—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado?
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme? —Jason apenas la reconocía, había cambiado mucho en esos cuatro años —Me gustaría que me dieras una explicación. Me dejaste allí, bajo la lluvia, más muerto que vivo...He tardado mucho en dar contigo, Hannah.
—Me llamo Anna, ahora. No deberías haber venido.
—He venido para terminar lo que empecé.
—¿Qué significa eso?
—No sabes lo mucho que significas para mí, Hannah. Ni todo lo que he hecho por ti, no tienes ni idea.
—¿A qué te refieres? —Hannah no entendía lo que el joven le decía. Estaba empezando a preocuparse.
—¿Qué recuerdas de tu infancia? ¿Recuerdas el hospital en el que estuviste internada desde los siete años, el Saint Joseph? Allí había un niño, tu único amigo.
—Creo que sí, un niño, se llamaba...
—Jonas, se llamaba Jonas,—dijo Jason—. ¿Le recuerdas?
Volvían a su mente recuerdos olvidados, sonrisas, juegos infantiles. Había un niño con el que jugaba. Un niño solitario como ella.
—Sí, le recuerdo...
—Ese niño también vivía allí, —continuó Jason— solo que no era un interno. Era el hijo del director de aquel hospital. Su verdadero nombre era Jonas Patterson. Y el apellido de su madre era...Lowe. Cuando creció cambió de nombre, sólo tuvo que alterar las letras.
—¡Dios mío! Jonas tiene las mismas letras que...
—Que Jason. Sí, Hannah, yo era aquel niño. Yo era tu mejor amigo. Cuando supe lo que le había ocurrido a tu familia y volvieron a traerte al hospital de mi padre, tú ya no recordabas nada. Habías olvidado todo. Me habías olvidado a mí.
Velé por ti esos tres años que permaneciste en el Saint Joseph en estado de shock, sin pronunciar palabra. Decidí estudiar la carrera de psicología sólo porque sabía que podría hallar la forma de curar tu enfermedad. Cuando el hospital donde trabajaba aceptó tu caso, yo hice todo lo posible por que me asignaran a él. Usé mis influencias para conseguirlo. Ser el hijo de uno de los mejores psicoanalistas de los Estados Unidos facilitó mucho las cosas.
El día que volví a verte en la celda del penitenciario, mi corazón saltaba en mi pecho de alegría, pero también de miedo. ¿Me recordarías? No tuve el valor de decirte quién era aunque deseaba hacerlo. Luego las cosas se enredaron y decidí esperar. Tú no me reconociste y eso me hirió profundamente.
—No recordaba nada, Jason, o debería llamarte Jonas.
—Jason está bien.
—Si hubiera sabido quién eras no te habría mentido.
—Supe que fingías desde el primer momento en que hablé contigo. Sabía que no tenías trastorno de personalidad múltiple. Mi padre te diagnosticó cuando estuviste a su cargo. Él creía en tu inocencia Hannah. Siempre lo supo.
—¿Y tú?
—Yo sé que no lo hiciste. Aquel día sólo intente hacerte reaccionar. Nunca creí ni por un momento que mataras a tus padres y a tus hermanos...Pero tampoco fue Eris, porque Eris no es real, es una creación de tu mente.
—¿Entonces quién fue, Jason? ¿Quién mató a mis padres?
—No lo sé, Hannah, pero debes confiar en mí. Juntos lo averiguaremos...Hannah yo siempre estuve enamorado de ti, desde niño. No espero que tú sientas lo mismo, aunque me gustaría que pudiéramos ser amigos como antes.
—Estoy confusa, Jason. Creí que venías para devolverme al psiquiátrico y ahora me cuentas todo esto y no sé qué pensar. Por supuesto que podemos ser amigos y estoy dispuesta a aceptar tu ayuda. Todavía hay cosas que no comprendo...Si Eris no existe cómo tú dices ¿Quién mató a Thomas Bennet y por qué motivo?
—Hablé con el inspector de policía que lleva el caso, me dijo que ese abogado tenía información sobre ti, encontró unas fotografías tuyas del día en que ocurrió el asesinato de tus padres. El asesino buscaba esas fotos. Tú hablaste con Thomas Bennet, ¿le contaste algo?
—No recuerdo haber hablado con él.
—El personal del penal me confirmó que recibiste la visita del abogado, estuvo hablando contigo.
—¡Jason, yo no hablé con él!
—No empecemos de nuevo, Hannah. Eris es una creación tuya, al igual que Arianne.
—Eris existe, Jason. Es real. Desde pequeña la oigo en mi mente, vi la muerte de mis padres a través de sus ojos, lo vi todo tan claro como te estoy viendo a ti ahora. Fue ella la que habló con Thomas Bennet. Sé que sigue dentro de mí, agazapada, al acecho. Podría volver a hacerte daño. Ella fue la que me obligó a dispararte. ¿Acaso crees que yo sería capaz de hacerlo?
—No, Hannah. Sé que tú no serías capaz. La esquizofrenia te hace oír voces e incluso tener alucinaciones visuales. Mi padre ya lo diagnosticó cuando eras niña. Es una enfermedad incurable pero con tratamiento podrás llevar una vida normal. Yo te ayudaré a superarlo. Tienes que confiar en mí.