lograron, tu no sospechaste nada, te pareció normal, aun así luego de que te marcharas ellos me lo advirtieron "Alejate de ese chico, solo te traerá dolor" no sabes cuánta razón tenían.
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El chico de cabellera negra y lacia dejo de lado la pluma y la hoja blanca en la cual salía a relucir la hermosa letra cursiva del joven, se levantó de su asiento cuando escucho la voz de su madre llamarlo desde el primer piso de la casa.
-Louis baja a comer.
-Ya voy mama.
Dijo de forma monótona antes de que correr a la puerta del baño en su cuarto donde se encerró comenzando a toser con fuerza en el lavabo apoyando sus manos en ambos extremos del mismo al abrir los ojos después del pequeño ataque de tos pudo notar como en el fondo de la cerámica blanca que era su lavabo reposaban las ensangrentadas flores de amapolas reales y adelfas
-Rayos, tengo una tienda de venenos conmigo jajaja realmente ¿Qué me has hecho Joseph?
Con tranquilidad se limpió la comisura de sus labios limpiando el pequeño hilillo de sangre que caía por ellos, salió del baño, cerró su cuarto con llave una vez fuera y bajo a cenar. Al terminar lavo los trastes como le pidió su madre y subió a su cuarto volviendo a sentarse en la silla tomando de nueva cuenta la pluma y la hoja blanca retomando de esa forma la escritura sintiendo sus mejillas empaparse en lágrimas y su pecho contraerse de dolor con tan solo recordarle.
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¿Has visto las noticias? Se habla mucho de la Hanahaki, la dichosa encarnación real de la frase "Morir de amor", escuche que son muy pocos los que la padecen, se dice que esta se originó en Japón, de ahí el nombre que expresa de forma simple lo que pasa Hanahaki o vomito de flores, la enfermedad del amor en donde el enfermo tose y vomita flores con sangre, esto sucede cuando alguien se enamora de alguien que no le corresponde, se dice que los que la padecen solo tienen 2 opciones, morir o ser correspondido por esa persona. Al principio esto me pareció una noticia ficticia, después de todo ¿Morir de amor? Suena a una locura sin embargo esa percepción cambio para mí.
Fue en segundo de secundaria ¿Lo recuerdas? Cuando tuviste tu primera novia, cuando de mis labios broto el primer pétalo entonces ya no lo pude negar, estaba enamorado de ti Joseph, estaba enamorado y condenado a morir a la vez, el doctor me lo dejo en claro mientras se alejaba de mi con temor. "Usted tiene Hanahaki, la enfermedad del amor" eso sin duda me sorprendió, me dejo en shock y más porque sabía que iba a morir, después de todo tú nunca te fijarías en mí, ella me opacaba por completo así que solo me quedaba aceptar la Hanahaki y dejarte ser feliz.
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El chico pelinegro y de orbes hetecromas soltó un bostezo antes de dirigirse a su cama y cubrirse con las mantas al día siguiente continuare se repetía antes de caer en brazos de Morfeo.