Haría falta una diosa para sacar un clavo

El segundo viaje

Que desenlace más humillante condecoró mi lista de acontecimientos más icónicamente denigrantes, pensar que el rumbo de los acontecimientos me había colocado en el punto exacto donde aquella chica quería que estuviese me partía de dolor la cabeza ¡que terrible migraña!; y la causante de ello era una mujer, quien lo habría planeado así seguramente lo hacía como un indulto a mis pecados pasionales, o quizá una prueba de mi determinante amor por mi bella doncella.  Me mantuve callado por unos segundos mientras procesaba la información de los sucesos, por su parte Carmela estaba entusiasmada de aquella confusión que convenientemente esperaba según sus planes, volví a retomar la palabra y pedí respetuosamente que nos ayudara con nuestro equipaje; ya no tenía planeado discutir o contradecir algo que tontamente había aceptado como tal, pero tampoco la iba a tratar como lo esperase; no siento nada por ella después de todo.

El profesor muy gentilmente nos ayudó a encontrar nuestras maletas entre conversaciones y uno que otro chascarrillo, durante un tiempo los tres llegamos a pasar a la habitación con los demás docentes; al parecer de una institución en Quito habían ahorrado lo suficiente para salir de viaje por el pasaje colombiano y conocer un poco de su cultura, esto para luego finalizar su tour con un descanso en las costas ecuatorianas por ser su último año de universidad. Al enterarme de tal noticia mi rostro se tornó en una sonrisa pronunciada y sin rodeos expliqué mi urgencia; tras enterarse brevemente de nuestro dilema por viajar a Ecuador, el hombre mostró un cambio en su semblante, pero luego de discutirlo decidieron apoyarnos de forma gratuita, después de los inconvenientes causados; era una forma de disculparse según ellos. No obstante, solo podía facilitarnos el viaje hasta el sector costero, dado que allí pasarían un par de días más antes de regresar.

Mi mente suele divagar en muchas ocasiones, a veces incluso al punto de distanciarme de la conversación de otros; seguramente incomodándolos o resultando en mi destierro social, como consecuencia muchas mujeres me consideran interesante y misterioso, cosa que realmente no soy dado que como persona soy bastante introvertido con los grandes grupos sociales. Como autor, sin embargo, soy un poeta que está dispuesto a desentrañar las más íntimas e impuras de las emociones sexuales en las mujeres, al igual que desatar la bestia deseosa de placer que yace dentro de los hombres, mis poesías son regularmente relatos eróticos que en el bajo mundo son alabados como divina obra, mientras que a los ojos de los puritanos son detonantes del pecado. Pese a todo ello, con Carmela era imposible mantener mi temple; sus ocurrencias repentinas provocaban me llevaban a experimentar una serie de emociones nuevas, pero también reacciones que ni siquiera yo mismo hubiera imaginado.

Para el nuevo viaje descansamos en un cuarto de hotel; claramente la dama reposando en la cama adorada con bellas sedas a su alrededor, mientras que mi cansado cuerpo intentaba no entumecerse en el sillón, por varios minutos el silencio torno de nuevo en mi vida al punto de olvidarme por completo de los hechos que me rodeaban. Que dulce y adictivo era poder sentir de nuevo a mi fiel acompañante; el silencio, aquel digno de permitirme crear mis mejores obras y dejar libre mis emociones más profundas, mis sentimientos por rozar las más sensuales de las figuras con mis labios quedaban impresas en cada gota de tinta sangre gracias a su presencia por las noches, demostrar las escenas salvajes y preciosas en su estado más puro se daba gracias al glorioso silencio que cada noche me rodeaba siniestro, acusante de mi sombra arrepentida por jamás conocer el amor verdadero; por ser solo un voraz selecto de los néctares más deseosos, el silencio era mi único compañero, al menos el único que comprendía la desdicha de un autor que mantenía su perfil oculto de la sociedad puritana e hipócrita que criticaba sin cesar mis escritos, pero en lo oculto del azabache nocturno leía mis poesías como bestias sedientas de afecto y pasión desenfrenada.

Estaba cayendo bajo el somnoliento cantar de Morfeo cuando de pronto un llamado a mi nombre me alertó, como era de esperarse se trataba de mi compañera de habitación la cual se encontraba vistiendo un camisón al filo de la pared por que no se sentía cómoda de la repartición de puestos al compartir la habitación.

  • ¿Qué sucede? — interrogué burlón— si no te gusta tu lugar, puedo cambiar contigo.
  • Creo que sería mejor si compartimos la cama— dijo sin prejuicios— no creo que puedas estar cómodo en ese sillón.
  • Te das cuenta— exhalé profundo mientras pellizcaba mi entrecejo y continué— le estas pidiendo a un desconocido dormir contigo.
  • Pues sí sé que este desconocido, está incomodo en un sillón — miró por un momento el lugar donde estaba recostado—  si lo haría.
  • ¿Qué te hace pensar que estoy incomodo?
  • Yo lo estaría — contestó de inmediato— además solo vamos a dormir, no hay nada más tras eso.
  • Sabes que soy un hombre ¿verdad? — intenté argumentar— podría hacerte daño mientras duermes.
  • No creo que quieras hacerme daño.

Por un segundo mi orgullo quedó completamente herido al pretender que aquella mujer no me consideraba una posible amenaza, luego supuse que su confianza en mi persona era idealizada al punto de verme demasiado cercano a ella. Al final terminé accediendo a regañadientes; tampoco estaba entusiasmado por tener dolores vespertinos por dormir en el sillón, me recosté lo más alejado de la doncella mientras disfrutaba de la comodidad de aquel perfumado lecho, luego descubrí que el aroma era proveniente de la figura a mi costado. Perturbado intenté adormecer mi cuerpo, pero los brazos de la durmiente a mi lado se entrelazaban en mi pecho impidiendo que mi libido se mantuviera inmóvil, era la primera vez que dormía con una mujer sin antes acariciar sus tiernas teces hasta hacerla alcanzar el gozo extremo, pero, también era la primera vez que mi nerviosismo alcanzaba alturas mayores por una mujer que dormitaba mientras sujetaba mi pecho con sus pequeñas y delgadas manos; hubiera dormido en el sillón de haber sabido que esto iba a pasar.



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En el texto hay: comedia, romance de epoca, romance y desamor

Editado: 24.10.2021

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