Harper

Alivio

Harper

—Aun no me lo puedo creer cómo pasaron de ser eso a eso —dice Gina, señalando la foto que hay en mi mesa, de la graduación de Asier, a la otra foto que hay al lado, en la que Asier y yo nos estamos besando.

Hace unos días, habíamos vuelto a escaparnos a la playa. Esta vez como algo más que amigos. Y de ese viaje volvimos con la idea de contarle a nuestros padres lo que había entre nosotros.

Ni siquiera podía explicarme todo lo que estaba sintiendo. Esperar a que algo entre él y yo sucediera, era más que una realidad como si fuese un sueño.

Me negaba a creerlo. Todos los planes que tenía se estaban poniendo fuera de mi alcance.

—¡Vamos, chicas, daos prisa! —Omar entró en la habitación sin vacilar.

Gina dio un respingo con el eyeliner en el ojo y golpeó el escritorio con la mano, girando la cabeza como un exorcista hacia la puerta.

—¡Joder, Omar! No entiendes lo que es la privacidad… ¡Podrías habernos encontrado en ropa interior!

—¡Ah! Tienen lo mismo… eso que importa —Omar sonó totalmente despreocupado.

Omar es descarado y totalmente desvergonzado al decir las cosas. No me sorprende que se hayan hecho novios. Volví mis ojos y me quedé mirándolos.

Me reí internamente y me encantó ver a Gina toda histérica por el momento, tanto por la respuesta de Omar como porque la línea de su ojo se había deformado. En eso, Gina se volteó de nuevo y tomó mi desodorante del buró con la intención de arrojárselo.

—¡Detente, Gina! —Inmediatamente me levanté de la cama y me acerqué a ella para cogerla de la mano. —¡Está de broma! Llevamos aquí un buen rato… Le dije que entrara porque me ha estado mandando mensajes desesperadamente para ver si estábamos listas.

—Deberías haberle dicho que esperara un poco más. Ya estaba terminando mi maquillaje de Cruela—me contestó Gina con una cara que no sabría ni explicar.

—De acuerdo, ¡ya está! —dije con indiferencia.  

—¿No ves la hora? —se quejó Omar —Parece que se han ido a preparar los vestidos, ¿o qué?

—Lo dice alguien que sólo toma una ducha rápida y se pone lo que encuentra…

—¡Vamos a ver! Solo estoy siendo práctico… Además, soy un pirata —Omar se acerca y le coge el desodorante de la mano que lo tiene levantado y lo vuelve a poner en su sitio —Y perdona… Pero estoy un poco entusiasmado, ¿no te das cuenta?

Los dos empezaron a sacar sus trapos sucios al sol. Menuda escena se estaba montando.

Bajé la guardia y volví a mi sitio en la cama y me ajusté el vestido. Asier me había pedido que preparara un tema diferente para este año, fuera de las aburridas fiestas que siempre hace Morgan —como él lo considera. —Aunque yo no las consideraba aburridas. Así que opté por un tema de disfraces, que a todos nos pareció una gran idea.

—Pareces más entusiasmado que Per… Se nota —Gina me lanzó una mirada —¿Te sientes bien? No has dicho nada desde hace rato… Tú eras el que estaba detrás de todo este plan.

—No, no pasa nada…

Internamente ni yo misma me creía lo que estaba diciendo.

Sentía algo que no sabía cómo explicar.

Tal vez eran los nervios de saber que ahora en aquella fiesta la tímida yo iba a tener que presentarse formalmente como novia de Asier. Y literalmente el vestido que llevaba era la cruzada perfecta para ser el balco de todos.

Lo bueno de todo esto, es que, lo que más me preocupaba —o sea mi madre —por lo menos ya estaba más tranquila con la noticia de que Asier y yo estábamos andando.

La verdad es que no costó tanto explicarlo.

Bueno, hay que agradecerle a Morgan que se puso en medio de la guerra.

Cierto. Es que aquel día mi madre quería darle con la sartén a Asier.

Ja… y después de eso se hizo ilusiones.

¡Quién la entiende!

Mirando la foto, lo importante era que todo iba bien. Lo único que habría que soportar sería volver a estar en presencia de todos.

—Te has quedado callada otra vez… ¡Ves, algo pasa!

—¡No pasa nada! —me puse a la defensiva.

—Será por la fiesta… Y por lo que oigo, ya están llegando los invitados.

Omar se mueve un poco para mirar por la ventana.

—Será mejor que nos apuremos… Esta línea va a tener que esperar —dice Gina impaciente, corriendo por la habitación —¿A qué estáis esperando? ¡Vámonos!

Omar y yo nos miramos.

—No, bueno… ¡La desesperada soy yo! —dije divertida le veía caminar sin los zapatos.

Omar se guio hasta la cama, cogió los zapatos de Gina y se los entregó.

—Más quesea ponte los zapatos —Omar le dedicó una pequeña sonrisa y se volvió hacía mí —¡Él te espera, Per!

La voz de Omar por un momento me calmo.

—Vale… Esperen a fuera.




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