Harper

La habitación secreta

Harper

Lo que todo parecía que iba a ir como un romance de fantasía se convirtió en un final de serie freak donde ves que todo al principio va bien y la cagan con el final de la trama.

Había quedado con Bruno para que viniese conmigo al baile que Morgan había hecho como entrada principal para quedar bien con los padres de Yara, en auspicio a su próxima colaboración entre la boutique de moda de Los Myers y la marca de perfumería Sandemetrio.

Regina me había hecho el favor de prestarme uno de sus vestidos, ya que, según ella, yo no tenía nada elegante que ponerme en mi armario. Qué otra cosa se podía esperar de una chica como yo, tan sencilla para vestir; y no le daba mucha importancia a estar a la moda.

Aun sabiendo que vivo en casa de los Sandemetrio, mi segunda familia, por así decirlo, con los que he vivido prácticamente toda mi vida, desde que mi madre empezó a trabajar con ellos como ama de llaves. Después de que el estúpido de mi padre decidió liarse con otra mujer. Había cosas que yo no me permitía.

—Hija, date prisa, que ya ha empezado el baile —interrumpe mi madre a fuera del baño, mientras me estoy poniendo el eyeliner en los ojos.

—Ya voy mamá —le digo, pasando de ponerme el eyeliner a las lentillas.

Hace ya mucho que no usaba lentes de contacto, por la gran molestia que me daba el estármelos quitando después; por lo cual, ya estaba acostumbrada a solo llevar mis gafas.

—Ya he terminado —le dije a mi madre, que montaba guardia detrás de la puerta con los brazos cruzados.

—¿Tanto tiempo? —me levanta una ceja.

—Ya sabes lo que me cuesta arreglarme —bajo la guardia, cerrando la puerta con el tacón, mientras cierro su neceser de maquillaje; ya que el mío está un poco vacío.

—¿Bailarás con Asier?

Al oír su pregunta, asomé la cabeza por la puerta de su habitación.

—¿A qué viene esa pregunta? Sabes que Yara estará colgada de su cuello toda la noche —hice una mueca bastante desagradable. —Además, tengo otra cita.

Otra cita que no iba a salir bien.

¿Qué estupidez estaba haciendo?

Ni yo misma me lo podía creer.

Dejando todo bien colocado en el buró de mi madre, fui un momento a su armario para buscar un abrigo largo que me llegara a las rodillas y cubriera el precioso vestido de Regina; no quería estropearlo con nada, sabiendo lo despistada que puedo ser a veces.

—Espero que Asier te saque a bailar esta noche —aludió mi madre.

No sé si era una broma.

—Sigue pidiendo que ocurra ese milagro, porque no creo que lo haga —me jacté en tono divertido. —Te veo al rato. No creo que esté mucho tiempo en esa fiesta —me incliné hacia ella y le di un beso, —Pero te prometo que la disfrutaré… Vete a la cama temprano y toma tu medicina, madre. Ya sabes lo que ha dicho el médico. —Seguí hablándole mientras la estrechaba en un abrazo.

—Sí, mi amor —me palmeó la espalda, procediendo a apartarme de ella. —Estás preciosa.

—Igual que tú —susurré, dedicándole una pequeña sonrisa.

Al poner un pie fuera de la casa, la tormenta incesante de mi inseguridad se había apoderado de mí. Llegando en ese momento una notificación de Bruno diciendo: No llegare, no quiero estar en un baile aburrido.

Con los estúpidos nervios que me cargaba, de que todo mundo me viera como estaba arreglada, decidí responderle: Eres un idiota. No sé si fuese el insulto más grande que pudiese haber salido de mí, pero solo eso escribí. A veces me daba pena a mí misma.

A lo que él me contesta: “Todas me lo dicen. Querida Per, paper, per”.

Odiaba que me llamaran así, y esperar eso de él era algo que no me creía. Me frustré tanto que mis mejillas ya estaban rojas. Una vez más había hecho el ridículo, ¿cuándo aprenderé?

En ese momento recibí otro mensaje: "Además, mis amigos me han invitado a una cerveza, disfruta de tu noche para dos”. Añadiendo un emoji de una cara con un guiño.

«Todo encajaba perfecto», hasta esta noche.

Bruno prefirió irse con sus amigos a tomar una cerveza, mientras yo me arreglé de la mejor manera para él, casi viéndome irreconocible en el espejo.

Me sacó el aire en la universidad, el aire en el trabajo, más lo que tengo ayudar a mi madre con sus quehaceres, que ni siquiera tengo tiempo para mí; y hoy, una noche en donde todo cuadra, tengo que aguantar al idiota de Bruno haciéndose el desentendido, prefiriendo más a sus amigos que a mí.

No podía darme la vuelta y entrar en casa. Con qué cara le diría a mi madre que me habían dado plantón. Recogí mi abrigo y bajé lentamente los tres escalones que tenía delante. Era tan evidente que mi madre me observaba a través de la ventana, que hice como si no pasara nada y caminé tranquilamente hacia la casa de los Sandemetrio.

Al ver a toda la gente que llegaba, me sentía muy cohibida de querer entrar por la puerta principal, así que tome un pequeño desvío para ir por detrás de la casa y entrar por una de las puertas de servicio. Lo único bueno del abrigo que llevaba era que tenía un gorro, con el cual cubrí mi cabeza y pasé saludando a uno que otro empleado dentro de la mansión, para desaparecer de la misma forma en la que había entrado. Observando la gran escena que estaba teniendo Yara con Asier. Llenándome de envidia.




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