Aquella melodía... creía haberla escuchado antes en algún lado, no recordaba dónde, pero me era familiar. Notas tan suaves como melancólicas. Reconocía cada una de ellas y seguía el ritmo en mis memorias mientras estas continuaban sonando; sin prisa, con calma.
Y de pronto ahí estaba yo. Rodeada por el agua del suelo que reflejaba la bóveda celeste repleta de estrellas, estrellas que iluminaban las flores. Sentí el impulso de moverme al ritmo del piano, hipnotizada por ese hermoso e intenso sonido. Era tan reconfortante sentir la humedad en mis pies mientras me movía de un lado a otro acompañada del chapoteo del agua, que no pude notar como la música que salía del piano era cada vez más lenta y pesada. Parecía que ahora cada nota se esforzaba por salir del instrumento.
La melodía dejo de sonar abruptamente y en su lugar se escuchó una tos seca, horrible, junto a jadeos que parecían querer llevar aire a los pulmones desesperadamente. Me detuve en seco, asustada. Busqué con la mirada el origen del sonido, pero la luz de las estrellas se apagaba poco a poco. No podía ver claramente. No veía ni un piano ni a la persona que lo tocaba, solo podía escuchar esa voz asfixiada tratando de estabilizarse, sin conseguirlo. Comenzaba a angustiarme por no encontrar nada hasta que escuche el sonido de algo impactando contra el suelo.
Había una silueta a lo lejos, encogida sobre sí misma, teniendo espasmos en un claro signo de dolor. Me acerque lo más rápido que pude, sintiendo por momentos que no podría lograrlo al ver cómo la distancia entre la silueta y yo no parecía disminuir. Una vez pude llegar, traté de ayudar sosteniendo a la persona por sus hombros para acomodarla y ver qué ocurría, sin embargo, fui apartada de un manotazo.
No sabía qué hacer. La tos no parecía detenerse y a estas alturas estaría quemando la garganta de la persona que aun inhalaba con prisa en una lucha por llevar oxígeno a su cuerpo que, a pesar de estar tan tenso, temblaba por la desesperación y el dolor. Ver a alguien así me oprimía el pecho, pero no se comparó a lo que sentí cuando fijé la vista en su espalda y reconocí el estampado de la sudadera.
La sangre de mi cuerpo se congeló, ¡pero tenía que hacer algo! Y aunque quería ayudar, para cuando pude reaccionar, ambas estábamos alejadas. Ella seguía ahí, sufriendo y tratando de recomponerse del ataque y por alguna razón yo no estaba a su lado. Por un momento pareció calmarse y ahora solo estaba el sonido de su respiración entrecortada. Volteó a mi dirección en un lento y pesado movimiento. Creí que me miró por unos segundos hasta que solo terminó por desplomarse dándome la espalda.
"¡Espera!". El agua comenzó a tragarla y las flores que se hundían junto a ella daban la sensación de adornar lo que sería su tumba. Iba a irse y ella no hacía esfuerzo alguno por impedirlo. Sentí mis ojos y nariz arder. La angustia me invadió. Me paralicé sin saber qué hacer, esperando a que todo terminara. Así, tan abruptamente como el piano se había detenido, desapareció y yo... desperté.
* * *
Me esforcé en tratar de adaptar mis ojos a la oscuridad. Poco a poco era consciente de dónde estaba y qué era lo que ocurría. Escuche la música fuera del cuarto, no era un piano, sino canciones que había escuchado cuando era más pequeña siendo coreadas por los que aún quedaban en la fiesta. Un ligero carraspeo hizo que girara y la encontré sentada, frente a su computadora, trabajando en algo con sus cascos puestos. A excepción de sus ojeras, parecía estar bien.
Aún no tengo idea de cómo lo hace, pero a pesar de parecer tan concentrada, no tardo en percatarse de que me había despertado. Pausó lo que fuera que estaba escuchando y giro la silla para estar más cómoda.
—¿Te desperté o fue el ruido de la fiesta? —suspiré profundamente al ver su rostro, tan estoico como de costumbre. Sentía un gran alivio que quizás fue provocado por mi reciente sueño —. ¿Quieres que me vaya?
Mi último recuerdo fue estar escuchando a los demás discutir su sorpresa al ver cómo Irene había logrado convencerla para bailar, pero ante esa vista solo pude entrar a la casa y tomar otro poco antes de sentir mis parpados pesados. Quizás me había quedado dormida en algún lado y ella o alguno de sus amigos me trajo hasta una de las recamaras. Pensé que se quedaría a su lado.
—No... —murmuré somnolienta —. Quédate.
—No tardaré mucho. Cinco minutos más y regresaré para que puedas descansar tranquila.
Volvió la vista a su computadora para revisar su avance y seguramente verificar que no se hubiera olvidado de guardar los archivos con los que estaba trabajando. Todavía me sentía cansada. Solo pude estirarme lo suficiente para sujetar el borde de su camisa.
—...Quédate.
Permaneció inmóvil durante lo que me parecieron unos largos segundos. El silencio dejaba escuchar el escándalo aún predominante en el patio y en el primer piso, los murmullos de las conversaciones eran inentendibles y no parecía que fueran a terminar pronto. Desconocía la hora. Solo sabía que el cielo estaba oscuro, que probablemente había desechables regados por todos lados y que ella tenía la responsabilidad de cuidar la casa.
Siguió con sus archivos, cerrándolos uno por uno a medida que ya no los ocupaba, apagó el equipo y sacó algo de la cajonera antes de marcharse de la habitación; sin volver a mirarme. Sentí tristeza. Sabía que era poco probable, pero realmente quería que se quedara. Me removí en la cama y pasé varios minutos pensando en sí debería de levantarme y salir otro rato antes de volver a dormir o quedarme aquí hasta que el cansancio me ganara. Cerré los ojos y volví a suspirar.
"Realmente quería que se quedara". Me repetí a mí misma.
La puerta se abrió ni bien ese pensamiento cruzó por mi cabeza. Ya no tenía su camisa ni esos pantalones de cargo negro que le encantaban, ahora solo tenía una playera blanca junto a ese pantalón a cuadros que usaba como pijama. Se sentó al borde de la cama y desato su cabello, alborotándolo antes de colocarse la liga en el tobillo y meterse bajo las cobijas, dándome la espalda.
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Editado: 16.04.2022