Hanna

Capítulo XI

Hanna

Desde el momento en el que Jonathan decidió irrumpir en la oscuridad de mi habitación, mi vida y mayoría de creencias cambiaron por completo. No soy de esas personas que se las pasan demostrando su afecto o que entable una conversación con facilidad, no soy extrovertida y desconfió de todos- a excepción de mi pequeño hermano- me cuesta mucho demostrar lo que siento y por esa misma razón no soy del agrado de muchos además de darles dolores de cabeza a Cole o Elizabet. Todo eso se fue al caño con el idiota, no existen palabras cuando una sola mirada de esos grisáceos ojos te observa con intensidad transmitiendo lo que en su interior habita, no necesito haber permanecido toda una vida con él para poder entregarle un pedazo de mi confianza, el simple hecho de haberle compartido una parte del peso que cargo es suficiente prueba de que lo hago, confió en Jonathan.

Y, aun así, sabiendo que en el puedo encontrar un lugar seguro, sigue existiendo ese miedo. He aprendido que todo en la vida no es para siempre y que la felicidad es algo tan efímero, que en menos de lo que canta un gallo dejas de sentirla.

Este pedacito de paz que estoy experimentando no la quiero perder por nada del mundo.

Aunque hace varios días haya dicho lo contrario.                           

Y como un cruel juego del destino, Jonathan deja un casto beso sobre mis labios y soy capaz de oír las hojas secas quebrarse bajo su peso al alejarse. Ya no hay más carisias, ni ese calor que emana su cuerpo. Insegura, me obligo a abrir los ojos para encontrarme con la figura de aquel chico, cuyos brazos se volvieron mi refugio, regalándome una hermosa sonrisa. Luce mejor que cuando entro en aquella ruidosa habitación.

-Vaya, al fin reconociste que eso que llamas música, solo aturde.

Suelto una pequeña risita por su comentario, que no está lejos de la realidad, pero aun así no la dejaría, la música segura siendo uno de mis escapes favoritos.

Jonathan enarca una ceja, tal vez confundido por mi acción.

-¿Qué es tan gracioso preciosa?

Yo hago un ademan con la mano restándole importancia al asunto.

-Nada importante- la fría brisa nocturna choca una vez más contra mi cuerpo causando que mi piel se erice – se nos va a hacer una costumbre estar hasta la madrugada, pescare un resfriado por tu culpa- frunzo el ceño en un vano intento de lucir molesta y digo vano, porque el idiota solo le causa gracia.

-Tranquila preciosa que, si eso sucede, seré tu médico personal- enarco una ceja en su dirección mientras jalo las mangas de mi suéter para darle un poco de calor a mis manos.

Debo admitir que la idea no me desagrada del todo, tener a Jonathan a mi disposición sería algo digno de ver. De niños nunca hablábamos mucho, de hecho, siempre le huía por lo intenso que llegaba a ser.

En serio, cualquiera diría que yo soy la mayor de los dos cuando, en realidad, el idiota me lleva cuatro años.

-No sería mala idea- me llevo una mano a mi barbilla- tal vez tenerte de enfermero sea interesante- lo miro con fingido interés en su propuesta, el luce emocionado <<Pobre>>- pero, soy perfectamente capaz de cuidarme sola mi querido lobo.

Dicho eso, me giro en dirección a la entrada del bosque para regresar antes de que se haga de madrugada. Escucho su risa y las pisadas a mi espalda <<¿es que este idiota no se toma nada en serio?>> bueno, tal vez sea porque de chico, su madre lo dejo caer y lo idiota se le intensifico a raíz de ese golpe.

-Pequeña arpía, ¿puedo hacerte una pregunta?

-La acabas de hacer- digo en respuesta, ganándome un gruñido de su parte.

Vale, sé que es un lobo y toda esa cosa, pero ¿no puede dejar de hacer ese ruido?

-Que graciosa me saliste arpía.

Me encojo de hombros.

-Se hace lo que se puede.

-En serio Hanna- dice una vez queda junto a mi- ¿Cómo pudiste sentir la presencia de esos dos si estaban a más de tres metros de distancia?

Sin detenerme en ningún momento, giro mi rostro a su dirección, Jonathan me mira entre confundido y asombrado ¿en serio estaban a tanta distancia? Pero, eso es imposible, ¿no? Además, esos dos eran enormes, la pregunta es ¿Cómo no iba a notarlos?

-No sé de qué hablas- poso mi vista al frente.

-Ambos sabemos de qué estamos hablando Hanna- me toma del brazo, deteniéndonos a ambos y girándome hasta estar frente a frente- eso también paso el lunes, cuando caminábamos por ese sendero, te detuviste y miraste a tu alrededor como si estuvieras buscando algo o a alguien- esto último lo dice tensando la mandíbula.

Miro su agarre en mi brazo recordando ese momento. Si, me detuve, pero fue porque tuve la misma sensación que cuando me seguía esa sombra, pero, por más que buscara, no se encontraba nadie más que nosotros. Aun así, eso no tiene nada que ver con esto.

Niego antes de hablar.

-Eso fue porque creí haber visto a alguien- y no es del todo mentira, si estaba buscando a esa criatura, Jonathan ejerce un poco de fuerza en su agarre, lo miro- y era imposible no notar a dos enormes bestias.




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