Hanzo y Lisa

Capítulo especial: Kato.

 Todavía siento la desesperación al correr por toda la casa, mientras cada parte se derrumbaba a mis espaldas. Con el cuerpo de mi mejor amigo en brazos. Mis pies comenzaron a matarme en la planta baja y salté con todas mis fuerzas a la salida. Tumbado en el suelo abrazando el cuerpo de Hanzo, lloré como nunca.

 Lo deje acostado, con su cara hacia arriba mientras llamaba a una ambulancia. Pidiendo a gritos y con mi voz ronca, que llegarán lo más rápido posible. Lo mire y en su rostro, estaba dibujada una sonrisa.

 Sonreí con el mientras me acosté en su pecho.

 Las personas me rodearon y la ambulancia llego en menos de diez minutos, hicieron todo lo posible para reanimarlo, pero nada resultó. Camino al hospital llamé a la abuela Yuto, y la casa atrás de mi termino por derrumbarse.

 Nadie fue capaz de entender lo que sucedió aquel día. Anocheció muy repente mientras consolaba a la abuela. Y ahora, en el velorio de Hanzo, sentí que han sido muchos funerales para mí. Lo enterramos junto al cuerpo de Lisa, fui a visitarlo todos los días, durante 2 semanas.

 Una vez recuperada la abuela, fui a comprar los pasajes. Ella está muy destruida, aunque han pasado varios días, al dormir en su casa, sus llantos me despiertan todas las noches y la encuentro dormida abrazando una foto de su hija y nieto.

 Así transcurrió una semana más, hoy es el ultimo día en Nueva York, y quise salir a despejarme un poco.

 Las hojas de los árboles caen más fáciles que en otoño y es raro, en pleno invierno. La sonrisa es algo que mi rostro no ha vuelto a conocer. Las personas se ven más felices, cruzo muchas parejas de amigos tomándose una cerveza y hablando de cosas, recordando a mi hermano de otra madre, con el cual solíamos aventurar en esta vida vacía.

 Las personas creen que solo es cuestión de tiempo, la abuela Yuto me regaló el cuaderno con frases de Hanzo, para que tenga algo que ha sido muy importante para él.

 Me senté a leerlo en una banca de la plaza, donde las personas realizan sus actividades y crean historias. Estaba tan centrado en mi lectura que no me he dado cuenta que un hombre, se ha sentado a mi lado.

 Hombre desconocido: Hola mi buen amigo. Dijo.

 Kato: Disculpe… ¿nos conocemos? Respondí.

 Hombre desconocido: Tal vez no, pero conocí a Hanzo Akame.

 Kato: A caso, tú eres...

Hombre desconocido: Estas en lo cierto, soy Amida Atsushi.

 Kato: No lo puedo creer, es usted el hombre que calmo todas sus inquietudes.

 Amida: En cierta forma, aunque solo lo guíe. Ese muchacho hizo lo que faltaba.

 Kato: Se ha enterado de su muerte, por cómo se acercó a mí.

 Amida: Sí, hace un par de días se comenta por las calles que un jovencito muy alegre falleció de un paro cardíaco.

 Kato: Si, aunque no fue así realmente.

 Amida: Por supuesto que no, pero en el mundo de los vivos, esas noticias son más fáciles de creer.

 Kato: ¿Mundo de los vivos? Si usted se refiere así a la vida, eso quiere decir, que ¿sabe todo lo que yo sé?

 Amida: Has acertado. Conocía a Roberta y Gabriel, en vida y así también en la no vida.

 Kato: Aunque lo estoy escuchando, no puedo creer.

 Amida: Hable con ellos para que pudieran conocerte. Sabía que Hanzo necesitaba ayuda y lo ayudé.

 No fui capaz de soltar ninguna palabra, mi boca no lograba pronunciar nada. Acercó su dedo índice a mis labios y me los toco.

 Amida: No digas nada. Quiero que prestes mucha atención. Ahora puedes vivir tan libre como quieras. Haz lo que quisieras y si puedes, en tus vacaciones ven aquí a rendirle homenaje a tu amigo.

 Nuevamente las lágrimas brotaron de mí, como aquella planta que nace en tierra húmeda.

 Kato: Lo haré señor. Se lo juro.

 Amida: Bueno me alegro de oír eso. Debo marcharme, pero antes llévale esto a él. De mi parte.

 Kato: ¿Qué cosa? Pregunte.

 Metió su mano en uno de sus bolsillos de la campera vieja, descolorida y rota que llevaba puesto. Y saco de ella, un girasol.

 Amida: Toma y dale las gracias de mi parte, por sus comidas.

 Kato: Si señor.

 Se alejo, y como si fuese el mismo Dios, el viento viajaba atrás de él limpiando el piso y barriendo las hojas, colocándolas en los cestos de basura. Ante toda esta escena, mis lagrimas caían y mojaban las hojas del cuaderno, por lo que tuve que cerrarlo e ir al cementerio.

 Ya estando en el lugar, el sol brillo más que nunca, se volvió un lindo día en cuestiones de segundos. Tuve que sacarme el abrigo que llevaba encima, paseé y leía los nombres de los difuntos.

 Llegué a la tumba de Hanzo y Lisa, me senté en frente de ambas placas y recé por su bienestar en la otra vida. Luego le conté que la abuela Yuto se estaba sintiendo un poco mejor y que el viaje nuevamente a casa, juntaría todos los pedazos de su roto corazón y lo arreglaría para que volviera a ser la misma. Por mi parte, jamás dejaría de extrañarlo porque ha sido una gran parte activa de mi vida, y quisiera que las cosas no hayan sido así, pero bueno, hay cosas que no podemos cambiar y debemos aceptar. También mencioné que antes de venir aquí conocí a Amida y traje su regalo, entonces también deposité el mío.

 Lloré una última vez y le prometí ser lo mas feliz que pueda a partir de hoy. Cerré mis ojos y volví a rezar antes de marcharme. Cuando lo hacía, a mi mente vino la imagen de ambos, sonriéndome y saludándome desde el lugar de las almas. Por eso, sonreí también como si ellos fueran capaces de verme.

 Al abrir mis ojos encontré un nuevo girasol, pero ahora muy cerca de su placa, con una nota atada a su tallo. Lo tomé y leí la nota. Decía:

“Cambia esa cara mi gran amigo, estamos bien aquí. No te preocupes por nosotros y sé feliz, te estaremos esperando del otro lado. Por cierto, Adelaide también te manda sus saludos y extraña. Vive tu vida al máximo y no te preocupes por nada que no sea tu bienestar”.

 Sonreí mirando al cielo y salude, tal vez esto era el final de nuestra historia juntos, pero te recordaré en cada paso que daré. Gracias por todo y nos volveremos a encontrar.




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