Harper
—¡Vete! —grite, mientras me refugiaba dentro del cuarto del conserje.
No podían encontrar otro lugar seguro que no fuera éste. Meterme en el baño podría haber sido una opción, pero creo que es el típico lugar donde cualquiera buscaría, y lo que más quería era que no me encontraran; aun así, para Asier esto era un juego de niños.
—Sabes que no puedes esconderte de mí, Per... desde que éramos pequeños siempre busqué la forma de pensar como tú a la hora de esconderme, y de toda la gente que conozco tú eras la única que tiene lugares bastante impensables para esconderse... Así sea que no salgas, por favor, déjame entrar —oí que bajaba el tono de su voz.
Asier había dejado de mover el pomo de la puerta, lo que me dio un poco más de tranquilidad.
Estaba recogida contra la pared secando mis lágrimas y la constipación de mi nariz.
Por ningún pienso creí que mi madre llegaría —justo el último día de clases —para montar un escándalo delante de todos.
—Per, créeme cuando te digo que no sabía nada de esto…
—Entonces, ¿por qué la trajiste?
—Mi madre sólo me pidió que la trajera... Por el camino Camile ni siquiera me dijo a qué venía.
Sentí su cuerpo deslizarse desde el otro lado de la puerta.
—¿Piensas quedarte allí hasta el final del día?
—Sí —dije con disgusto. —No quiero que nadie me vea…
Se me quebró la voz.
—Entonces, me quedaré aquí contigo.
—Ya lo de Bruno estaba en otra parte, ¿qué necesidad había de recordarlo?
—Camile no tenía malas intenciones, y mucho menos pensaba en el escándalo… Solo pensaba en ti, Per; de la misma forma en como yo pensaba en ti ese día.
Eso último lo dijo con cierto desánimo.
—¿Por qué todo últimamente apunta a que te desquites conmigo?
—Porque últimamente estas entrometido en todo… lo cual antes era muy diferente —dije con despacio, levantando la cabeza para mirar al techo. —De igual forma, yo también empecé esto… me acosté con él, acabé siendo el trofeo y el centro de miradas de todos. Ya se lo había contado a mi madre la mañana que fuimos a la playa. A decir verdad, se lo había tomado con mucha calma, pero, ahora que lo pienso, entiendo su silencio y el por qué me preguntó el nombre de la persona con la que me había acostado…
—Prefirió hacerlo el último día de clase, para que de un modo u otro no te supusiera tanto engorro.
Escuche con soltó una pequeña risa. En eso, estire mi cuerpo para poder abrirle la puerta, lo cual hizo que callera de espaldas a dentro del cuarto.
Dejé escapar una pequeña sonrisa entre tantas lágrimas.
Ya tenía la cara hinchada.
—Eso dolió —dijo, poniéndose la mano detrás de la cabeza.
—Hubiese sido más, tan solo que abrí la puerta despacio.
—¿De verdad vas a quedarte aquí todo el día? -dijo, aún tumbado en el piso.
—Todo el día, no lo creo… —le miré muy atenta —Saldré en un par de horas, cuando sienta que las cosas se han calmado.
—¿Y cómo sabrás eso?
—Mmm, no lo sé… tal vez lo intuya.
—Entonces —dijo, dándose la vuelta para levantarse y entrar de lleno en el cuarto —esperemos a que hable tu intuición y salgamos juntos de aquí.
—¿Y mi madre? —aludí.
—Yara se encargó de llevarla a casa, así que no te preocupes por eso… últimamente veo que Yara está muy pendiente de ti.
Vi como empujaba la puerta con el pie y se sentaba frente a mí.
—En estos días ha estado viniendo a la facultad a buscarme. Se me es raro, la verdad… pero tengo que decirlo —desvié la mirada un momento para no mirarle a los ojos, —pero… su compañía es muy agradable, claro, cuando no está alardeando de ciertas cosas.
—Ustedes dos nunca han tenido una pelea, ¿verdad?
—¡No! Solo nos hemos ido de palabras una que otras veces, pero ha sido por tu culpa.
—¿Por mí? ¿Por qué? —sonaba muy curioso.
Me volví para mirarlo y me acomodé un poco el pelo.
—Porque ella siempre está pegada a ti…
—Eso suena a celos… ¿Estás celosa de Yara? —Le vi esbozar una sonrisa traviesa.
—No, bueno, un poco…
Me costó admitirlo.
—¡Ah la, menuda confesión! Es la primera vez que te oigo decir que tienes celos por mí.
—No es algo que ande alardeando todos los días —indique con firmeza —Tan solo que sí —moví un poco mi cabeza —He sentido celos…
Y esa era la primera vez que pude decírselo abiertamente.
—Me siento orgulloso de eso — dijo con mucha confianza en sí mismo.
—Ya ves... por eso no quería decírtelo.