Hanzo y Lisa

El sistema de ambos mundos

Desperté y yacía en el suelo. Se siente más frío de lo normal, mi cuerpo temblaba y estaba sudoroso. Parece como si he corrido durante horas, aunque no fuera ese el caso.

 A mi lado, mirándome muy atentamente con los ojos tan abiertos.

Kato: Diablos viejo, parecías como esas personas que convulsionan, Roberta tuvo que acostarte en el piso. Casi me hago encima del susto. Dijo mientras se reía.

Hanzo: Woow. No creí que me vería así durante el trance. Aunque tenía un leve presentimiento de como actuaria mi cuerpo en ese momento. Contesté mientras me rascaba la cabeza.

Kato: Entonces… ¿la viste? Pregunto mientras me daba la mano para levantarme.

Hanzo: Si, se nota en sus ojos que me extraña. Realmente se sintió tan real. Contesté mientras me ponía de pie y sacudía el polvo de la ropa.

Kato: Me alegro, sabía que funcionaria. Estas cosas son reales y ahora que lo acabas de experimentar, tal vez me des la razón.

Hanzo: Si, te agradezco por esto. La vida tiene ciertas puertas escondidas que podemos atravesar si tenemos las habilidades adecuadas para ello. Es lo que termine de deducir.

Kato: Maldita sea amigo, esta vida me encanta. Podemos atravesar todos los parámetros que nos inculcan desde que somos niños. Esto quiere decir que podemos acabar con ciertas cosas.

Hanzo: ¿Qué quieres decir? Pregunte asombrado por lo que acababa de decir.

Kato: Iremos a ese lugar de las almas, y lucharemos por traer de vuelta a Lisa. Prepárate para el siguiente paso.

Hanzo: Pero debemos esperar algunos días antes de volver. Además, traer a alguien de la muerte es imposible.

Kato: Lo era, varias horas antes de llegar aquí. No eres el único que fue allí. Cientos de personas acuden a Roberta para que los guíe.

Hanzo: Ciertamente por el manejo de su habilidad, me di cuenta de ello.

Kato: Si, pero, cuando te dormiste. Hablé con ella, podemos traer a un ser querido.

 La habitación comenzó a sentirse un poco familiar, como si hubiese estado aquí antes. Las paredes comenzaron a renovarse, la pintura vieja se caía al suelo como si de verdad pertenecieran allí todo este tiempo. Las ventanas dejaron de tener telarañas, un solo se abría paso por el horizonte iluminando todo a nuestro alrededor.

 Mire bajo mis zapatillas y el piso estaba más reluciente que hace unas horas atrás. Todo se estaba convirtiendo en algo nuevo, un cierto aroma en el aire teñía todo a su paso y nos presentaba otra cosa. Otro lugar, otro aire. ¿Qué significa todo esto? Me preguntaba eso y en un momento, Roberta apareció en la puerta.

 Lleva vestido un vestido rojo, unos labios pintados de un negro penetrante que te hacía sentir que el color de la oscuridad era claro ante esos labios. En sus orejas tenia pendientes de oro con diamante en el centro. Su vestido dejaba a la vista, las marcas en sus brazos, los golpes en sus piernas, las heridas en sus tobillos, todas muestras de que la piel habla por sí sola los pasados de todas las personas, pero en este caso, de su pasado. Sus zapatos negros con tacones de punta resaltaban la combinación perfecta que había elegido para esta ocasión y en cierto punto, comencé a sospechar que era especial.

Roberta: Bueno mis queridos muchachos, mientras permanezcan en esta habitación podré llevarlos a donde viven eternamente las almas.

Kato: Me intriga saber qué grande es ese lugar. Respondió entusiasmado.

Hanzo: De verdad te sorprenderás.

Roberta: Muy bien, pero primero deben cambiarse de ropa. Gabriel enseguida les traerá trajes.

Kato: ¿Para qué necesitaré trajes? Pregunto asombrado.

Roberta: Hoy se celebra el día de los muertos. Deberán ir presentable. En ocasiones se festeja, porque es el día en que, las almas pueden ver a sus seres queridos.

Hanzo: Entonces debemos apresurarnos.

Kato: ¿Y eso?

Hanzo: Seguramente Lisa estará viendo a su madre, estará devastada. Debo estar con ella.

 

 Luego de unos minutos, Gabriel apareció con los trajes y en esta ocasión, sonreía. Supuse que estaba así porque hoy es una ocasión especial y él podría ver a los suyos.

 Nunca me había sentido tan elegante, el saco gris con la camisa negra, con esta corbata azul y unos pantalones grises oscuros y el zapato más caro y brillante que mis ojos jamás habían visto, hoy tengo como vestimenta. Kato, por otra parte, se decidió por un saco rojo con camisa del mismo color y una corbata negra. Unos pantalones negros y cinturón blanco con zapatos puntiagudos color café.

 Estamos listos, ambos dijimos y Roberta comenzó su ritual.

 El viaje comenzó y recordé a Kato que no debía hacer nada raro durante el trayecto. Y el entendió a la perfección.

 La vida resulta, así como un viaje, debemos aprovecharlo y saber apreciar, sabiendo que cosas debemos hacer. Siempre y cuando escuchemos los consejos de los sabios, llegaremos a viejos. Un sabio consejo que me dio la abuela Yuto.

 Pensando en esto, comencé a preocuparme por ella. Si se encontraría bien, si me extrañara, que estará haciendo de su vida e incluso, qué planes tiene para seguir disfrutando de la misma. La extraño, pero esto es algo que debo hacerlo, por mí. Y sé que ella estará orgullosa de mí y mis decisiones, aunque la tenga al margen de todo esto. Podría imaginarme lo angustiosa que se pone cuando hago cosas locas como esta.

 Leves recuerdos llegan a mi mente, de aquellos años pasados, con fechas que parecían importantes quedaban tachados en ciertos almanaques, días difíciles que llegaban con angustiosas noticias, las noches estrelladas que cierto joven pudo apreciar abrazando a su oso de peluche color marrón, dónde el dinero no importaba y la vida al azar que te tocaba era cuestión de algún Dios o Ser Supremo que tiraba los dados y dependiendo del resultado tu vida es en una mansión o en las frías calles de invierno, en las cuales ningún hombre resiste sin sufrir.




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