Asier
—No entiendo por qué no querías ir en la camioneta... Todos cabemos ahí.
—Es que no quiero que te aburras... Además, aquí podemos hablar libremente de lo que queramos.
—De todas formas, me hubiera gustado ir con ellos.
—¿Crees que papá haría turismo como yo?
—Si le hubiéramos preguntado, sí... Pero conociendo a Morgan...
—Claro que no —hablamos los dos al unísono y nos reímos mientras nos mirábamos un momento.
—Quiero que disfrutes de este viaje —le dije, mientras veía que ya nos acercábamos al desvío.
Per seguía entretenida en la ventana observando el panorama, en ese momento, giré a la izquierda para llevarla por una ruta diferente y llegar antes que mi padre a la casa del bosque.
Era una ruta que había tomado años atrás cuando tuve que abandonar aquella casa debido a una pequeña discusión que tuve con mi madre porque no quería aceptar su propuesta de irme al extranjero, ya que aquí teníamos problemas económicos y había ocurrido un fracaso en un negocio de mi padre.
Nuestra familia no siempre fue perfecta, pero últimamente yo me esforzaba por que lo fuera; y esa cuestión era algo de lo que Per y Camile no eran conscientes. Por supuesto, desde que nuestras familias se juntaron hace años, cuando Camile vino a trabajar con nosotros, al principio la relación era la de empleado y empleador; por entonces veía poco a Per, ya que ella iba a preescolar en un colegio diferente al mío, por cuestiones económicas, y nos juntábamos una o dos veces por las tardes, y en realidad pasaba mucho más tiempo con Yara desde que estudiábamos juntos, —y no voy a negar que a partir de entonces la relación entre Per y Yara era muy reñida, —por su puesto entendiendo ahora el por qué de ello.
Un día mis padres me habían dejado al cuidado de Camile, y enfermé, poniéndome muy mal, la preocupación de Camile por no saber qué hacer la desesperó mucho, estaba muy asustada y llorando, y me había llevado al hospital más cercano, donde pudieron atenderme.
Cuando mis padres se enteraron de lo que había pasado, acudieron rápidamente al hospital y estuvieron allí para hacerme compañía hasta que me recuperé; Camile iba y venía de casa para acompañar a mi madre, lo que no me hizo saber mucho de Per, —y allí donde la veía, más tarde me enteré de que era ella quien ayudaba a su madre en casa desde que era muy pequeña, e incluso me ayudaba con los deberes a pesar de ser un año más joven que yo, mientras yo me recuperaba. —Ambos gestos de amabilidad, que repitieron durante años, hicieron que ambas se encariñaran mucho más con nosotros. Con el tiempo empezaron a compartir la mesa con mi familia, y Camile empezó a intimar con mi madre, hasta que más tarde se convirtió en como mi segunda madre y Per pasó a ser como mi hermana y al mismo tiempo como una hija para mis padres. Así que empezaron a criarnos juntos, empezamos a estudiar en el mismo colegio, y nos fuimos acercando, claro, hasta que el tiempo nos hizo crecer, desarrollar nuevos sentimientos, buscar metas y saber realmente qué hacer con nuestras vidas, lo que hizo que las cosas empezaran a cambiar; lo cual estaba bien. Tan solo que...
—¡Asier, frena! —oí que me gritaba Per, sintiendo cómo ponía la mano en el volante y pisaba el freno.
—¿Qué ha pasado? —dije con mucha intriga y miedo.
—¡Casi atropellas a un oso!
—¿Oso?
—Sí, oso —indicó. —Mira hacia la orilla. ¿En dónde cargabas la vista?
—Lo siento —dije casi con el corazón en la mano, —Me dejé llevar por lo que estaba pensando.
Sentí que mi cuerpo se enfriaba en un momento.
—Tomaré el volante por ti... Te has puesto pálido.
Me limité a asentir a su petición, me quité el cinturón de seguridad y salí del coche después de que el oso se marchara, para que pudiéramos cambiar de asiento.
—¿Tan importante era tu pensamiento?
Ya no sabía si me estaba preguntando o reprochando, simplemente cerré la puerta y apoyé la cabeza en el respaldo del asiento.
—Perdón, de verdad.
Giré la cara para poder verla.
—No pasa nada. No te preocupes...
Per estaba tan atenta al volante que ni siquiera me miraba.
—Bebe un poco de agua… debes de estar cansado. Llevamos un par de horas de viaje.
Guardé silencio y alcancé el pomo del agua para poder beber. Hacía mucho tiempo que no perdía así la concentración. No puedo imaginarme el susto que debió de llevarse.
—Indícame por donde ir, por favor…
—Después de tres señales, verás un desvío a mano derecha... entraremos por ahí, siguiendo la ruta del río hasta llegar a la otra carretera... entonces dirígete hacia el norte durante diez minutos hasta que veas un gran letrero de madera que dice propiedad privada, Los Sandemetrio.
—La última vez que vine era tan pequeña que me cuesta recordar cómo llegar hasta aquí.
—Todo ha cambiado en los últimos años... De hecho, el desvío por donde salimos es una ruta para los madereros, lo construyeron hace unos años.