Cuando me encontraba en mis andanzas recuerdo como los fines de semana deleitaba de abrazar mujeres como si fumar se tratase, nunca antes había experimentado el candor puro de una mujer, después de todo mis habilidades se limitaban únicamente a complacerlas pasionalmente pero no a entregarles mi corazón, de modo que una vez que había terminado con una; continuaba con otra para mi vicio imparable y volvía a repetir el juego desafiante con otra mujer cuyo carácter me retara como si una meta se tratase; noche tras noche había una mujer que dormitaba sus dulces encantos entre las sabanas de mi cama como una rosa resplandeciente luego de ser bañada por el rocío matinal, pero siempre se iban antes del amanecer terminando con el supuesto error nocturno incluso aún más ilusionadas, pero ese mero espejismo nunca llegó a durar más de un mes hasta que se daban cuenta de mi verdadera, patética y aburrida personalidad. Es cierto, nunca llegué a ser un mujeriego más que rompía los corazones de las damiselas llenándolas de odio y desprecio por sí mismas, al contrario, pareciera que me agradecían por haber aparecido en sus vidas, no lo niego dado que mis atenciones casi siempre iban dirigidas a sus cualidades; como una forma de amarse a sí mismas, que patética forma de excusarme de mis travesías. Aunque intente cambiar la historia esa es mi esencia y mi único consuelo era la falta de remordimiento que me tenían al enterarse de mi verdad; en definitiva, ese no es un justificativo para mis acciones de tantos años y mucho menos con tantas involucradas, tal vez pretendía que alguna de ellas llenara el vacío que me recordaba mi primer amor el cual desde un principio consideraba un plan absurdo y fallido, quizá esperaba que alguna de ellas llorase mis acciones y conmovido me quedara con ella junto con un retorcido final feliz, pero supongo que la única persona que llegó a odiarme por conocer aquel hábito fue nada más que mi bella Alex.
Durante años ella me detestó como nunca antes y por supuesto ese odio logró herirme al punto de casi llevarme a la desesperación total, recuerdo como la buscaba por todas las avenidas y callejones de su barrio a veces incluso pasando horas frente a su puerta hasta acalambrar mis piernas, cuando finalmente me perdonó por lo sucedido lloré de alegría y la abracé como nunca antes, esa sensación de casi perderla me volvía loco al mismo tiempo que mis brazos estrechaban su delgado y suave contorno con cálido furor. En ese momento di cuenta de mis sentimientos por ella mientras se quedaban grabados en mi memoria a fuego ardiente, aquella sensación de nerviosismo, alegría y calidez formaban cada vez más fuertes esos latidos profundos que me transformaban en un adicto de aquel clavo de emociones en lo más profundo de mi corazón.
Nunca antes volví a experimentar tal sentimiento con alguien más y estaba decidido a que así fuera ya que era mi única prueba contundente para confirmar mi amor por Alex, entonces pensé por varias horas, ¿Por qué volvió a ocurrir con esa mocosa? Aquella sensación se repetía, pero con una mujer que era contraria a mi amada como si una broma pesada se estuviese ejecutando entre mi razón y mi corazón, era posible que la explosión de emociones desencadenara un repentino enredo de sentimentalismos, ahora no solo resentía de la chica, sino que me aterraba la idea de tenerla cerca y que un suceso que para mí antes era precioso se repitiera con ella.
Mi confusión de pensamientos me produjo la idea de huir de su presencia y pasamos las siguientes horas alejados lo más posible; para ser exactos no podía dejarla sola era demasiado ingenua para verla divagar frente al peligro en cada oportunidad que tenía, por lo tanto, mi conclusión más coherente luego del incidente fue hacer como si aquel abrazo no hubiera pasado, la solté segundos después y me dispuse a distanciarme lo más posible de ella las siguientes horas. En cuanto nos separamos del grupo de estudiantes nos dirigimos a una cooperativa de transportes con destino a Ecuador, esperaba que en el transcurso de las siguientes horas el silencio entre los dos se volviera menos incomodo, pero contrariamente a mi pensamiento era cada vez más difícil volver a dirigirle una sola palabra, daba por sentado que ella hablaría con sus locas ideas o ingenuos enunciados solo para sacarme de mis casillas para luego tomarlo todo con normalidad, pero su extraño silencio hacia mi persona me estaba volviendo ansioso. Jamás creí que extrañaría sus propuestas o incluso su rostro iluminado por ver los paisajes de la carretera, de hecho, me parecía estar viendo a un cachorro abandonado que además había sido maltratado por un largo tiempo; entonces ¿y si esa es la razón por la que está aquí?, nunca antes me lo había cuestionado, sin embargo una muchacha como ella vagando sola en un continente desconocido, la segunda pista era más clara todavía ya que ella y su padre discutían por teléfono y casi siempre lo tenía apagado, la última pista finalmente era su petición absurda de pedirme fingir ser su pareja un tiempo.
Llegué a la conclusión de que había escapado de su hogar, aun así, su rostro no lucía triste o arrepentido, por el contrario, era como ver a una persona que fue esclavizada toda su vida estar viendo el mundo por primera vez, considerar ese asunto después de ya varios días me hacia caer en cuenta el gran tonto que fui por tratar a alguien que pese a todo fue muy amable. Por varias horas intenté volver a hablarle, pero siempre que lo intentaba me ignoraba sin más, llegó un punto en el que me preguntaba el motivo por el cual lo hacía, de hecho, yo no debería disculparme, pero de alguna marea conseguía sentirme culpable y eso solo se entrometía en mis intentos de mantener una comunicación apropiada.
Estábamos cerca a la primera parada en la provincia de Ibarra, cuando finalmente cobré algo de coraje y le pregunté el motivo de su silencio.