En las profundas aguas, un gigante de acero yace, llamado Titanic, de un amor que no se deshace. Pero en este vasto océano, hay un privilegio mayor, el de amar a Luz, un faro de amor. Con su rostro de ángel, la sonrisa de sol, Luz es un poema que no tiene fin ni control.
Su belleza no es sólo un adorno, es un reflejo de su ser, un jardín de flores que no deja de florecer. Su corazón, un santuario, lleno de bondad, inmenso y noble, libre de la maldad.
Es un refugio en la tormenta, un abrazo en la oscuridad, un alma sincera, un bálsamo de verdad.
Sé que lleva heridas, cicatrices en su corazón,
el pasado la ha marcado, pero nunca la ha quebrado. Cada herida es un hilo, que la teje con fuerza, una guerrera de luz, una valiente princesa.
Así, como el Titanic, que no pudo flotar,
este amor es un viaje que me lleva a amar.
Un amor que no se hundirá, que no naufragará porque Luz es mi vida y en ella me quedaré.
Editado: 07.10.2025