Harper

Sin ser culpable de nada

Harper

—¡Para el maldito coche, he dicho!

No sé por qué quise desquitarme con él. Asier no tenía la culpa de la mierda que me estaba pasando. Mi estúpido tacón se quedó clavado en el suelo por un momento, llevándome un pequeño impulso hacia delante que casi me lleva a caer.

¡Maldito tacón!

Viéndole de reojo con total desdén, no reconocí al Asier de aquel momento. Resonaban en mi cabeza sus palabras diciendo en querer protegerme. Mi pecho se agitaba a cada paso que daba, mientras seguía recogiendo mi vestido. En ese momento me arrepentía de haberme acostado con Bruno, al que creía diferente a los demás.

La vez que me lo encontré detrás de las gradas del campo de fútbol, cuando fui en busca de Omar, por su falta de interés en el trabajo en grupo de Metodología de la Investigación; al principio me pareció un tipo cualquiera, como todos los que estaban allí.

—¡Oye! Frénale un momento —se volvió hacia mí.

—¡Quítate de en medio! —resoplé, pasando a su lado hasta llegar a Omar, que estaba a punto de encenderse un porro, el cual cogí y tiré al suelo, para luego pisarlo.

—¿Qué haces, Harper? —Me miró como si quisiera matarme —Era el primero del día. No puedes hacer eso. —Empieza a lamentarse por su porro perdido. Escuchando como los desmemoriados se ríen de él.

—¡Oh, pobre Omar! —dice Anthony, el capitán de fútbol, de pie a unos centímetros de él, con una caja de cigarrillos en la mano, que por desgracia tuvo que ser otro intento fallido de relación, —¡Toma uno de los míos! —estira la mano para dárselo, como si mi presencia en ese momento fuera una sombra.

—Tú lo tomas y te mato —puse mi mano sobre la de Anthony, rebajando sus intenciones. —No busques que acabe arrepintiéndome de haberte metido en mi grupo —me dirige a Omar. —Sabes que lo hice por Rachel, porque me suplicó que te dejara entrar.

Retiré mi mano de Anthony, dejando al descubierto mi vena de ira.

—O haces tu puta parte del trabajo, o yo mismo haré que la profesora Miller te deje fuera de su asignatura y repitas el maldito semestre con ella.

Omar se puso en pie de un salto, negando con la cabeza a Anthony. Mientras los demás seguían atormentándome por las burlas de los demás hacia él.

Rachel se preocupaba mucho por él, incluso rogarme que le ayudara era demasiado para ella. Tener un hermano como Omar de seguro era un tormento.

—No le digas nada a la profesora Miller, y menos a Rachel. —Me cogió de la mano y me miró con cara suplicante.

Omar era bastante dejado, pero aun así era pilas en otras cosas.

Sólo tenía que amenazarle para que hiciera lo que quisiera, según me había dicho Rachel, más por su cabezonería y rudeza en sus estudios. Era la segunda vez que repetía la asignatura y si volvía a fallar, tenía que darse por perdido.

—Omar, haz lo que te pide Per —escuché una voz intrusa detrás de mí, como si no tuviera control sobre lo que estaba ocurriendo.

—Lo haré Bruno —lo miró Omar y me tomó de la mano. —Nos vemos chicos, tengo un trabajo que terminar, y Harper, hoy no me deja respirar —dijo esto último en tono de queja.

Siguiendo a Omar, agarrada a mi bolso, caminé rápido con él, ya que podía ver su miedo en sus pasos. Amenazarle con Rachel, era una delicia.

—¡De nada, querida Per! —escuché a Bruno, creyendo que era por él que Omar me prestaba atención; y también, qué le daba derecho a llamarme querida, si ni siquiera nos conocíamos.

Bueno, yo no le conocía, pero mi nombre era conocido, por vivir con los Sandemetrio, lo que no me sorprendió.

Aquel había sido nuestro primer encuentro, y el primero de muchos. Cada vez que Omar se perdía, el único lugar al que tenía que ir para encontrarlo era el campo de fútbol. No entendía por qué estudiaba medicina, si le interesaban mucho más los deportes.

En esos pequeños momentos en que yo aparecía y Omar me veía como un vampiro detrás de él. Bruno buscaba la manera de acercarse a mí. Me gastaba pequeñas bromas y me hacía reír con sus extrañas imitaciones de profesores de teatro. Y así sucesivamente, hasta que logró que yo desarrollara pequeños sentimientos por él.

Ahora entendía lo ingenua que era.

No hice más que detenerme y preguntarme a mí misma: ¿Por qué huía de él?

En ese momento lo que hice fue gritarle todo lo que sentía después de la desgracia de lo que había pasado con Bruno, y cómo su forma de ser me recordaba a los inicios de cómo se comportaba Brumo al principio.

Aún así, no eran la misma persona, pero yo quería gritar, terminando por desquitarme con él. No quería generalizarle con mis palabras, pero era la única manera de encontrar una salida, y al final acabé encontrando otra cosa. Yo misma, arrepentida, sabiendo que Asier no era igual que los demás, después de todos estos años conviviendo con él. Verle frente a mí con su traje y su postura alta, con su mirada perdida. Quería abrazarle.

Él no tenía nada que ver con la mierda sentimental que me estaba pasando. Yo ya no era la víctima en ese momento, él era la víctima detrás de mis palabras. De las cuales, no podía creer lo calmado que estaba y lo sereno que me respondía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.