Haría falta una diosa para sacar un clavo

El mujeriego y la prófuga

El destino es un cruel adicto a los juegos de azar; dirían algunos tomando en cuenta las coincidencias que me ocurrían con aquella muchacha torpe, pero yo no estaba dispuesto a dejar que hechos como estos me tentaran a caer en mis propios hábitos. Exhalé profundamente y recosté mi cabeza en el espaldar del asiento mientras mis ojos divisaban volver a la joven causante de mis últimas calamidades, decidí levantarme y cederle paso para evitar otros inconvenientes; ambos regresamos a nuestros puestos, pero la doncella a mi lado no deseaba que la ignorasen de nuevo.

  • Enserio lamento todo o que ha pasado — justificó —  le prometo que no era mi intención llegar a molestarlo, soy Carmela.

Inevitablemente respondí con un halago hacia un nombre tan dulce y a la vez elegante como ese; mi naturaleza atrevida era incontrolable, aun así, preferí mantener silencio por un tiempo prudente antes de responder con mi nombre. Era extraño, de pronto la joven a mi lado lucía sorpresivamente radiante como si mi nombre fuese fuente de alegría descomunal para ella; aclaré mi garganta un momento e indique que dejara de observarme a lo que respondió con que mi nombre tenía un significado genial y maravilloso, por varios segundos aquella respuesta me dejó perplejo al considerar que un solo nombre bastaba para irradiarla de ese modo, de pronto mis recuerdos me llevaban por un breve paseo con mi madre y su delicada sonrisa poco antes de morir.

  • Puedo preguntar el motivo de su viaje — interrumpió— si no es mucha molestia saber por supuesto.
  • De vacaciones.
  • ¿De vacaciones a Ecuador? — cuestionó— no me lo tome a mal, pero usted no luce como si fuera a vacacionar— ojeó brevemente mi vestimenta.
  • ¿Tiene algún problema con mi elección de ropa?, las apariencias engañan ¿sabía? — respondí sarcásticamente mientras me acomodaba en mi asiento.

Finalmente conseguí que la muchacha quedara en silencio al menos por un par de horas; parecía tan ansiosa por hacer amistad conmigo, pero yo no estaba interesado en esa idea. Mis respuestas a sus preguntas se limitaban a revelar solo lo necesario sin involucrar nada personal, así fue hasta que su voz sacó la propuesta de hacerme pasar por su pareja en Ecuador. Inconsciente acepté semejante oferta, pero luego de unos instantes volteé impresionado.

  • ¿Qué fue lo que dijiste? — interrogué — ¿Te volviste loca?, está claro que soy mucho mayor para ser el novio de una mocosa como tú— repliqué tratando de mantener mi voz lo más baja posible.
  • No eres tan mayor, tengo 20 años — explicó— además, si quieres puedo pagarte.
  • Primero que nada, no estoy tan necesitado económicamente, tengo 27 años, así que sí, soy mayor y no tengo ansias de fingir ser el novio de una niña.

 

Mi voz comenzó a tener un tono aún más agresivo en respuesta a sus insistencias, así fue hasta que la sobrecargo llamó la atención de todos los pasajeros. Tal parecía que mi suerte no iba a mejorar ya que una tormenta amenazaba con realizar un desvío en la navegación.

Recuerdo la voz de mi madre susurrando que todo sucede por un motivo, nada en la vida está previsto; pero tampoco es un juego de azar en el que te arriesgas sin obtener ganancias, ella tenía paciencia para casi todo lo que sucediera alrededor, incluso en situaciones de alto riesgo mantenía siempre una serena expresión que la hacía lucir un tanto espeluznante, por el contrario su hijo era ansioso y a veces colérico cuando algo no salía como deseaba, al vernos cara a cara era como ver dos personalidades ajenas a pesar de su vínculo sanguíneo; de hecho la impavidez de mi madre solo conseguía enervarme hasta darme completamente vencido por la ira. Estoy seguro que en ese momento mi mente me pedía gritar a los mil demonios por una solución, y colérico maldecía que ese imprevisto no fuera a retrasar mi llegada con la mujer que amaba.

Lamentablemente la suerte no me favorecía desde hacía ya mucho tiempo; me encontraba agobiado hasta que el teléfono de la joven comenzó a sonar, se trataba de su padre quien rogaba por su localización como su sí vida dependiera de ello. La discusión entre ellos subía de tono cada vez más mientras yo escuchaba por el altavoz nuestra parada improvisada en Bogotá, tan cerca y a la vez tan lejos. Bajamos en el aeropuerto con la noticia de la suspensión de vuelos por las tormentas, de tantas coincidencias posibles en el mundo; quien imaginaría toparse con una joven con el mismo diseño de maleta que un hombre como yo. Esperar en un hotel hubiese sido lo más cómodo pero mi tiempo era muy poco para evitar una boda, aun así el destino volvió a jugarme una mala broma cuando al abrir mi maleta para sacar mi dinero en su lugar encontré un pequeño espejuelo y artículos desconocidos, mi maleta había sido confundida por algún otro pasajero de entre los miles en el lugar, desesperado intenté buscar con mi visión desorientada hasta visualizar mis pertenencias alejarse junto con Carmela;  habiendo tantas personas en el aeropuerto y mi maleta fue a parar a manos de quien menos quería encontrarme.

Comencé una persecución por mis cosas, mientras la mujer desaparecía entre la multitud, por un momento la perdí completamente y traté de pensar la posibilidad de poder encontrarla, hasta que la encontré en las puertas esperando un taxi, cerca de ella había un grupo de jóvenes; quizá una visita turística o algún grupo de estudio que se encontraba de paseo por el lugar y esperaban un transporte para su hotel. Aún me pregunto que hubiera sido si ese grupo de personas no esperaran justo cerca de ella, que hubiera pasado si por el jugueteo de aquellos jóvenes tiraran el letrero de piso mojado; quizá no hubiera resbalado por el pasillo y chocado con Carmela provocando que casualmente mi maleta terminara en el montón de mochilas y bolsos de los jóvenes para luego ser llevado en el autobús mientras estaba inconsciente.



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En el texto hay: comedia, romance de epoca, romance y desamor

Editado: 24.10.2021

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