(1) 29 de febrero
Clara Martín.
—Hija, recuerda que no podéis salir hoy. Ya sabes que tu madre acudirá poco después de terminar el trabajo, pero aún así hay que ser precavidos —repite mi padre desde el salón.
Precavidos, ¿por qué?
Papá repite lo mismo cada cuatro años. Sí, hay un día más al año, pero... ¿qué es lo peor que podría pasar?
Salgo de mi cuarto para cruzar el pasillo e ir al salón en busca de quien me recuerda por enésima vez que hoy no hay que salir y lo encuentro buscando entre las ranuras del sofá desesperado. Oigo un ruido que proviene del pasillo y me giro. Mi hermano Marc aparece correteando con un tractor y una muñeca sentada en él.
—¡Vamos! Hay que llegar a la cabaña antes de que el malvado Hannibal Lecter nos encuentre —grita pasando por mi lado y mi padre se gira hacia él confuso.
—¿Hannibal Lecter? ¿Dónde has visto eso?
Marc y su obsesión con ver conmigo las películas.
Mi hermano iba a responder, pero lo corto de inmediato lanzándole las llaves de su coche que habían caído del tractor de Marc cuando pasó por mi lado.
—Toma papá, las llaves. Esto era lo que buscabas, ¿no? —Asiente olvidándose por completo sobre el nombre que acababa de decir mi hermano pequeño.
Ya no le voy a dejar ver más películas conmigo.
¿Aunque te ponga cara de pena?
Aunque me ponga cara de pena.
Que te lo crees tú.
Mi padre coge la maleta que había a un lado del sofá blanco y se dirige a la puerta principal, no sin antes darnos un beso en la cabeza a cada uno.
—Recuerdalo hija...
—"No salgáis en todo el día. El 29 de febrero es para resguardarse en casa y disfrutar del hogar" —imito su voz y él se limite a sonreír—. Ya lo sé papá. Ya no soy una niña. Aunque a ti te encantaría que lo fuera.
Me dirijo hacia Marc quien está chocando su tractor contra los pies del sofá y vocifera que se han estrellado y que les iban a encontrar.
Lo cojo por debajo de las axilas para levantarlo y me lo pongo en el hombro. Voy hacia la puerta principal y papá se está mirando en el espejo que hay al lado de la puerta principal, pasándose la mano por su pelo canoso intentando peinarlo.
—¡Papá! ¡Dile a Clara que me suelte! —grita mi hermano mientras patalea y yo río. Mi padre se gira hacia nosotros negando con la cabeza— Me estoy mareando, Clara. Te voy a vomitar como no me sueltes.
Rápidamente lo suelto y él ríe pasando por mi lado correteando para darle un gran abrazo a papá.
—¿Cuántos días vas a estar fuera? —le pregunto apoyándome en el marco de la puerta de la cocina.
—Hmmm... Aún no lo sé... Tal vez seis o siete días. En cuanto lo sepa, os lo diré. Ahora me tengo que ir —Mi hermano no deshace el abrazo—. Marc, hijo, tengo que irme a trabajar o perderé el vuelo. Ya verás que en un abrir y cerrar de ojos estaré aquí montando una cabaña super grande contigo —le dice pellizcando una de sus mejillas.
Mi padre es piloto de aviones por lo que frecuentemente está fuera de casa y no pasamos mucho tiempo con él. Siempre intenta solucionarlo con regalos de sus viajes, aunque muchas veces se le olvida y lo intenta recompensar con dinero y regalos caros.
Como si eso solucionara la falta de una figura paterna en nuestras vidas... Já.
Mi hermano deja de abrazarlo y se pone a mi lado para despedirse de mi padre con la mano.
Antes las despedidas eran un horror. Marc se ponía a llorar y a gritar que no quería que su padre se fuera, pero con el paso del tiempo se ha dado cuenta que lo mejor es mantener una distancia prudente para no caer en el llanto, pero no lo suficientemente lejos para no ser frío.
Papá ya se había ido hacía media hora, y cómo siempre, mi madre me mandó un mensaje de que después de cenar se iba con sus amigas a tomar algo. Traducción: cuida de tu hermano y prepara la comida y la cena de hoy.
Al ser sábado, estaría todo el día en casa y podría cuidar a mi hermano mientras iba haciendo cosas de clase. Hacía poco que habíamos empezado el segundo semestre, e iba con las cosas al día para que después no se me acumulara la faena.
Aunque siempre se te acaba echando el tiempo encima...
Corto patatas en tiras mientras vigilo de reojo a Marc, que está peleandose con las divisiones en la mesa del comedor. En la encimera, mi libro de "Historia moderna y contemporánea" yace abierto junto al portátil: cocina, cuidado y clase en simultáneo. El día a día de una hermana mayor.
—¡Clara! ¿Puedes venir? No entiendo este problema...
¡Ah! Se me olvidaba. También ayudo a mi hermano con sus tareas porque ellos nunca, o casi nunca, lo hacen.
—¡Vooooy! —digo terminando de teclear.
♔♚
Desconocido.
Todo está saliendo como lo planeado.
Ataecina lo va a tener o muy fácil o muy difícil. Ya era hora de plantarle cara a la dichosa directora. Estos últimos días han sido clave. Y cada detalle... está listo.
Alguien toca la puerta de mi despacho y rápidamente cojo la pistola que tengo en el cajón del escritorio sin que se viera.
—Adelante.
La puerta se abre y entra uno de mis ayudantes. Va tal y como yo les pedí, con un pasamontañas y una capucha para no conocer su identidad, y efectivamente, yo también.
No hay que correr riesgos.
—Señor, venía a comunicarle que en dos minutos se mandará el aviso y el programa comenzará a hackear el servidor principal de "Ángeles y Demonios".
Una sonrisa se dibuja en mi rostro y aunque la persona que tenía enfrente no la ve, mi tono no pasa desapercibido.
—Estupendo. Muchas gracias. Unidad 19 —le llamo antes de que se fuera—, ¿me harías un favor? —le digo mientras hacía como que rebuscaba en uno de mis cajones.
—Claro que sí, señor. Sería un gran honor —dice dando un paso al frente y de un movimiento rápido saco la pistola que tenía en mano.