Harry Potter y la piedra filosofal.

A través de la trampilla

En años venideros, Harry nunca pudo recordar cómo se las había arregladopara hacer sus exámenes, cuando una parte de él esperaba que Voldemortentrara por la puerta en cualquier momento. Sin embargo, los días pasaban yno había dudas de que Fluffy seguía bien y con vida, detrás de la puertacerrada. 

Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinabanpor escrito. Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sidohechizadas con un encantamiento antitrampa. 

También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó uno auno al aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima delescritorio. La profesora McGonagall los observó mientras convertían un ratónen una caja de rapé. Ganaban puntos las cajas más bonitas, pero los perdían sitenían bigotes. Snape los puso nerviosos a todos, respirando sobre sus nucasmientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar.  

Harry lo hizo todo lo mejor que pudo, tratando de hacer caso omiso de laspunzadas que sentía en la frente, un dolor que le molestaba desde la nocheque había estado en el bosque. Neville pensaba que Harry era un caso grave de nerviosismo, porque no podía dormir por las noches. Pero la verdad era queHarry se despertaba por culpa de su vieja pesadilla, que se había vuelto peor,porque la figura encapuchada aparecía chorreando sangre.

Tal vez porque ellos no habían visto lo que Harry vio en el bosque, oporque no tenían cicatrices ardientes en la frente, Ron y Hermione no parecíantan preocupados por la Piedra como Harry. La idea de Voldemort losatemorizaba, desde luego, pero no los visitaba en sueños y estaban tanocupados repasando que no les quedaba tiempo para inquietarse por lo queSnape o algún otro estuvieran tramando. 

El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendopreguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos querevolvían su contenido, y estarían libres, libres durante toda una maravillosasemana, hasta que recibieran los resultados de los exámenes. Cuando elfantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran suspergaminos, Harry no pudo dejar de alegrarse con el resto. 

—Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —dijo Hermione, cuandose reunieron con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haberestudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o ellevantamiento de Elfrico el Vehemente.  

A Hermione siempre le gustaba volver a repetir los exámenes, pero Rondijo que iba a ponerse malo, así que se fueron hacia el lago y se dejaron caerbajo un árbol. Los gemelos Weasley y Lee Jordan se dedicaban a pinchar lostentáculos de un calamar gigante que tomaba el sol en la orilla. 

—Basta de repasos —suspiró aliviado Ron, estirándose en la hierba—.Puedes alegrarte un poco, Harry, aún falta una semana para que sepamos lomal que nos fue, no hace falta preocuparse ahora. 

Harry se frotaba la frente. 

—¡Me gustaría saber qué significa esto! —estalló enfadado—. Mi cicatrizsigue doliéndome. Me ha sucedido antes, pero nunca tanto tiempo seguidocomo ahora. 

—Ve a ver a la señora Pomfrey —sugirió Hermione. 

—No estoy enfermo —dijo Harry—. Creo que es un aviso... significa que seacerca el peligro... 

Ron no podía agitarse, hacía demasiado calor. 

—Harry, relájate, Hermione tiene razón, la Piedra está segura mientrasDumbledore esté aquí. De todos modos, nunca hemos tenido pruebas de queSnape encontrara la forma de burlar a Fluffy. Casi le arrancó la pierna una vez,no va a intentarlo de nuevo. Y Neville jugará al quidditch en el equipo deInglaterra antes de que Hagrid traicione a Dumbledore. 

Harry asintió, pero no pudo evitar la furtiva sensación de que se había olvidado de hacer algo, algo importante. Cuando trató de explicarlo, Hermionedijo:

—Eso son los exámenes. Yo me desperté anoche y estuve a punto demirar mis apuntes de Transformación, cuando me acordé de que ya habíamoshecho ese examen. 

Pero Harry estaba seguro de que aquella sensación inquietante nada teníaque ver con los exámenes. Vio una lechuza que volaba hacia el colegio, por elbrillante cielo azul, con una nota en el pico. Hagrid era el único que le habíaenviado cartas. Hagrid nunca traicionaría a Dumbledore. Hagrid nunca le diría anadie cómo pasar ante Fluffy... nunca... Pero... 

Harry, súbitamente, se puso de pie de un salto. 

—¿Adónde vas? —preguntó Ron con aire soñoliento. 

—Acabo de pensar en algo —dijo Harry. Se había puesto pálido—.Tenemos que ir a ver a Hagrid ahora. 

—¿Por qué? —suspiró Hermione, levantándose. 

—¿No os parece un poco raro —dijo Harry, subiendo por la colina cubiertade hierba— que lo que más deseara Hagrid fuera un dragón, y que de prontoaparezca un desconocido que casualmente tiene un huevo en el bolsillo?¿Cuánta gente anda por ahí con huevos de dragón, que están prohibidos porlas leyes de los magos? Qué suerte tuvo al encontrar a Hagrid, ¿verdad? ¿Porqué no se me ocurrió antes? 

—¿En qué estás pensando? —preguntó Ron, pero Harry echó a correr porlos terrenos que iban hacia el bosque, sin contestarle. 

Hagrid estaba sentado en un sillón, fuera de la casa, con los pantalones ylas mangas de la camisa arremangados, y desgranaba guisantes en un granrecipiente. 

—Hola —dijo sonriente—. ¿Habéis terminado los exámenes? ¿Tenéistiempo para beber algo? 

—Sí, por favor —dijo Ron, pero Harry lo interrumpió. 

—No, tenemos prisa, Hagrid, pero tengo que preguntarte algo ¿Teacuerdas de la noche en que ganaste a Norberto? ¿Cómo era el desconocidocon el que jugaste a las cartas? 

—No lo sé —dijo Hagrid sin darle importancia—. No se quitó la capa.  

Vio que los tres chicos lo miraban asombrados y levantó las cejas. 

—No es tan inusual, hay mucha gente rara en el Cabeza de Puerco, el barde la aldea. Podría ser un traficante de dragones, ¿no? No llegué a verle lacara porque no se quitó la capucha. 



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En el texto hay: magia, harry, harrypotter

Editado: 17.09.2020

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