Harper

La cita de la venganza

Harper

Verlo frente a mí con la mano extendida. No esperaba terminar la noche bailando en esas condiciones, después de un susto en el que casi mato a alguien esa noche.

Asier había llegado para tomar mi mano, y no pude decir que no a la expresión de sus ojos.

—Estás loco —le digo, arreglándome un poco el pelo, mientras tengo los dedos sucios de grasa.

—Vamos —insiste, —Bailemos juntos por primera vez... Que yo recuerde, nunca lo hemos hecho.

Yo tampoco sabía por qué. Éramos amigos desde hacía muchos años y no habíamos tenido ocasión de bailar juntos. Algo en mí me decía que tal vez era porque tenía que llegar el momento exacto; y esa noche llegó.

Aunque me acordara del gilipollas de Bruno, había alguien delante de mí tendiéndome la mano con una peculiar sonrisa para que bailara con él, y no, no era un idiota como los demás.

—Vale, vale —levanté las manos en señal de rendición y me levanté de mi sitio, —¡No soy culpable de nada si te rompo un dedo! —me reí.

—¿Qué es peor que eso? Ya estoy hecho polvo, un dedo roto sería sólo un extra. Pero lo mejor será bailar contigo.

—Pero no hay música —dije, asomándome al borde de la terraza, contemplando los demás edificios.

En ese momento, se acerca a mí y observo cómo saca su teléfono móvil y procede a mover el dedo arriba y abajo, con la intención de buscar algo. No le presto mucha atención y sigo mirando las luces de la ciudad, ensimismada.

Quizá había llegado el momento de rendirme.  Disfrutar de mi soltería empedernida, terminar la carrera de Medicina, follarme a alguno que otro interno dentro del hospital, o tal vez ascender a las grandes ligas. Quién sabe, y consiga un buen partido. Eso sí, sin comprometerme sentimentalmente. Luego acabar mi vida como una anciana, sumergida en muchos libros y con muchos gatos; estos últimos serían la pareja perfecta, te piden cariño cuando lo necesitas y luego te ignoran, yo sólo les daría de comer y limpiaría sus popos, que no me molestaría, y acabaría mi vida tranquilamente.

—¡Listo, ya lo resolví! —escuché emocionado a Asier sacándome de mi trance de lo que sería mi despreciable vida unos años después.

De repente me sorprendió cogiéndome de la mano y luego por la cintura. Era la primera vez que estaba tan cerca de él. Era muy diferente de los ratos que pasábamos tumbados en el sofá viendo películas en su sala de cine privada, mientras comíamos palomitas y hacíamos bromas sobre las escenas dramáticas de las películas. Que odiábamos.

Poco a poco mis pies empezaron a moverse al son del piano que se oía a través de su móvil. Quizás no era la noche perfecta, pero Asier la estaba haciendo perfecta. Tantos bailes fallidos, tantas citas fallidas... era innecesario pensar en ello. Esto era perfecto. Sin darme cuenta de que era él quien hacía que mis días fueran perfectos.

Cada vez que volvía a casa de la universidad con los pies dando golpecitos, le veía pasar a mi lado en dirección a la cocina, luego me saludaba con la mano y me entregaba una tarrina de helado, haciendo que se me pasara el enfado. Lo que me recordaba que en unos meses se iría de casa, ya que quería cumplir uno de sus sueños, que yo ni siquiera sabía cuál era. Pero de lo que si estaba segura era que lo iba a extrañar demasiado.

En ese momento empezó a sonar el móvil de Asier, lo que hizo que se parara la música, pasándome un momento a fijarme en la pantalla, para ver la cara de Yara marcada en ella.

Claro que los momentos perfectos no duran para siempre. Y no es que no me gustara Yara, es que era un poco pesada. Encontrando el momento perfecto para pararlo todo, a lo que estaba acostumbrada.

—¡Responde! Si no, no dejará de llamarte—, le digo inmediatamente de manera divertida.

Asier hace una mueca y coge el móvil para contestar la llamada y lo pone en alta voz.

—Asier, cariño, ¿dónde estáis Harper y tú?

Cuando oí mi nombre salir de su boca, puse los ojos en blanco. ¿De cuándo aca había preguntado por mí?

—Estamos en El Pollo Guapo —me miró Asier, notando el gran signo de interrogación en mi cara.

—¿Cómo estás, Per? —La pregunta de Yara captó mi atención tan rápido como un rayo.

Y la cara de Asier en ese momento era bastante peculiar.

—He querido matar a esos imbéciles. Quiero decirte que puedes contar conmigo, para vengarme de esos idiotas.

No entendía nada.

—Veo que has hecho algo de lo que no me he enterado —dice Asier, enarcando una ceja.

—¡Qué bien me conoces, querido! En cuanto me enteré...

Al oír lo que había hecho Yara no me lo podía creer, abofetear y tirar a Manuel y su móvil a la piscina en plena fiesta de Morgan y sus padres, era una escena que me hubiera gustado disfrutar. Lo que confirmaba que todo el mundo sabía lo que había pasado entre Bruno y yo. Volviendo a sentirme cohibida.

—¿Cuándo empezaste a preocuparte por Per? —alude Asier, mirándome atentamente, mientras yo alzo los hombros en señal de que sigo sin entender nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.