Harry Potter y la piedra filosofal.

Halloween

Malfoy no podía creer lo que veían sus ojos, cuando vio que Harry y Rontodavía estaban en Hogwarts al día siguiente, con aspecto cansado pero muyalegres. En realidad, por la mañana Harry y Ron pensaron que el encuentro con el perro de tres cabezas había sido una excelente aventura, y ya estabanpreparados para tener otra. Mientras tanto, Harry le habló a Ron del paqueteque había sido llevado de Gringotts a Hogwarts, y pasaron largo ratopreguntándose qué podía ser aquello para necesitar una protección así.

—Es algo muy valioso, o muy peligroso —dijo Ron. 

—O las dos cosas —opinó Harry.

Pero como lo único que sabían con seguridad del misterioso objeto era quetenía unos cinco centímetros de largo, no tenían muchas posibilidades deadivinarlo sin otras pistas.

 Ni Neville ni Hermione demostraron el menor interés en lo que habíadebajo del perro y la trampilla. Lo único que le importaba a Neville era no volvera acercarse nunca más al animal.

Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron, pero como era unasabihonda mandona, los chicos lo consideraron como un premio. Lo querealmente deseaban en aquel momento era poder vengarse de Malfoy y, parasu gran satisfacción, la posibilidad llegó una semana más tarde, por correo. 

Mientras las lechuzas volaban por el Gran Comedor, como de costumbre,la atención de todos se fijó de inmediato en un paquete largo y delgado, quellevaban seis lechuzas blancas. Harry estaba tan interesado como los demásen ver qué contenía, y se sorprendió mucho cuando las lechuzas bajaron ydejaron el paquete frente a él, tirando al suelo su tocino. Se estaban alejando,cuando otra lechuza dejó caer una carta sobre el paquete. 

Harry abrió el sobre para leer primero la carta y fue una suerte, porquedecía: 

NO ABRAS EL PAQUETE EN LA MESA Contiene tu nueva Nimbus2.000, pero no quiero que todos sepan que te han comprado unaescoba, porque también querrán una. Oliver Wood te esperará estanoche en el campo de quidditch a las siete, para tu primera sesión deentrenamiento. 

                                                                                                                                                     Profesora McGonagall

Harry tuvo dificultades para ocultar su alegría, mientras le alcanzaba lanota a Ron. 

—¡Una Nimbus 2.000! —gimió Ron con envidia—. Yo nunca he tocadoninguna. 

Salieron rápidamente del comedor para abrir el paquete en privado, antesde la primera clase, pero a mitad de camino se encontraron con Crabbe y a subir con Ron, para sacar; por fin, a la Nimbus 2.000 de su paquete.

 —Oh —suspiró Ron, cuando la escoba rodó sobre la colcha de la cama deHarry.

Hasta Harry, que no sabía nada sobre las diferencias en las escobas,pensó que parecía maravillosa. Pulida y brillante, con el mango de caoba, teníauna larga cola de ramitas rectas y, escrito en letras doradas: «Nimbus 2.000». 

Cerca de las siete, Harry salió del castillo y se encaminó hacia el campo dequidditch. Nunca había estado en aquel estadio deportivo. Había cientos deasientos elevados en tribunas alrededor del terreno de juego, para que losespectadores estuvieran a suficiente altura para ver lo que ocurría. En cadaextremo del campo había tres postes dorados con aros en la punta. Lerecordaron los palitos de plástico con los que los niños muggles hacíanburbujas, sólo que éstos eran de quince metros de alto. 

Demasiado deseoso de volver a volar antes de que llegara Wood, Harrymontó en su escoba y dio una patada en el suelo. Qué sensación. Subió hastalos postes dorados y luego bajó con rapidez al terreno de juego. La Nimbus2.000 iba donde él quería con sólo tocarla. 

—¡Eh, Potter, baja! 

Había llegado Oliver Wood. Llevaba una caja grande de madera debajo delbrazo. Harry aterrizó cerca de él. 

—Muy bonito —dijo Wood, con los ojos brillantes—. Ya veo lo que queríadecir McGonagall, realmente tienes un talento natural. Voy a enseñarte lasreglas esta noche y luego te unirás al equipo, para el entrenamiento, tres vecespor semana.

 Abrió la caja. Dentro había cuatro pelotas de distinto tamaño.  

—Bueno —dijo Wood—. El quidditch es fácil de entender; aunque no tanfácil de jugar. Hay siete jugadores en cada equipo. Tres se llaman cazadores.

 —Tres cazadores —repitió Harry, mientras Wood sacaba una pelota rojobrillante, del tamaño de un balón de fútbol. 

—Esta pelota se llama quaffle —dijo Wood—. Los cazadores se tiran laquaffle y tratan de pasarla por uno de los aros de gol. Obtienen diez puntoscada vez que la quaffle pasa por un aro. ¿Me sigues?

 —Los cazadores tiran la quaffle y la pasan por los aros de gol —recitóHarry—. Entonces es una especie de baloncesto, pero con escobas y seiscanastas.  

—¿Qué es el baloncesto? —preguntó Wood. 

—Olvídalo —respondió rápidamente Harry. 

—Hay otro jugador en cada lado, que se llama guardián. Yo soy guardiánde Gryffindor. Tengo que volar alrededor de nuestros aros y detener loslanzamientos del otro equipo. 

—Tres cazadores y un guardián —dijo Harry, decidido a recordarlo todo—.Y juegan con la quaffle. Perfecto, ya lo tengo. ¿Y para qué son ésas? —Señalólas tres pelotas restantes. 

—Ahora te lo enseñaré —dijo Wood—. Toma esto. 

Dio a Harry un pequeño palo, parecido a un bate de béisbol. 

—Voy a enseñarte para qué son —dijo Wood—. Esas dos son lasbludgers.

 Enseñó a Harry dos pelotas idénticas, pero negras y un poco máspequeñas que la roja quaffle. Harry notó que parecían querer escapar de lastiras que las sujetaban dentro de la caja. 

—Quédate atrás —previno Wood a Harry. Se inclinó y soltó una de lasbludgers. 

De inmediato, la pelota negra se elevó en el aire y se lanzó contra la carade Harry. Harry la rechazó con el bate, para impedir que le rompiera la nariz, yla mandó volando por el aire. Pasó zumbando alrededor de ellos y luego se tirócontra Wood, que se las arregló para sujetarla contra el suelo. 



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En el texto hay: magia, harry, harrypotter

Editado: 17.09.2020

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