Hanzo y Lisa

La vuelta

 Volver a trabajar, luego de haber pasado por algo realmente horrible. Me lleva a cuestionar la curiosidad después de la muerte, en el momento justo, cuando una persona a mi lado, en el autobús. Comienza a llorar de repente, por enterarse del fallecimiento de su amada. Todos lo rodean y comienza un ciclo de interminables condolencias al pobre hombre.

 Por mi parte, solamente observo la situación y vuelvo a colocarme mis auriculares, evitando a la muerte. Bastante golpeo mi puerta, entro a mi hogar y arrebató a una de las personas más importantes de mi vida. No la quiero volver a ver, durante un largo tiempo.

 Necesite alzar el volumen al máximo para no escuchar llantos infinito, me volví un poco frío y apático ante los dolores ajenos, luego de probar la amargura a flor de piel y el dolor inmenso, que cualquiera puede llegar a sentir. 

 La vida te da y te quita, dependiendo de la suerte que tengas. Muchos sufren y otros se alivian dependiendo de quien muera, aunque alegrarse por la muerte del otro es algo raro y difícil de explicar. 

 Mis ideas me provocan un poco de repudio hacia las malas personas que matan y quisiera alguna vez, acabar con todo eso y ellos. Con "eso" me refiero a muerte y con "ellos" ciertamente,  a las personas.  Fácil y rápido.

 Al bajar del autobús, me doy la vuelta y miro por última vez a aquella alma afligida por el dolor, y es lo único que quiero llevar conmigo. Si pudiera, en mi mochila.

 La abuela Yuto, me contaba, cuando tenía seis años. Que en ocasiones, algunas personas pueden llevar nuestras cargas, pero que esas, no se referían a personas si no, a sus sentimientos y emociones. Y por tonto que parezca, siempre pensé que sería un buen cargador del dolor ajeno.

 En la secundaria, durante un recreo, estaba con Kato tomando gaseosa y comiendo papas, cuando de pronto apareció Kort, un compañero de nuestro salón, muy fornido y alto. Buscándolo a mi amigo preguntando su paradero a quien se le cruzará, hasta que por fin llegó a él.

 La cuestión era simple, Kato se mensajeaba con su novia, lo cual llevó a esta bestia hasta él. Entre amenazas y posibles huesos rotos, golpeó el rostro de Kato, haciendo que éste, caiga hacia atrás derramando su gaseosa por todo su uniforme. 

 Ayude a levantarlo y tuve la brillante pero tonta idea de acusar a  nuestro compañero con el director. El plan fue bueno, pero resultó mal. 

 En plena clases veíamos como citaban a Kort en la dirección lo que significó sanción por una semana. Todo marchaba bien, hasta la hora de salir. Cuando por fin, nos habíamos librado del colegio, notamos la presencia de la bestia acercándose ante nosotros, tuve buenos reflejos y me puse delante de Kato, empujándolo hacía atrás.

 Cuando iba a decir "ya déjalo". El puño estaba tan cerca de mi cara y lo vi todo en cámara lenta, hasta podría jurar que, por un momento. Estuve en tercera persona, comiendo palomitas de maíz y bebiendo un jugo en la sala de cines, mirando cómo me golpeó.

 "Esto te pasa por defender a tu amigo, con tu plan cobarde". Dijo al retirarse. Mientras me sujetaba por el mural del colegio.

 Lo bueno fue que te acompañé en esta pelea perdida. Le dije a Kato mientras miraba hacia arriba y él me daba papel para no manchar mi camisa blanca, con mi sangre.

-No debiste hacerlo. Respondió.

-Si debi, además desde el recreo vengo cargando con tu dolor. Para aligerar un poco más tu enojo. Contesté. 

 Desde ese momento hasta que me fui de la ciudad, siempre ayudaba a Kato cargando sus emociones en mi espalda, porque eso hacen los amigos.

 Le levanté la mano, al hombre que estaba sufriendo. Alzo su mirada y me sonrió. Aunque miraba con mucha confusión y no lo culpo, hace un buen rato estuve ignorando lo que le sucedió y ahora, hacia ese gesto.

 Así, los minutos pasaban, cientos de rostros me cruzaban, algunos cuerpos chocaban y otros solamente ignoraban. La vida era esto, aquí se centraba todo el mundo, pequeño mundo de Nueva York. Adictos a la moda, a los buenos gustos, personas alcanzando los logros que se prometen así mismos, para olvidar lo malo.

 Al llegar al trabajo, observó que, Sam está en el mostrador contando quien sabe cuánto dinero con una sonrisa tan grande que iluminaba todo el lugar. Por otro lado, a mi lado, desde el momento que me vio entrar se acercó sin que pudiera percatarme, Lisa.

 Me abrazo, beso la mejilla y me quedé pálido ante esta situación. 

-Hanzo: ¿Qué sucede? Pregunté. 

-Lisa: Espero ahora estés mejor. Contestó encogiéndose de hombros.

-Hanzo:Un poco, estoy más relajado y fresco. Dije alzando mis brazos como si me mostrará ante miles de personas, en un teatro.

-Lisa: Si este lugar fuera un teatro. Seria una tragedia y esas obras no me gustan. Señalo el local.

-Hanzo: Al menos, sería entretenido para algunos y maravilloso para muchos. 

-Lisa: Malditos títeres de la sociedad y malditos vende almas. Contesto molesta.

-Hanzo: Vaya, alguien está de malas el día de hoy.

-Lisa: Solo respondo a este horrible sistema, gobernado por corruptos.

-Hanzo: Si, el mundo está enormemente mutilado por el dinero y las personas ni siquiera se dan cuenta.

-Lisa: Si lo hacen, solo que...es mejor ver hacia el otro lado.

-Hanzo: Ese otro lado, quizás sea este local. ¿No?. Pregunté. 

-Lisa: Exacto, somos partes de la minoría grandiosa. 

-Hanzo: Tú y esos títulos. Respondi entre risas.

 Sam se nos acercó. Con una cara de pocos amigos y de tristeza al mismo tiempo. Vestia una camisa a cuadros, colo azul con un título gracioso: "Si no te gusta lo que ves, no lo compres". Era tan llamativo  que, todas las personas se volteaban a leer el cómico título.

-Sam: Si necesitas algo, estoy para ti.

 Me dijo, mientras palmeaba mi hombro y daba un fuerte abrazo. Su olor a licor y transpiración, hacían que el rexona barato que utilizaba y la falta de un buen perfume, oliera como a un oso mugriento.




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