Lunes en la mañana, inicio de clases, y con las ganas de ir en cero.
Solo con pensar en la multitud de gente que ha de asistir al bendito instituto, dan ganas de encerrarme y no salir en lo que me queda de vida.
-Hanna- La voz de la esposa de mi hermano suena amortiguada al otro lado de la puerta- Han debes levantarte, date una ducha y baja, el desayuno está listo.
Elizabeth Mayer una mujer alta, cabello ondulado, y de tes blanca, la afortunada de unir su vida con la de mi hermano Cole Vera. La mayoría de las chicas de mi edad lo vería como el sueño de su vida, ¿yo? No le veo el sentido ya que, en unos cuantos años cada uno tomara camino diferente por x o y razón.
Salgo de mi cama bostezando y estirándome camino al armario en busca de la ropa que me podre para el anhelado día de inicio a clases. Tomo unos jeans desgastados, una blusa de mangas largas y un sweater dos tallas más grandes que la mía, de la cajonera saco mi ropa interior para final mente ir a ducharme y salir antes que a la estupenda esposa de mi hermano le dé un infarto.
Ya lista, tomo mis auriculares y lo conecto a mi teléfono, Belive de Ben y Tim suena a todo volumen en mis oídos, creando una barrera invisible a mi alrededor, capas de alejar los ruidos no deseados, incluyendo los gritos de mi cuñada y hermanos.
Salgo de mi habitación y recorro el largo pasillo que da hasta la sala de estar para encontrarme a Cole sentado en uno de los muebles individuales con una tasa de café en mano mientras lee el periódico, no veo a Jaison junto a él, así que ha de estar en la cocina comiendo su cereal de maíz.
Tomo mi llave que esta sobre la mesita de entrada y me dispongo a salir e ir de una vez al Instituto universitario.
Se que está mal de mi parte salir sin al menos darles los buenos días a la que se supone que es mi familia, pero, la verdad no tengo ni una pisca de ánimos o tan si quiera interés en dirigirles la palara y mucho menos el día de hoy.
Estando fuera de casa, busco mi moto negra, camino hacia ella y la monto. Inserto la llave en la abertura para encenderla y dirigirme a mi cárcel personal.
Cada vez que subo a una moto, en especial la mía, en seguida vienen a mi mente recuerdos de ella. nunca aprobó mis ganas de tener y manejar una de estas bellezas, según ella una señorita no podía manejar una moto porque eso era de hombre. Sonrío al recordar las muecas de disgusto que ponía cada que no le gustaba algo, pero al mismo tiempo lo odio, odio recordar los pocos momentos felices.
Ese vacío que me acompaña desde su partida se hace presente, y con mayor intensidad.
Acelero…
¿Por qué fuiste tan cobarde y dejarnos? ¿acaso él era más importante en tu vida?
El maldito recuerdo de ese día aun lo tengo grabado a fuego en mi mente, a pesar de haber tenido solo cinco años, para una niña al haber presenciado ese tipo de escenas no hace más que dejarle marcada de por vida.
El sonido de la bocina de un auto me trae a la realidad.
Ojalá y mis auriculares me aislaran de ese molesto ruido.
Detengo mi moto en frente de -lo que supongo- es el estacionamiento del lugar. Saco la llave de la abertura y la guardo en el bolsillo izquierdo de mi sweater, tomo el casco con ambas manos y libero mi cabeza de este, mi cabello lacio de arriba y con ondas en las puntas recogido en una cola medio alta. Como siempre, siento algunos ojos curiosos en sobre mi persona.
Bajo de la moto y con mi mochila colgando de un hombro, me dirijo al interior del plantel.
Como decía, mi cárcel personal. Las paredes del instituto son de color celeste, pasillos largos y de creo tres plantas.
Existiendo las clases particulares decidiste inscribirme en un instituto de niños ricos.
Luego de cumplir la mayoría de edad, Cole nos buscó a James y a mí en una de esas casas de niños abandonados. Le pedían algunos papeles para que nos sacara de ese horrible lugar y teniendo todo a su favor, no le dio más remedio a la encargada de entregarnos a él. Su esposa es de familia adinerada, una de las más importantes en Alemania, al contraer matrimonio forma parte de esta y eso le ayudo con nuestra custodia.
¿Le agradezco por eso?
Estoy aquí ¿no? Que más que cumplir uno de sus caprichos para que sea una “persona de bien” para demostrarlo, aunque crea lo contrario.
-Ok, se supone que debo buscar la dirección y pedir mi horario- murmuro.
Camino por los pasillos en busca de una puerta con un cartelito con la palabra dirección en ella, toco la madrea con mis nudillos antes de abrirla y entrar, camino hasta estar frente al lugar de la secretaria. Llevo mi mano a uno de mis auriculares y lo quito cuando nota mi presencia.
-Buenos días, señorita ¿en qué puedo ayudarle?
-Vine por el horario- mi vos suena ronca y sin ninguna emoción en ella.
- Alumna nueva- levanto una ceja – Dame un minuto.